¿Conseguirán los polacos acabar con el aborto eugenésico?

Una iniciativa ciudadana llamada Zatrzymaj Aborcje («Detén el aborto» en polaco), para prohibir el aborto eugenésico (asesinato de niños con malformaciones psicofísicas o discapacidades como podría ser el Síndrome de Down) está siendo sometida a debate en el parlamento de Polonia.

Hablamos de una iniciativa cuyo respaldo se disparó entre 2016 y 2017, pasando de 490.000 a alrededor de 936.000 firmas a favor, mientras que con las reivindicaciones de lo opuesto se da todo lo contrario (tiene menos de doscientas diez mil firmas), según los datos informativos provistos por el Instituto Ordo Iuris, un think-tank conservador polaco.

Ahora bien, el partido gobernante, Ley y Justicia, que social y moralmente es conservador mientras que económicamente aboga por políticas intervencionistas, forma parte del tándem conservador del Visegrado junto a Hungría, y tiene una mayoría absoluta que ninguna otra formación ha conseguido desde que cayó el comunismo, está poniendo obstáculos a la reforma.

Si bien ya en enero, 58 diputados de este partido, entre ellos el presidente del mismo, Jaroslaw Kaczynski, responsable de que en dicha formación no haya democracia interna, votaron en contra de esta reforma pro-vida, resulta que el pasado lunes, para «poner más palos en las ruedas», se decidió derivar el debate de la misma a una subcomisión cuya fecha de inicio se desconoce por completo.

Pero esa negatividad denota una falta de altura de miras tremenda, así como una traición al electorado del partido y a la mayoría sociológica polaca, comprometida con la dignidad humana. Esto no nos resulta tan extraño para los españoles, que observamos como Mariano Rajoy y compañía traicionaron a los pro-vida, manteniendo la Ley Aído y liquidando a las voces conservadoras del partido.

Las masas feministas que protestan contra la reforma en cuestión representan una minoría de la población polaca, mientras que las encuestas no vaticinan un repunte de formaciones de centro-izquierda como Plataforma Cívica y Moderna, socios del Partido Popular y de Ciudadanos, respectivamente. De hecho, entre los más jóvenes, se evidencia un auge de las ideas liberal-conservadoras y paleo-libertarias.

Distinto es que, aparte de los intentos de la Unión Europea para acabar con las soberanías nacionales y castigar a esos países que no se sometan a los dogmas del marxismo cultural, el magnate George Soros, ese mismo que hace poco se reunión con Pedro Sánchez, intente cargarse la cultura pro-vida polaca, como hizo con la irlandesa. De hecho, por algo Viktor Orbán se ha comprometido a frenar sus injerencias.

Ahora bien, en vistas de lo que ha ocurrido recientemente en la otrora muy católica Irlanda, que no ha pasado a ser una excepción en la tendencia culturalmente suicida de Europa, especialmente de la parte occidental, y de que nuestra querida nación, la misma que expandió la cristiandad por América, tenga hegemonía «progre», uno podría temerse que Polonia acabe bajo los deseos del establishment progre-socialdemócrata.

Pero, mal que le pese a muchos, los polacos no se dejan intimidad por la izquierda, y no dejan de impartir lecciones morales al resto del mundo, como en su día, frente al comunismo. Incluso se movilizan por casos que se dan fuera de sus fronteras como el encarcelamiento de la activista canadiense Mary Ward y el asesinato del pequeño Alfie Evans. Su Iglesia Católica tampoco sigue, en general, derivas progres.

Allí no se rendirán ni se ausentará el tema del debate, como ha ocurrido en una España que no se ha movilizado como es debido ante la reciente aprobación parlamentaria de la eutanasia. Polonia será lo que los polacos quieran, y más le valdría a la derecha española aprender de ellos, por su gran ejemplaridad.

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