Cataluña: ¿Estamos ante una crisis histórica o ante un espejismo?

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Resultaría tranquilizador pensar que en esta querida, aseada y pese a todo próspera España del año 2017, pese a las apariencias, todo se encuentra más o menos bajo control.

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Resultaría tranquilizador pensar que tenemos en marcha una intentona secesionista virtual en Cataluña la cual, en virtud de una intervención judicial moderada y quirúrgica, terminará el 2 de octubre sin ninguna consecuencia en el mundo real. La policía requisará acaso algunas urnas y papeletas, se citará a declarar a algunos responsables, se identificará a algunas personas y todo quedará arreglado el día 2 sin que la Cruz Roja tenga que atender ni un desmayo. Francamente eso es lo que deseamos. Un final de este tipo justificaría la pasividad pasada durante meses, años e incluso décadas.

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Resultaría tranquilizador pensar que a esa intentona insurreccional no se suma ahora Podemos, que acaba de proponer crear una Asamblea política paralela al Parlamento, se dice que con sede en Navarra (Ainhoa Aznárez ya ha realizado un ofrecimiento explícito), con los representantes de todos los partidos menos los que no piensan como Pablo Iglesias. Esto a su vez tendrá dos posibles consecuencias. O ninguna o que, a semejanza de Maduro, se esté intentado crear una Asamblea sin oposición al margen del Parlamento salido de las urnas. Una nueva maniobra virtual sin consecuencia alguna de la que nadie tampoco, esperemos, saldrá lastimado. Ya dijimos que lo único de lo que podemos estar seguros es de que Podemos se pondrá del lado de los separatistas.

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Porque otros posibles escenarios son que el 1 de octubre, si la Policía o la Guardia Civil intentan retirar las urnas, haya familias con niños que vayan a estorbar la acción policial, las fuerzas del orden sean rodeadas y tengan que realizar una carga. ¿Qué pasaría si, siquiera por mala suerte, porque alguien tropieza y se golpea la acera en la cabeza, acabara habiendo un muerto?

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¿Y qué pasaría el día 2 en ese caso y cuál sería la reacción de Podemos e incluso el PSOE? ¿Apoyar al gobierno o presentar una moción de censura? ¿Apoyar al presidente o derribar a Rajoy y pedir su procesamiento responsabilizándole de la violencia que pudiera haber el 1 de octubre? ¿Ilegalizar al PP al que Pablo Iglesias ya le está acusando de tratar de intentar establecer una dictadura precisamente frente a la cual se alzaría esa Asamblea que pretende formar?

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Podemos sugiere que ante lo que estamos es ante un golpe de estado del PP, y hay que frenarlo como sea

El tono y la retórica del líder de Podemos ya alcanza el siguiente tenor. Podemos ha llamado a participar en la asamblea paralela al Parlamento a todos los partidos con representación en el Congreso, el Senado, el Parlamento Europeo, los parlamentos regionales y los alcaldes de municipios con más de 50.000 habitantes. Obviamente excluyendo a los representantes del PP o Ciudadanos, o no haría falta crear una cámara de representación al margen del Parlamento democrático. Según Pablo Iglesias, nos encontramos en una situación de “excepcionalidad” generada por la actuación del Gobierno del PP en Cataluña, con la intervención en medios de comunicación e imprentas y las amenazas a los alcaldes elegidos por el pueblo. A crear un Parlamento paralelo sin la mitad al menos de sus representantes electos le llama el líder de Podemos “ensanchar” la democracia, reuniendo sólo a los parlamentarios, alcaldes y cargos de todas las fuerzas políticas “comprometidas con la democracia”, es decir de acuerdo con Pablo Iglesias. El coordinador general de Catalunya En Comù, Xavier Domènech, denuncia que el PP está utilizando Catalunya como excusa para “hacer una involución democrática” que afecta al conjunto del Estado, que lo está haciendo sin mayoría absoluta, sin dar cuentas al Congreso, “por la puerta de atrás y violentando los principios de la democracia”. Ante esa “excepcionalidad”, se justifica la creación de este parlamento paralelo.

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Obviamente podemos concluir que esa especie de parlamento paralelo en el que todo aquel que no está de acuerdo con Pablo Iglesias ha sido extirpado no sería real, como el 1-O, como el referéndum, como una declaración de independencia el 2-O, que es todo una astracanada. Así que no hay que preocuparse porque no hay ningún problema real, todo es virtual y para que deje de existir basta con que los tribunales declaren nulo el mundo virtual y efectivo y legal el mundo real. Francamente eso es lo que deseamos.

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El problema es que las urnas, los miles de personas que se pueden movilizar, los cientos de miles o millones de separatistas que quieren votar, los desórdenes que se pueden organizar no sólo en cualquier lugar de Cataluña, sino también en Madrid, en apoyo de la asamblea virtual y del referéndum, en contra de Rajoy, del PP, de la corrupción, de la represión del derecho a decidir y la libertad de expresión, los disturbios por cualquier motivo a los que unos cuantos miles de violentos siempre se apuntan… todo eso es real, está sucediendo en el mundo material, por más que sus objetivos sean virtuales, a menos que los consigan.

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No olvidemos que, por ejemplo en 1934, en el golpe contra la República cuando Companys declaró el estado catalán, podría pensarse que Companys declaró un estado catalán virtual, pero si ese estado se quedó en virtual fue porque un destacamento de infantería y una batería de artillería muy reales, al mando del general Batet, sofocaron haciendo uso de la fuerza la rebelión, la cual dejó casi 50 muertos que superaron los 1.000 en el conjunto de España, ya que la proclamación del estado catalán se produjo al calor de un golpe de estado más amplio por parte de toda la izquierda radical, con consecuencias particularmente sangrientas en Asturias. No es por comparar, pero en este ocasión podría pensarse que es al calor de una insurrección en Cataluña que la izquierda radical pretende extender el fuego por toda España, poniéndose del lado de los separatistas, responsabilizando al gobierno del caos desatado o la posible violencia (que si conviene para la intentona, se producirá) y aprovechando la debilidad de Rajoy para llevar a cabo un cambio de gobierno.

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La Espada de Damocles de la moción de censura a Rajoy

En un momento como este, por consiguiente, resulta especialmente determinante la posición del PSOE. Si el PSOE no apoya al gobierno, como sucedió en la votación de ayer, lo que puede producirse el día 2 de octubre no es la desarticulación de la intentona separatista, sino la desarticulación del gobierno de Madrid, en situación de precaria mayoría y totalmente vulnerable a una posible moción de censura.

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El siguiente paso sería nombrar presidente a Pedro Sánchez, a Pablo Iglesias o al Pato Donald, pactar un gobierno de 2 años con los separatistas a cambio de en ese plazo respaldar una reforma constitucional e incluso la promesa de un referendum legal, dando instrucciones a la fiscalía para investigar si Rajoy y los principales líderes del PP podrían ser acusados de algún delito como responsables de todos los desórdenes producidos, la muerte de las víctimas si las hubiera, el abuso de poder, el registro de imprentas y periódicos, etc. A diferencia de si detienen a Puigdemot, es improbable que ninguna masa enfervorecida tratara de impedir nunca el arresto de Rajoy. Lo bueno es que al menos esto, a diferencia de 1934, podría suceder al menos sin derramamiento de sangre. No se puede declarar la independencia de Cataluña dentro de la ley, pero sí se puede acabar dentro de la ley con la presidencia de Rajoy.

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Tranquilidad, estamos en manos de Pedro Sánchez

De verdad, queremos creer en el PSOE. En su defensa de la legalidad y de la nación española. Como harían los socialistas franceses, alemanes o de cualquier otro país normal. De hecho por el momento está aguantando bien el tirón, particularmente los alcaldes socialistas de Cataluña. Lo cierto, sin embargo, es que el PSOE tiene un pequeño problema, que por supuesto tiene que ver con la teoría del quesito. Si el PSOE renuncia a pactar con la extrema izquierda y los separatistas, o sea el 25% del electorado, la única manera que le queda de poder gobernar es alcanzar la mayoría absoluta consiguiendo el 70% de votos del otro 75% del electorado, lo cual es difícil “de narices”, que diría Miguel Sanz. La oscura alternativa es convertirse indefinidamente en la muleta del PP en una “gran coalición”. España tiene un problema evidente, que forma parte del diagnóstico por el que hemos llegado a este punto. A los que quieren destruir España los hemos convertido en imprescindibles para la alternancia. A la vista de esta situación, Pedro Sánchez tiene que ser muy fuerte para resistir la tentación de echarse en manos de los separatistas y la izquierda radical. Al menos en circunstancias normales. Lo cierto es que no estamos en circunstancias demasiado normales, por lo que queremos creer en el PSOE y, no sin cierto temor, en que todo se va a resolver para bien.

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Lo peor imaginable puede no pasar

Naturalmente no es que todo lo antes descrito en el peor escenario imaginable vaya a ocurrir. Es improbable que ocurra. Es, como acabamos de decir, sólo el peor escenario imaginable. Sin duda todo puede resolverse mucho más fácilmente. La insurrección separatista podría disolverse como un azucarillo o caer cual castillo de naipes. Quizá nadie abra los colegios. Quizá nadie acuda a las mesas, no haya papeletas, los protestantes sean escasos y pacíficos, el temor reverencial a Hacienda limite los desafueros, las fuerzas del orden puedan actuar sin necesidad de recurrir a la fuerza, Puigdemont o Junqueras sean juzgados dentro de 11 años (lo que está tardando el caso del Forum Filatélico) en medio del desinterés general, por desobediencia, prevaricación o malversación. Francamente deseamos que esto acabe siendo calificado por la historia como un incidente burocrático y un ir y venir de papeles y declaraciones a su vez declaradas nulas y virtuales, en el que nadie salió herido y tras el que la bolsa subió un 25%.

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No es imposible. ¿Pero es imposible un escenario mucho más peligroso? ¿Cuántos locos hacen falta en la calle y cuántos irresponsables en la política para que salte una chispa? Y si salta, ¿podemos estar seguros de que no tendrá graves consecuencias? ¿Está todo controlado o hace décadas que empezó a descontrolarse todo? Si al final esto acaba el 2-O en una resaca sin consecuencias, ¿será que tampoco era para tanto o que esta vez habremos tenido suertecilla? Lo cierto es que, en el mundo real, o los separatistas o nosotros, uno de los dos no consigue su objetivo.

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