Carretillas y cristales rotos

Hace unas semanas se hacía viral un vídeo en el que un vecino de Granada denunciaba cómo el Ayuntamiento despilfarraba el dinero en una obra pública en la que había trabajando un número tan exagerado de personas que la mayor parte no hacía nada, o algo muy próximo a nada. No es además el primer vídeo que circula de estas características.

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¿Es malo que haya mucha gente contratada en una obra?

A primera vista seguramente a todo el mundo le parece raro, anormal y antieconómico que haya trabajando en una obra muchas más personas de las necesarias, de modo que haya muchos empleados mirando, navegando con el móvil, o haciendo fila con una carretilla cada una de las cuales apenas lleva una piedra. Está claro que el mismo trabajo podría ser hecho por la mitad o un tercio de los trabajadores empleados, ¿pero no es mejor contratar a cuanta más gente mejor? ¿Y no es mejor que alguien esté en una obra, aunque sea haciendo montón, que sentado en su casa cobrando un subsidio? ¿Puede ser que lo que se observa en el vídeo no sea algo malo sino una política deseable y eficaz?

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Evidentemente no falta quien, a la vista del vídeo, se hace esas preguntas o piensa de ese modo. Económicamente esa forma de pensar tiene un nombre y un desarrollo que se llama la Teoría del Cristal Roto, en realidad la falacia del cristal roto. Es importante tener noción de esta teoría porque hasta cierto punto se encuentra en la propia base del socialismo y de la idea de que es más importante el reparto que la eficiencia.

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En virtud de esta teoría, cuando un gamberro le lanza una piedra a un escaparate no sólo no está haciendo algo malo, sino que está generando un beneficio La razón a grandes rasgos es que el dueño de la tienda tiene que llamar al cristalero, el cual vende un cristal, obtiene un beneficio y contrata un ayudante. En épocas de crisis, en virtud de esta teoría, el estado debería pagar un cheque a los gamberros para que rompieran a pedradas el mayor número posible de escaparates. El Plan E, por citar un ejemplo, partía en el fondo de este tipo de planteamiento, igual que la obra grabada en Granada. No hablamos por tanto de algo abstracto sino de una idea vigente y hasta popular, cuya desrazón produce resultados diarios.

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Naturalmente la Teoría del Cristal Roto tiene un reverso que nunca es contemplado por sus partidarios. El comerciante al que le rompen el cristal se tiene que gastar en un cristal nuevo el dinero que tenía que ahorrado para abrir una página web, vender sus productos por todo el mundo, multiplicar sus ventas y contratar más empleados. En vez de eso ha tenido que pagar dos veces un cristal.

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En el caso del Ayuntamiento de Granada, tenemos a 50 personas haciendo un trabajo que podrían hacer sólo 10. Esto significa que hay 40 personas cobrando por no hacer nada o por hacer una fracción del trabajo que se les paga. Como el sueldo de las 40 personas que no hacen nada sale del dinero público, esto significa que hay un montón de personas que tienen que pagar más impuestos para pagar a personas por una labor improductiva, o que una parte de sus impuestos tiene que dedicarse a los sueldos de estas personas improductivas en vez de educación o sanidad. También significa que ese dinero que se les quita para pagar a los 40 empleados improductivos, si no se les hubiera quitado, hubiera servido para que los contribuyentes pagaran zapatos, muebles, libros, ordenadores u otros servicios que sí necesitaban. Todos esos zapatos, muebles, ordenadores o servicios no comprados generan el correspondiente perjuicio en las correspondientes tiendas productivas de zapatos, muebles o libros. Si la Teoría del Cristal Roto fuera cierta no habría buenas o malas inversiones, cualquier gasto sería bueno, no habría tampoco buena o mala gestión y tampoco habría ruinas ni quiebras. La Teoría del Cristal Roto, cuya base consiste en ir quitando recursos de lugares productivos para ir poniéndolo en lugares improductivos es por todo lo explicado un camino directo a la ruina.

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2 respuestas

  1. Buena noticia, justo cuando se ha conocido que, según el Instituto IMD que elabora el ranking, España ha caído hasta el puesto 36 en el índice de competitividad. Este índice lo encabeza EEUU, y nuestro país está incluso por debajo de Tailandia. Como pueden suponer de esto no han informado nuestros bien alimentados (por la teta pública) sindicatos de clase. Pero ¡qué leches!, a quien importa eso de la competitividad, la productividad el rendimiento, la profesionalidad y la responsabilidad en el trabajo. Aquí lo que importa son las ayudas, las subvenciones, el reparto de la riqueza (la que generan otros, claro), el escaqueo… y dentro de cuatro días ¡¡Viva San Fermín!!.

  2. No debemos quejarnos , reparto de trabajo , asi se consigue el pleno empleo como en la patria del socialismo real ,la URSS, claro que no se acuerdan como terminó,

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