Cualquiera que esté en mínima sintonía con la esfera tecnológica sabe del auge de la tecnología blockchain, que viene a ser una cadena de datos compuesta de bloques interconectados, gestionados por usuarios de puntos remotos geográfico-tecnológicamente hablando, en base a técnicas criptográficas en lo que sea correspondiente, ya que se encargan de verificar las transacciones.
Las criptomonedas, monedas digitales puestos a llamarlas de una manera mucho menos tecnicista, tales como Bitcoin, Ethereum y la que tiene entre manos el servicio de mensajería Telegram, se basan en este modelo de gestión de datos, que es el que le confiere su esencia descentralizada, dado que no depende de ningún ente superior ni de cualquier otra clase de jerarquía.
Dada esa faceta, mientras que cada vez más proveedores -no necesariamente tecnológicos- consideran facilitar la interacción económica con las mismas y no pocos tienen interés en hacer ejercicios de inversión y especulación, los gobiernos las consideran como una amenaza, ya que suponen un campo donde el control económico de los Grandes Hermanos Fiscales es y será muchísimo más arduo.
De hecho, cabe señalar que en tiranías comunistas como Cuba y Venezuela, gracias al bitcoin, se ve algo así como una vía de intento de supervivencia ante la extrema miseria que a base de represión es algo a los que se les somete. En el caso venezolano, incluso lo ven como una salvación ante la hiperinflación que es incesante para el bolívar.
Pero es que ahora, la compañía estadounidense BitTorrent, Inc., responsable del programa de intercambio de archivos con el mismo protocolo que blockchain, el peer-to-peer (P2P), cuyo fundador Bram Cohen también inventó el característico protocolo homónimo, ha barajado la posibilidad de remunerar económicamente con criptomonedas a quienes compartan archivos a través de su servicio.
Precisamente, tras la compra de la empresa en cuestión por parte de Justin Sun, fundador y CEO de la entidad encargada de la criptomoneda TRON, se busca monetizar el ancho de banda de los usuarios, incentivando así que se mantengan compartidos los torrents. Se tendrán en cuenta las «semillas», que representan a los usuarios que sigen difundiendo el mismo a través de la red, así como las descargas.
Ahora bien, ¿por qué nos llama esto la atención? Básicamente observamos cómo se refuerza la descentralización tecnológica, y se explota cierto potencial económico a poderse conferir a las tecnologías basadas en P2P. Igualmente, el control burocrático será muy difícil en estos intercambios, a pesar de que intenten que tributemos hasta por mordernos las uñas.