Un análisis alternativo del discurso de Trump sobre el Estado de la Unión

En la madrugada del 31 de enero de 2018 (según la hora española), comenzó el debate sobre el Estado de la Unión, en la Cámara Baja del parlamento estadounidense. Participó en el mismo el mandatario estadounidense, Donald Trump, cuyo discurso es la finalidad de este artículo, con motivo de análisis.

El mainstream transatlántico trata de mirar con lupa el discurso para criticarlo en la medida de lo posible. Resaltan que la oposición (el Partido Demócrata) recurrió a uno de los Kennedy -aprovechando el carácter carismático de un ex presidente que, mal que les pese, era conservador en cierto modo- replicó a Trump cuando tuvieron 4 portavoces en realidad.

Pero lo cierto es que, según un sondeo de un medio que no es sino parte del establishment (CBS News), el 75% de la audiencia aprueba las palabras emitidas por el dirigente republicano. Yo también me incluiría entre ese sector, juzgando en líneas generales. No obstante, prefiero hacer un comentario más detallado, a continuación.

Empleo e impuestos

Se recordó que, desde las elecciones pasadas, se han creado alrededor de 2’4 millones de nuevos puestos de trabajo. Eso sí, aunque algunos no quieran reconocerlo, también se benefician de esta considerable mejora macroeconómica los hispanos y los negros. Pero ha sido de tal forma que se han alcanzado los niveles más bajos de los tiempos contemporáneos.

Muchas empresas están retornando (o eso planean, de no haberlo hecho ya) inversiones a los Estados Unidos. Por poner ejemplo, Chrysler está trasladando su planta principal de México al Estado de Michigan (ejemplo que él mismo cita), mientras que compañías como Apple plantea construir un nuevo campus y subir salarios. Ahora bien, no son los únicos casos (hay muchos más).

Pero todo esto ha tenido un motivo concreto: la recién aprobada rebaja fiscal de la que ha presumido en el debate. Rebajas de la carga fiscal de individuos, familias y empresas, ya sea bajando el tipo impositivo u otorgando créditos o deducciones fiscales, aparte de haber puesto fin al “mandato individual” del Obamacare.  Y es que, obviamente, no hay mejor incentivo que una reducción de impuestos y de la presión burocrática, cosa que también ha hecho.

Política migratoria

Las palabras de Trump dan a entender, sin lugar a dudas, que continúa el compromiso de acabar no solo con la inmigración en cadena -mediante la cual, muchos podían llevar a los Estados Unidos (EE.UU) a familiares de distintos ordenes jerárquicos-, sino también con la “lotería de visas” para promover un sistema basado en la meritocracia y el respeto a los valores americanos.

La seguridad también viene a ser otro de sus compromisos. Por ello, no se rinde en sus pretensiones de refuerzo de la seguridad en la frontera con México. De hecho, es consciente de los riesgos que entraña abrir la puerta a flujos masivos de inmigración musulmana, como está ocurriendo en una Europa Occidental en riesgo de islamización.

Firmeza frente a los enemigos de la libertad

El acuerdo nuclear con la teocracia liberticida iraní fue reprobado, aparte de anunciarse un compromiso de sanciones contra regímenes como el cubano y el venezolano, y de no doblegarse ante la amenaza de la dictadura norcoreana. En relación a esta última, dedicó unas frases a Otto Warmbier y su familia.

De hecho, señaló que “la experiencia del pasado nos enseñó que la complacencia y las concesiones solo dan lugar a la agresión y la provocación“, cosa que no deja de ser cierta (nunca conviene ceder a ninguna clase de chantaje por parte de liberticidas, ya sean comunistas, islamistas o nacionalistas).

Política comercial

Dijo Trump que “las relaciones comerciales deben ser justas y recíprocas”. Cierto es que hay injusticias basadas bien en el capitalismo de amiguetes -como ocurre con las placas solares- o en el proteccionismo -como es el caso de la aceituna española, por las subvenciones de la dirigista Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea.

Empero, no es conveniente entrar en el juego de esos enemigos del comercio que se puedan encontrar fuera de las fronteras estadounidenses. Esto es, que no se deben de crear aranceles nuevos ni disparar los ya existentesTasar importaciones es algo que perjudica a quienes se dice beneficiar.

La mejor política pasa por un tratado unilateral de libre comercio, en base a una liberalización absoluta del comercio, eliminando cualquier arancel o regulación existente. El libre comercio es una garantía clave para la prosperidad mundial “per se´´. Y hete aquí una buena solución política de precios en relación a medicamentos, cosa que también aborda.

Subsidiariedad y valores frente al estatismo

Como ya sugiriera el pasado mes de junio de 2017 en Europa Central-Oriental, llegó a afirmar lo siguiente: «En América, sabemos que la fe y la familia, no el gobierno y la burocracia, son el centro de la vida de los americanos. Nuestro lema es “Creemos en Dios´´». Una cita basada en una serie de principios, a enunciar en el siguiente párrafo.

Subsidiariedad en la medida en la que se aboga por una no interferencia del Estado en comunidades de orden inferior, entra las que se encuentra la familia, unidad máxima de resistencia frente a la intervención de los burócratas de turno. Valores cristianos a reivindicar, en la medida en la que se evoca a Dios, frente al nihilismo europeo (negación del cristianismo e ignorancia de la cristianofobia mientras que Trump se ha comprometido a defender la libertad religiosa).

Una vez hecho el análisis, se puede concluir que, salvo errores a apreciarse en materia comercial y la posible amnistía a casi 2 millones de inmigrantes ilegales, el discurso de Trump es un alegato políticamente incorrecto, que apela a la responsabilidad, la iniciativa privada (esto se busca con el plan público-privado de infraestructuras) y otros valores perdidos.

 

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