Como recordarán, el pasado lunes 9 de julio, se abrió una crisis de gobierno en el Reino Unido, con las dimisiones del Secretario de Estado encargado del Brexit, David Davis, y del Ministro de Exteriores, Boris Johnson, indiscutible euroescéptico antes y después del referéndum de 2016.
Días antes ue noticia que la Primer Ministro británica Theresa May propuso un plan de salida de la Unión Europea (UE) que no supusiera la ruptura total con la eurocracia bruselense, conocido como “soft Brexit“(“Brexit suave” en inglés).
Dicha modalidad implicaba la permanencia del Reino Unido en la unión aduanera europea, pero también la contribución al presupuesto de la Unión Europea y las libertades de circulación de bienes, capitales, personas y servicios. Pero también cierta sujeción a las instituciones judiciales comunitarias.
En toda regla, una traición al mensaje que los británicos, mayoritariamente, emitieron el pasado junio de 2016, a través de las urnas. No quieren seguir en una Unión Europea (UE) intervencionista y burocrática, aparte de su aperturismo hacia los llamados «refugiados».
Pero, como le ocurre al Partido Popular (PP) al agradar a la izquierda, no ha conseguido ni siquiera el apoyo absoluto de parte del sector eurófilo británico. La oposición le critica mientras que la facción menos eurófila del partido parece haberle traicionado.
Para comenzar, el ex líder liberal-demócrata Nick Clegg, Vice Primer Ministro cuando gobernaba David Cameron, no solo ha remarcado la «parálisis interna» del ejecutivo británico, sino que advierte de que en Bruselas, el plan que consideraba Theresa May no sería respaldado.
Pero es que, hoy, el «soft Brexit«, que ayer fue enmendado con cuatro peticiones presentadas por el Grupo de Investigación Europea de Jacob Rees-Mogg, quien advirtió de votar en contra a un proyecto alejado de los compromisos que en su momento adoptaron los tories, ha podido fracasar.
¿Por qué? Ayer, en la Cámara de los Comunes, parlamentarios de su partido, partidarios de que el país continuara en la UE, decidieron «vengarse» de la Primera Ministro por haber aceptado enmiendas de la facción más euroescéptica.
Los diputados Stephen Hammond y Nicky Morgan presentaron una enmienda a la propuesta actual, que habría obligado al país a buscar membresía en la unión aduanera si los negociadores fueran incapaces de alcanzar un acuerdo de libre comercio con Bruselas.
Eso sí, la enmienda no ha salido adelante. Ahora bien, a pesar de ello y de conseguirse anoche que los británicos quedaran fuera del régimen comunitario del IVA y que no se recaudaran aranceles en nombre de la UE si no había reciprocidad, se continuará en la Agencia Europea del Medicamento.
En cualquier caso, esto se traduce en que aquellos a los que se intentó agradar en contra del mensaje de los británicos han podido dar lugar a un nuevo escenario de elecciones generales. Por la cuenta que le traía, May tuvo que alinearse con el bloque euroescéptico, liderado por Rees-Mogg, probable futuro líder tory.