
Todos conocemos las peculiaridades de las grandes empresas tecnológicas (entre las cuales figura Facebook). Una de ellas es el hecho de que son las mejores aliadas del big government en la medida en las que son las que mejor se adaptan a las regulaciones -y menos ascos les hacen- y la otra es la esencia «progre» de la causa a la que sirven con sus acciones.
La dictadura de la corrección política, encargada de censurar voces pro-vida, pro-familia, pro-Occidente y contrarias a la ideología de género, cuenta con la colaboración de la compañía de Mark Zuckerberg, cuyo principal servicio es una de las redes sociales más utilizadas en el mundo, con más de dos mil millones de usuario en todo el planeta.
El caso es que si bien, a primera vista, aquellos que defendemos causas conservadoras vemos en este servicio de social networking un gran espacio que pone al alcance de millones de personas de distintos lugares del mundo todo aquello de lo que queremos convencer, que queremos defender (en otras palabras, una potente herramienta para divulgar nuestros principios), la realidad no es prácticamente así.
Resulta que en varias ocasiones, muchas publicaciones críticas los dogmas de los marxistas culturales han sido eliminadas mientras que en otras ocasiones, por la misma razón, más de un usuario ha tenido suspensiones temporales o indefinidas de su cuenta en dicho servicio. Sí, por tan solo defender sus principios, y vamos en serio.
El politólogo y escritor argentino Agustín Laje, importante referente intelectual liberal-conservador y pro-vida latinoamericano, ha llegado a ser víctima de una cancelación de cuenta repetida hasta una veintena de veces. Eso de tal forma que el pasado 2017 tuvo que optar por emprender acciones legales contra la empresa americana.
Pero no ha sido el único. A finales de enero, la economista colombiana paleo-libertaria Vanessa Vallejo, que trabaja para el diario panamericano PanamPost, vio bloqueadas sus páginas de Facebook, habiendo sido la segunda restringida en menos de 24 horas. Lo mismo ocurrió con una crítica hecha en un post, sobre la «victimización de la mujer para conseguir privilegios para el sexo femenino».
Por otro lado, durante la campaña del referéndum abortista irlandés, sobre la legalización del aborto (derogando la octava enmienda), junto al potente buscador Google, también se llegó a censurar contenido que manifestaba peticiones de apoyo y defensa al individuo no nacido. Se excusaron en la «prevención de interferencia exterior».
Es más, recientemente se ha desatado una ola de protestas en Brasil, por parte de grupos conservadores, muchos de ellos afectados por el cierre de alrededor de 190 páginas y unos 87 perfiles de usuario. Entre estos figura Brasil 200, una plataforma defensora del libre mercado fundada por el empresario y antiguo candidato presidencial Flavio Rocha.
Ahora bien, uno podría aconsejarnos no interferir en lo que no es acción del gobierno, que ejerce por medio del Estado el monopolio de la violencia, sino de una empresa privada. Aunque somos libres de criticar las acciones no éticas de las mismas; en este caso, por hacer lo ideado como una gran herramienta de comunicación global una especie de entorno controlado conforme a los dogmas discursivos «progres».
En cualquier caso, cabe lamentar que si quieres utilizar una potente red social como Facebook para extender tus principios y advertir sobre lo que consideres, corres el riesgo de ser censurado. No les agrada que utilicemos su red social para criticar el idilio «progre» multicultural, la totalitaria ideología de género o el avance de la cultura de la muerte.
Un comentario
Aquí hay algo que no cuadra: el ideario progre fomenta el inglés. Traduzca por favor » big gevernment, social networking».