Para que ni Rufián ni otros tomen en vano el nombre de Clara Campoamor

El lunes 12 se celebró el 130 aniversario del nacimiento de Clara Campoamor, la persona que más significativamente enarboló la causa del voto femenino cuya aprobación se consiguió en 1931. En alguna ocasión nos hemos referido a que el voto femenino se consiguió en España básicamente por el apoyo de la derecha, al punto que en el parlamento republicano de 1931, en el que sólo había 3 diputadas (las mujeres podían ser elegidas, pero no votar), las izquierdistas Margarita Nelken (PSOE) y Victoria Kent (Partido Radical Socialista) votaron en contra. No se trata hoy, sin embargo, de recordar este hecho, sino de recuperar la memoria histórica de Clara Campoamor respecto al estallido de la Guerra Civil en 1936. Cuando Gabriel Rufián cita a Clara Campoamor en un tuit es evidente o que no tiene ni idea de quién era Clara Campoamor, y que por supuesto no la ha leído, o que espera que seamos nosotros quienes no la hayamos leído y no tengamos ni idea de quién era.

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Obviamente Clara Campoamor siempre desarrolló su labor política dentro de la ley, pero es que además, desgraciadamente para Rufián, Clara Campoamor escribió un libro titulado “La revolución española vista por una republicana”, en el que realiza una descripción de la España republicana tanto en los meses anteriores como en los posteriores al estallido de la guerra, la cual escandalizaría a Rufián tanto como le ilustraría acerca de la verdadera memoria histórica.

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He aquí la forma en que Clara Campoamor describe en la obra citada los meses inmediatamente posteriores a la formación del gobierno frentepopulista e inmediatamente anteriores al estallido de la guerra:

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“Se ocuparon tierras, se propinaron palizas a los enemigos, se atacó a todos los adversarios, tildándolos de “fascistas”. Iglesias y edificios públicos eran incendiados, en las carreteras del Sur eran detenidos los coches, como en los tiempos del bandolerismo, y se exigía de los ocupantes una contribución en beneficio del Socorro Rojo Internacional”.

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“Con pueriles pretextos se organizaron matanzas de personas pertenecientes a la derecha. Así, el 5 de mayo se hizo correr el rumor de que señoras católicas y sacerdotes hacían morir niños distribuyéndoles caramelos envenenados. Un ataque de locura colectiva se apoderó de los barrios populares y se incendiaron iglesias, se mataron sacerdotes y hasta vendedores de caramelos por las calles. En el barrio de Cuatro Caminos fue horriblemente asesinada una joven francesa profesora de una escuela”.

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“Estos hechos fueron denunciados en el Parlamento, y he aquí la lista de actos violentos, tal y como se imprimió en el Diario de Sesiones sin que el Gobierno los negara.

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Hechos acaecidos en plena paz y bajo el ojo indiferente de la policía, entre el 16 de febrero y el 7 de mayo de 1936, es decir, a los tres meses de gobierno del Frente Popular.

-Saqueos de establecimientos públicos o privados, domicilios particulares o iglesias: 178.

-Incendios de monumentos públicos, establecimientos públicos o privados e iglesias: 178.

-Atentados diversos contra personas de los cuales 74 seguidos de muerte: 712.

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¿Por qué el gobierno republicano nacido de la alianza electoral se abstuvo de tomar medidas contra aquellos actos ilegales de los extremistas? No suponía más que un problema de orden público acabar con todos los excesos contrarios a su propia ideología y métodos. Si el gobierno se mantuvo pasivo es porque no podía tomar medidas sin dislocar el Frente Popular.

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En cuanto a los partidos de derecha, un exceso de prudencia les llevó a silenciar a sus propios diputados. Sin embargo el Sr. Calvo Sotelo denunció esos hechos ante las Cortes en un famoso discurso. Aquel acto le costaría la vida”.

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Resulta preciso aclarar que Clara Campoamor había sido militante del Partido Radical de Alejandro Lerroux, una especie de partido republicano centrista, el cual abandonó en 1934 cuando formó gobierno con la derecha. Aunque pidió su entrada en la Izquierda republicana de Azaña, esta formación denegó su petición por el rencor que conservaba contra ella, como el conjunto de las formaciones de izquierda, por su defensa del sufragio femenino. La izquierda, que pensaba que el voto de la mujer era más conservador que el de los hombres, culpó a Campoamor de la victoria electoral de la derecha en 1933, cuando votó por primera vez la mujer.

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Aclarado todo esto, he aquí unos cuantos párrafos de “La revolución española vista por una republicana” en los que lo descrito es ya lo que sucede durante los primeros meses a partir del estallido de la guerra. A Clara Campoamor, que no simpatizaba con ningún bando, el estallido de la guerra le pilló en Madrid donde describe los sucesos que ella misma veía. Campoamor tuvo que abandonar al poco tiempo la capital huyendo de los republicanos, cuando estos empezaron a matar a miembros del Partido Radical, en el que Campoamor había militado. Exiliada en Suiza, Campoamor tampoco pudo regresar tras la guerra al no contar con las simpatías de los franquistas. Así describe Clara Campoamor la vida en el lado republicano durante los primeros meses de la guerra.

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“¿Fascismo contra democracia? No, la cuestión no es tan sencilla. Ni el fascismo puro ni la democracia pura alientan a los dos adversarios”.

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“Palabras como democracia o fascismo que se pretende inscribir en las banderas de los gubernamentales o de los insurrectos son del todo exageradas y no permiten explicar los objetivos de la guerra civil ni justificarla”.

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“En la retaguardia reinaba el terror desde el principio de la lucha. Patrullas de milicianos comenzaron a practicar detenciones en domicilios, o en la calle, o en cualquier lugar donde pensaran encontrar elementos enemigos. Los milicianos, al margen de toda legalidad, se erigían en jueces populares y hacían seguir aquellos arrestos de fusilamientos. Pronto se hizo corriente en retaguardia una frase trágica: se llevaba a alguien a “dar un paseo”. Pasear a todo sospechoso o todo enemigo personal se convirtió en el apasionado deporte de los milicianos de retaguardia”.

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“Al principio se persiguió a los elementos fascistas. Luego la distinción se hizo borrosa. Se detenía y se fusilaba a personas pertenecientes a la derecha, luego a sus simpatizantes, más tarde a los miembros del Partido Radical del Sr. Lerroux, y luego -error trágico o venganza de clase- se incluyó a personas de la Izquierda Republicana… Cuando se comprobaban aquellos errores, se echaba la culpa de los asesinatos a los fascistas y se continuaba”.

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“Tras espeluznantes ejecuciones en masa efectuadas en la Casa de Campo, el gobierno, incapaz de impedirlas, cerró aquel enorme parque imposible de vigilar. Las ejecuciones de personas detenidas prosiguieron, con la única diferencia de alargar un poco la agonía del “paseo”. Llevaban a la gente al depósito del cementerio municipal o a la Pradera de San Isidro, o bien a las carreteras que rodeaban la capital. El gobierno hallaba todos los días sesenta, ochenta o cien muertos tumbados en los alrededores de la ciudad”.

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“Sin embargo, el gobierno hubiera podido detener los saqueos y la anarquía ya que disponía de la Guardia Civil que, muy numerosa en Madrid, no se había puesto del lado de los alzados. Esa fuerza, por su número y formación, habría bastado para mantener el orden en la capital si se hubiera querido emplear”.

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“No se veía en las calles un sólo sacerdote porque aquellos que se habían arriesgado a salir durante los primeros días habían sido exterminados”.

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“Durante la noche Madrid no dormía, temblaba. Uno escuchaba atentamente los ruidos de la calle, acechaba los pasos en la escalera… se esperaba siempre un registro de los milicianos”.

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“En Barcelona, donde las organizaciones de la FAI y la CNT eran las verdaderas dueñas de la ciudad y al carecer de poder el gobierno de la Generalidad, las ejecuciones se han llevado a cabo siguiendo una suerte de siniestro control que permite comprobar la extensión de la carnicería de una forma casi oficial. Al no tener que luchar con los grupos obreros, como en Madrid, con un gobierno preocupado por sus responsabilidades de cara al exterior, ni tampoco con milicias socialistas, los cuerpos de los fusilados eran todos centralizados por los verdugos en el Hospital Clínico, una suerte de depósito de cadáveres de la ciudad. Este hecho ha permitido elaborar una estadística de los asesinatos y ésta, el 9 se septiembre, sobrepasaba el número de 6.000 de los cuales 511 cometidos durante los dos primeros días de lucha. Este número nos da una proporción de 100 ejecuciones diarias y se dice que ésta era la cifra prevista por el comité que se había arrogado la criminal misión de “limpieza”. Estas ejecuciones se llevaron a cabo con ayuda de unas listas preparadas de antemano donde se hallaban ya los nombres de todas las personas inscritas por los partidarios de la dictadura del proletariado con ocasión del movimiento revolucionario de 1934. Se les habían añadido los nombres de los partidarios del fascismo y de los militantes de partidos antimarxistas cuyas listas se encontraron durante los registros de domicilios privados y oficinas de partidos políticos. En esta lista figuraban en primer lugar los sacerdotes, frailes y religiosas, los miembros de Falange Española, los de Acción Popular, los del Partido Agrario y luego los miembros del Partido Radical. Y también los patronos contra los cuales había denuncias ante los tribunales laborales. Se incluyó también en esas listas los nombres de personas denunciadas aunque fuese sólo por algún chiquillo o por gente deseosa de satisfacer su propio rencor”.

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“De tantos asesinatos execrables, los más odiosos fueron, como siempre, reservados a las mujeres, apaleadas y ultrajadas antes de perder la vida”.

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