Por ser Pedro Sánchez, no se alarman los de las «fake news»

Como quizá algunos sepáis, el pasado 12 de julio, el presidente del Gobierno de España, el socialista Pedro Sánchez, se reunión con el socialdemócrata Justin Trudeau, ese mismo que elogió al tirano comunista Fidel Castro tras su muerte y ha convertido al país en una especie de dictadura culturalmente marxista, aparte de haber subido el gasto y la presión fiscal.

Según la cuenta oficial en Twitter del mandatario español, ambos líderes abordaron temas relacionados con el mito del cambio climático y la economía sostenible, estrategias para fomentar sistemas socialistas en base al ecologismo, que es una excusa más para afianzar un entramado lo más planificador en base a la centralización posible.

Pero no vamos a hacer un análisis político-económico de los conceptos de la conversación que sendos líderes mantuvieran en su momento. Más bien nos centraremos en el tratamiento que la prensa del mainstream, dominada por la progrez, le da al líder del PSOE, aprovechando una reciente noticia del diario clintoniano POLITICO, que sugiere alegrarse de que este emule al mandatario canadiense.

Precisamente se congratulan de que su administración se componga de muchas mujeres por una mera razón de sexos, por haber acogido a los inmigrantes musulmanes del barco sorista Aquarius, la obsesión con el dictador Francisco Franco y la manera de comunicar de ambos (en el caso español, con cierta asesoría del que fuera jefe de gabinete en el Gobierno de Extremadura con el también socialista Monago).

Eso sí, no hay ninguna crítica al hecho de que haya llegado al poder con votos de diputados de una formación comunista y el brazo político de la banda terrorista ETA. Tampoco al control de la radiotelevisión pública por parte de los aliados de la tiranía de Nicolás Maduro y los ayatolás iraníes. Ni a una intolerancia religiosa que de una u otra manera, ambos practican contra los cristianos.

Nada de esto debería resultarnos tan extraño, sabiendo sobradamente qué ideología promueve el mainstream, defensor de un establishment progre-socialdemócrata, promotor del marxismo cultural, y compañero de causas del magnate George Soros, que más que filántropo es una amenaza para la civilización occidental, de valores judeocristianos.

Ahora bien, ¿qué hubiera pasado si Pedro Sánchez fuera un político de derechas, que hubiera llegado al poder tras una moción de censura contra un ejecutivo progre-globalista, con el respaldo de formaciones bien liberal-conservadoras, nacionalistas o de la alt-rightBasta con remitirnos a los casos de Austria, Hungría y Polonia.

Para comenzar, el pasado mes de diciembre, el comisario europeo económico-financiero, Pierre Moscovici, llamó a quienes creyeran en unos «valores europeos» (basados en el nihilismo europeísta) se mantuvieran en alerta ante la coalición de gobierno formada en Austria por el centro-derechista Sebastian Kurz con el partido de derecha identitaria conocido, por sus siglas, como FPÖ.

¿Cuál era el problema? Ninguno salvo para el interés del entramado eurocrático bruselense. Una considerable mayoría de austriacos manifestó en las urnas que era necesario controlar la inmigración y que no se tenía por qué a coger a unos llamados «refugiados» que no piensan adaptarse a la cultura europea pro libertatem y cristiana. Eso sí, POLITICO dio un sesgo «progre».

Pero es que, en abril, a pocos días de los comicios legislativos húngaros que revalidaron la mayoría absoluta de Viktor Orbán, ese mismo diario lanzó una portada en la que advertía de que Orbán era un nuevo líder comunista centroeuropeo, junto al presidente del partido gobernante polaco Ley y Justicia, Jaroslaw Kaczynski. Ambos partidos gobiernan sus respectivos Estados sin mayorías relativas.

Cierto es que Orbán (aunque lleve algo más de un bienio abogando por rebajas fiscales) y Kaczynski son defensores del «big government«, como Rajoy, Sánchez, Costa, May y Merkel, y que la justicia polaca está politizada (aunque monta tanto, tanto monta, oposición eurófila como socialistas moralmente conservadores), igual que la española.

Sin embargo, lo que resulta preocupante para la élite globalista y los soristas es el hecho de que los gobiernos de dos países con una amistad de gran arraigo histórico formen un tándem conservador contrario a la imposición de causas del marxismo cultural aparte de negarse a acoger a los llamados «refugiados». No hay nada más que decir.

Por cierto, recordamos la desesperación de los medios de comunicación hace casi un par de años, tras hacerse realidad la victoria de Donald Trump, que daba públicamente por descontada el unísono mediático clintoniano, que progresivamente pierde credibilidad (está en números rojos) por servir a la mentira «progre». De hecho, no dejan de buscar oportunidades para emitir noticias falaces contra el mismo.

Finalmente, tan solo reafirmarme en la intención de demostrar cuán evidente es el sesgo izquieridsta del mainstream, con maestría en redacción/emisión de «fake news», pero alarmista, manipulador y sensacionalista a más no poder cuando una derecha dispuesta a no entregarse a la izquierda, dejando aparte otros errores que, según el caso, pueda cometer, goza de considerable popularidad.

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