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No. No es un vídeo desagradable. Por el contrario, es un vídeo entrañable. Se trata además de un vídeo elaborado por varias asociaciones con motivo del Día Mundial del Síndrome de Down, entre ellas la Fundación Jérôme Lejeune y Down Madrid. El vídeo comienza relatando el contenido del mail enviado por una futura mamá: “Estoy esperando un bebé y acabo de saber que tiene Síndrome de Down. Estoy muy asustada. ¿Qué tipo de vida tendrá mi hijo?”. El vídeo es la respuesta a esa madre asustada.
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El vídeo se empezó a emitir en Francia hace un par de años, tras lo que el Consejo Superior de lo Audiovisual (CSA) recibió varias quejas. Este organismo decidió entonces que el mensaje del vídeo era “susceptible de controversia” y “no se basaba en el interés general”, por lo que decidió prohibir que se siguiera emitiendo.
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La decisión del Consejo Superior de lo Audivisual fue recurrida ante el Consejo de Estado francés, le cual ha confirmado su prohibición con el argumento de que se trata de un vídeo “inapropiado” porque su visionado “probablemente perturbaría la conciencia de las mujeres que habían tomado diferentes opciones legítimas de su vida personal”, y confirma que no tiene interés general. Es decir, las mujeres que han abortado podrían ver removida su conciencia, lo cual el estado francés debe evitar.
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La primera cuestión a subrayar en torno a esta historia es que, en estos tiempos en que parece que tanto amamos y protegemos la libertad, en realidad hay un poder férreo que puede censurar completamente un punto de vista. La misma existencia de este poder que decide lo que podemos saber y lo que no para que no se perturbe nuestra visión de las cosas, en realidad la visión de las cosas de ese gran poder y sus organismos de control, ya es algo sumamente «perturbador». Además, el punto de vista que este gran poder decide eliminar no es un discurso xenófobo, ni pornográfico, ni islamista radical, ni que promueva el odio de clases, o el odio ideológico… de hecho, ese tipo de discursos sí se toleran en mayor o menor medida. A lo que inmediatamente reacciona ese gran poder es a un vídeo que sutilmente puede llevar a quienes lo ven a la idea de que el aborto está mal, o no es lo que nos venden, o que plantea un grave dilema moral. ¿Se imaginan que algún día, después de practicarlos por millones, se llegara a la conclusión de que el aborto está mal? Mejor no pensar. No se piensen tampoco que esta censura ha levantado en Francia un enorme clamor. Como diría Ned Flanders «hay cosas que no queremos saber, y cosas importantes».
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La segunda cuestión es que si, efectivamente, tras ver el vídeo podría removerse la conciencia de quien lo ve y cambiar su punto de vista, ¿no es esa precisamente una magnífica razón para verlo? Desde el punto de vista científico y racional, si hay un argumento que puede cambiar tu percepción de la realidad ése es justo el tipo de argumento que interesa conocer. Suspender el conocimiento y prohibir los puntos de vista que nos perturban es institucionalizar la ignorancia y el error. ¿Qué credibilidad puede tener un discurso basado en el ocultamiento de los puntos de vista contrarios? Prohibir los puntos de vista contrarios, ¿no es ya reconocer la falsedad del punto de vista que se pretende defender? ¿No es admitir que nadie creería la idea que se pretende proteger si se conocieran los argumentos en contra de ella? ¿Qué otro sentido tiene prohibir una reflexión en vez de rebatirla?
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Naturalmente lo que nos queda por hacer es ofrecerles el vídeo. Les recomendamos vivamente que pulsen el play y dediquen un par de minutos a verlo porque efectivamente se pueden perturbar y emocionar. Conste una vez más para su tranquilidad que, aunque no es un vídeo ingenuo, no van a ver nada escabroso y desagradable, sino todo lo contrario.
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