Desaparece Aralar, la formación creada por Patxi Zabaleta

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Patxi Zabaleta, presidente y fundador de Aralar, ha anunciado que en el séptimo congreso de esta formación, que se celebrará el 2 de diciembre en Pamplona, se propondrá la autodisolución de la formación, cosa que sucederá con toda probabilidad. El propio Zabaleta ha reconocido que «algunos de nosotros, la mayoría de la gente de Aralar, no todos porque eso está en el ámbito de la libertad personal, ya somos militantes de EH Bildu».

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El 2 de diciembre, por tanto, todo indica que desaparecerá este partido que comenzó en el año 2000 como corriente crítica de Euskal Herritarrok, una de las múltiples siglas pantalla de la ilegalizada Herri Batasuna, de la que Zabaleta formó parte desde su inicio y de la que fue concejal, diputado foral y dirigente, en calidad de miembro de la “Mesa Nacional” a lo largo de los años ochenta y noventa, por otro lado los más sangrientos de ETA. Esta referencia resulta pertinente porque, tras décadas de asesinatos en las que Zabaleta permaneció en Batasuna sin apenas pestañear, la creación de Aralar se produce coincidiendo con la ilegalización de aquella formación. ¿Vio Zabaleta la luz o sólo que Batasuna era un barco que se hundía y del que interesaba salir? De hecho, la etapa políticamente más eminente de Zabaleta se produce a partir de ese momento, en ausencia de Batasuna, como líder de Aralar y Nafarroa Bai.

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Al volver a entrar la izquierda abertzale en la legalidad, sin embargo, el hecho es que Bildu ha ido absorbiendo a todas las formaciones que o bien se encontraban anexas ideológicamente, o bien como Aralar habían constituido una escisión. Al final Bildu se ha comido a toda la izquierda nacionalista, lo que además no está claro que signifique que Bildu se ha moderado o más bien que la izquierda nacionalista se ha radicalizado, recuérdense los problemas para condenar recientemente atentados como el de Hipercor o la ausencia de condena en el Ayuntamiento tras las agresiones de Alsasua, por parte de Bildu. Cierto es que ETA ha dejado de matar en esta etapa, pero también lo es que la izquierda abertzale no ha empezado a rechazar la violencia, siquiera de aquella manera, hasta que la ETA ha dejado de practicarla. Difícilmente se puede pensar que esto resulta casual. Tampoco parece casual que ETA haya dejado de practicar la violencia cuando, ilegalizando a Batasuna, se la ha obligado a tener que elegir entre votos o pistolas.

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Seguramente la historia valorará la aportación de cada cual a la derrota de ETA en base a dos elementos. Primero cuántas víctimas se dejó cada cual en la lucha contra ETA, porque aquí hay segmentos políticos que ni tocaron a ETA ni ETA los tocó. El segundo elemento para determinar la aportación de cada cual al fin de ETA será la posición respecto a la ilegalización, convertida en factor determinante del abandono de la actividad terrorista. Quien estaba cómodo con ETA en las instituciones y ETA matando a quien le llevaba la contraria en las instituciones, aportó bien poco a la derrota de ETA, aparte de que debía sufrir poco para sentirse cómodo en semejante situación. En un día como hoy hay frases memorables de Zabaleta como “no sería gestionable una victoria de ETA, pero tampoco es deseable una victoria policial”. No pensaba lo mismo toda la gente que tenía que mirar debajo del coche antes de montarse, claro está.

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En estas mismas horas ETA ha emitido un comunicado en el que anuncia la apertura de una reflexión interna sobre su función y su ciclo vital, sin mencionar su disolución. Es curioso que Aralar, al final, vaya a anunciar su disolución antes que ETA. Eso sí, en ese magma batasúnico en el que han acabado todos, sólo pintan algo los ortodoxos, los soldados disciplinados. Tras devorar al resto, los zabaletas y los maiorgas ya no pintan nada. Se quedaron sus siglas, se quedaron sus votos, pero mandan los Arnaldo, Adolfo y Bakartxo. Bueno, Bakartxo tampoco tanto.

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