Los acontecimientos están desatando muchas plumas, mensajes voladores y colages digitales. Cada uno confía en que ahora la red, con un “DIFÚNDELO” urgente, conseguirá que llegue una propuesta de ley para que los diputados no cobren sueldos vitalicios. Arturo Pérez Reverte sigue sacando artículos que no ha escrito y, naturalmente, nada cambia si no es encallando en una playa.
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De todo este mejunje de despropósitos, convendría hacer una lectura atenta e intuitiva de lo que en España ha pasado desde que Mariano Rajoy, al que se le auguraba una mayoría absoluta cuando heredaba a Aznar, no quiso debatir con José Luis Rodríguez Zapatero. Algunos nos indignamos profundamente (y el que aquí firma lo escribió y publicó) y todavía me pena que en aquel mitin en Pamplona, no me atreviera a preguntárselo a voz en grito: ¿por qué no se merienda a ZP en un debate? Yo también, pues, soy responsable de este desastre. Rajoy con ese gesto se definió como lo que es: un hombre que no cree en los valores del centro derecha que representaba el PP.
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Llegaron las elecciones europeas, y el PP seguía sin canalizar la indignación ni ilusionar a los electores frente al peor presidente que ha tenido España en democracia. Rajoy seguía por esa pista del perfil bajo, del gesto impasible, del discurso huero, fiado a que la derecha es mejor gestora.
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Llegaron las elecciones de la mayoría absoluta. Y ocurrió la tragedia: Bolinaga salía de la cárcel: el pacto que había denunciado con Zapatero, Rajoy lo seguía de la mano de Rubalcaba, y así lo vienen describiendo autorizadas voces conocedoras de la lucha antiterrorista. El Presidente disfrazó ese pastel poniendo como ministro de Interior a Jorge Fernández Díez, un hombre muy devoto: Rajoy no daba una puntada sin hilo.
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Yo creí entonces que si las bases sociales no salían a la calle a denunciar esto sin descansar, la herida del PP era mortal. Creo que no me equivoqué. Mariano Rajoy ha traicionado a la derecha con rictus impasible y mirada fría, y supongo que está convencido de que en España no se puede gobernar de otra manera. En España había que “pasar página” al terrorismo, porque… nos han prometido que ya se ha acabado. En España no se puede poner trabas al aborto, porque hay mucho progre a favor del aborto. En España no se puede derogar la ley de matrimonios homosexuales, porque… ¿qué importancia tiene eso? En España no se puede hacer una reforma educativa en profundidad, porque, al fin y al cabo, la educación más o menos funciona. En España no hay que frenar al nacionalismo, porque puede haber una guerra. Y en España hay que subir los impuestos, porque los que no irán a la guerra son los que pagan y además, nos votan sí o sí, porque al frente está el monstruo de Podemos. No se puede hacer nada a derechas ni de derechas, porque se pierde votos; de resultas de tan alta política de estado, el PP ya no gobierna España.
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¿Qué ha conseguido Rajoy? Con una mayoría absoluta con que podía haber hecho reformas profundas, todas a la vez, que no diera tiempo a la izquierda ni a elegir a qué manifestación ir, todo sigue igual, o sea, peor: España es un país donde siguen reinando los progres, que ahora se unen a los partidos golpistas. A la frase “el inútil de Zapatero” que ha corrido de boca en boca, ya no sabremos qué decir del que sale y del que entra. Nos faltan las palabras para definir a Pedro Sánchez, un producto más de la clase política que está campeando en España, que es de talla infantil. No entiendan que juzgo a la persona, amigo lector. Sánchez se cree a sí mismo como Rajoy ha creído que lo único que se podía hacer en España era traicionar al centro-derecha.
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Lo que sí sé es que debemos apelar a esa base social del Partido Popular que, en un momento u otro, hemos callado, hemos mirado para otro lado, no hemos sabido reaccionar. Todo es comprensible, pero ya no: el Partido Popular nos ha llevado a una situación política lamentable, y de ello somos responsables todos lo que le apoyamos y, de alguna manera, hemos tardado tanto en reaccionar, o seguimos sin reaccionar. No hay soluciones mágicas, pero sí voluntades decididas. Que cada uno las busque donde le parezca oportuno: ya somos mayores.
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Javier Horno