«El fuego del progreso»

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Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperucita Roja, por el contrario, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar verse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.

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De camino a casa de su abuela, Caperucita Roja se vio abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la
cesta.

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—Un saludable tentempié para mi abuela quien, sin duda alguna, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es —respondió.

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—No sé si sabes, querida —dijo el lobo—, que es peligroso para una niña pequeña recorrer sola estos bosques.

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Respondió Caperucita:

—Encuentro esa observación sexista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social y a la perspectiva existencial —en tu caso propia y globalmente válida— que la angustia que tal condición te produce te ha llevado a desarrollar. Y ahora, si me perdonas, debo continuar mi camino.

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Lo que acaban ustedes de leer es un fragmento de “Cuentos infantiles políticamente correctos”, una obra de 1995 de James Finn Garner en la que se parodia inmisericordemente el pensamiento políticamente correcto. No crean ustedes que Finn Garner andaba muy desencaminado, asumiendo que todos los cuentos tradicionales tendrían que ser estrictamente revisados o totalmente prohibidos a los niños, para imponer hasta la ridiculez el actual discurso social, política ymediáticamente dominante. De hecho, alguien podría cuestionarse si se debería prohibir a los estudiantes leer “El Quijote”, “Los Miserables” o “Moby Dick”.

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La literatura clásica es fascista

Hasta hace muy poco tiempo, solía pensarse que la cultura de cualquier persona necesariamente se vería enriquecida con la lectura de los clasicos, y que los clásicos eran un depósito del saber acumulado durante siglos. En realidad, los humanos llevamos siglos y siglos dando vueltas a las mismas ideas y los clásicos, simplemente, son algunas de las cumbres en las que han cristalizado esas reflexiones sobre los problemas inherentes al ser humano con los que todos cargamos. Por el contrario, desde el pensamiento políticamente correcto podría pensarse que empaparse en todas esas lecturas sólo sirve para perpetuar los estereotipos y esquemas mentales de tiempos retrógrados y superados. Lo cierto es que o el pensamiento políticamente correcto acaba con los clásicos, o los clásicos podrían acabar con el pensamiento políticamente correcto. Lo curioso es que los extremos a los que puede llevar la dictadura del pensamiento dominante progre empiezan a llamar la atención y ser señalados hasta en algunos lugares bastante insospechables. La TV3 catalana, por ejemplo, y si no les invitamos a que vean este curioso vídeo.

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https://www.youtube.com/watch?v=5A3RvQ9kqY0

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4 respuestas

  1. Pero si ya lo dijo Churchill, que veía venir toda esta «progrez», neopalabra compuesta de progre y hez.
    «En el futuro los fascistas se donominarán a sí mismos como antifascistas».
    Y el futuro nos golpea con su dura y descalabrante realidad. La educación progre ha producido una camada de fascistas de salón y alguno subido al monte.

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