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Normalmente en la vida no hay nada que sólo tenga pros y ningún contra. La vida es dura. La vida es elegir. La vida es bella. Lo que suele suceder es que, cuando una elección se hace desde fuera de los parámetros y las bendiciones del discurso de progreso dominante, en primer lugar se presenta esa decisión como si sólo tuviera consecuencias negativas, y en segundo lugar a quien toma esa decisión, acaso discutible, se le acusa de ser un criminal y un genocida.
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Naturalmente esto no sucede cuando alguien toma una decisión también discutible, también con sus pros y sus contras, pero dentro de la ortodoxia y los parabienes progresistas. Por ejemplo, raramente se dirá que la prohibición del DDT es un “logro” ecologista que causa anualmente millones de muertos por malaria. Tampoco se suele hablar demasiado de que el rechazo al arroz transgénico evita que se pueda salvar la vida a otros varios millones de niños más que mueren por falta de vitamina A.
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Que se llame “progresista” a un colectivo que se opone a los trenes, las autovías, la energía nuclear, los tendidos eléctricos, las antenas de los móviles, los transgénicos, el wifi, los campos de golf o los pantanos, no deja de ser paradójico, por más que por otro lado sea partidario de la prostitución y los vientres de alquiler, aunque no de las azafatas. Algún día habría que revisar en qué consiste eso de ser progresista.
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Todo lo dicho sirve como introducción a esta curiosa noticia:
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La información tiene dos vertientes, la política y la ecológica. Si se trata de que Marruecos está vendiendo la arena de un territorio ocupado que no es suyo, podemos estar todos de acuerdo. El problema entonces no es que se venda la arena, sino que alguien venda una arena que no es suya. Si leen hasta el final, verán que tampoco es para tanto la cosa.
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La otra vertiente es la ecológica, en base a la cual vender la arena del Sahara es un atentado ecológico y un negocio inherentemente perverso. No es excluyente que alguien pueda aunar las dos objeciones y pensar que es un robo y un atentado ecológico. Los países ricos, en su infinita maldad, resulta que ahora se dedican a expoliar a los países pobres al punto de robarles la arena del desierto. Somos tan cabrones que no les vamos a dejar ni la arena.
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Por otra parte, a poco que investiguemos un poco nos encontramos con que efectivamente no es que a los pobres se les robe la arena, sino que se les compra. ¿Es una cabronada comprarles arena a los pobres? Alguien podría pensar que es una cabronada en la medida en que lo sería que alguien nos comprara el polvo que se acumula debajo de nuestra cama. Cierto que podría ser un atentado irreparable contra nuestro hábitat natural, por todo lo demás sería la noticia más maravillosa del mundo.
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Lo de la destrucción de los parajes naturales también merece una reflexión ya que si te cargas un bosque es una catástrofe porque se convierte en un desierto, pero si te cargas un desierto es acto intolerable de terrorismo ecológico porque el desierto es un tesoro natural y ecológico. ¿En qué quedamos? Porque da la impresión de que todo es un tesoro ecológico en cuanto nos acercamos a tocarlo. El problema es que si todo es un tesoro nada es un tesoro. Llevando al extremo esta teoría no podríamos echar a perder el paisaje natural cultivando los campos o vallando terreno para el ganado. Nos moriríamos de hambre, pero el entorno natural de nuestra tumba sería precioso.
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En realidad, para ver cómo sería el mundo dirigido por los postulados del recetario progresista basta con estudiar cómo era el mundo hace 7.000 años. En serio que hay que darle una vuelta a por qué llamamos “progresistas” a una serie de ideas y postulados que de ser aplicados en toda su magnificencia nos devolverían a la Edad de Piedra.
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Lo que a lo mejor querrían decir algunos críticos progresistas es que el problema de comprar arena a los pobres (o petróleo, o cobre, o madera) es que los pobres no disfrutan de los beneficios, sino que el dinero que pagamos por la arena se lo queda el gobierno. Lo que sucede es que entonces el problema será ese gobierno y no que les compremos la arena. Se trata de una conclusión peligrosa si partíamos de la premisa de que es bueno que haya un gobierno que defienda a la gente de la propiedad privada. A ver si va a ser justo lo contrario. Empezamos reconociendo que hay gobiernos malos, gobiernos opresores y gobiernos con intereses opuestos a los de los gobernados y acabamos defendiendo la propiedad privada, las libertades individuales y el derecho de la gente a comer antes que a cuidar el paisaje.
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Algunos progres, pese a todo, han sido avistados tomando el sol en la playa
El menor de los problemas de los saharauis es la escasez de arena. España tiene casi 8.000 kilómetros de costa, que por una profundidad de 500 metros nos darían 4.000 kilómetros cuadrados de playa. Obviamente no hace falta regenerar todas las playas de España, pero incluso así resulta ilustrativo comparar la cifra con los 9 millones de kilómetros cuadrados que tiene el Sahara. Podemos tener playa y podemos tener paisaje desértico todavía a mansalva. Y es que resulta importante conservar el Sahara para que los progres y los que no somos progres podamos recrearnos con la foto en el salvapantallas de una preciosa puesta de sol, aunque realmente no sea muy progresista condenar a los pobres a comer arena para poder gozar de nuestro salvapantallas. Por otra parte ser progre en general no consiste en arreglar ningún problema, sino en criticar todo lo que hacen los demás e incluso criminalizarlo para sentirse moralmente superior.
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La calima ens roba
Como remate de esta reflexión que, como vamos a ver, en el fondo no tiene mucho sentido, se puede añadir que, mientras nos peleamos por un barco, las tormentas y los vientos desplazan continuamente miles y miles de toneladas de arena del Sahara hacia el mar o hacia los parabrisas de los coches limpios aparcados en la calle, sin provecho alguno para nadie y sin que por otra parte haya quejas. No tiene sentido alguno preocuparse por un barco ni por cien barcos de arena. De algún asumimos con naturalidad que la Naturaleza es fascista.
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Un comentario
El único progre que me merecería credibilidad sería el que voluntariamente se vaya a las cavernas a vivir de lo que consiga con su único esfuerzo. Si conocen a alguien así, me lo presenten.