EEUU dice: Yes we Trump!

“La pregunta de mañana es: ¿quiénes queréis que gobierne América, la clase política corrupta o la gente?”

¿Les suena familiar la frase?

Pues bien, la frase anterior es la pregunta con la que Donald Trump cerró la campaña en su último alegato a los votantes. ¿De dónde ha salido tanto apoyo a un candidato como Donald Trump? Puede que no sea tan extraño que su mensaje haya sido tan similar al de Pablo Iglesias. Es el mensaje que ahora vende. La gente quiere comprar este mensaje, tanto en EEUU como en España, o en muchos otros países, y como la gente quiere eso exactamente eso es lo que venden Trump o Pablo Iglesias, aunque sea desde ubicaciones políticas tan distantes. Si el mensaje comprado es el mismo, no nos digan que el votante de Pablo Iglesias es mucho más inteligente y respetable que el de Trump.

¿Por qué la gente compra este discurso?

Es posible que haya tres causas para ello. En primer lugar porque efectivamente hay mucha corrupción en el sistema. En segundo lugar porque vivimos en sociedades en las que existe una creciente falta de valores. Los políticos no son, aunque nos moleste reconocerlo, sino un reflejo de la sociedad. No vivimos en una sociedad arcangélica en la que gobiernan unos señores caídos de otro planeta con el gen de la corrupción. En la sociedad hay tanta corrupción como en la política, quizá más. Y es acaso por eso por lo que la sociedad ruge contra la corrupción. El último acto de Pedro Sánchez ha sido defender que Cataluña y el País Vasco son naciones, el primer acto de Pedro Sánchez fue presentarse ante una bandera española gigantesca. Dime de qué presumes y te dirá de qué careces. Lo que te obsesionas por destacar es precisamente lo que te falta. Pasa continuamente.

Como tercer factor, la gente compra ese discurso porque es fácil. ¿A quién vas a votar? ¿A Donald Trump o a los corruptos? ¿A Pablo Iglesias o a los corruptos? ¿A Jesús Gil o a los corruptos? Si unos tienen toda la bondad y toda la razón, no hace falta pensar más a quién hay que votar. Los honrados, los corruptos; lo de arriba, los de abajo; los nuestros, los otros. Obviamente el votante siempre se acaba situando, tanto el votante racional como el emocional, sin embargo quizá pierde peso el votante que apoya una candidatura tras abrazar sus argumentos frente al votante que abraza unos argumentos tras apoyar una candidatura. Puede ser que en la sociedad actual el libro o la reflexión pierda peso frente al tuit, el fogonazo, la publicidad y la impresión.

El extremista Trump y otros extremistas

Parece haber un consenso en torno a la sentencia de que Trump es un extremista. Puede que lo sea. No obstante, resulta llamativo escuchar a alguien decir que Trump es un loco o un extremista cuando esa misma persona apoya a un candidato que dice de una presentadora que “la azotaría hasta que sangrase”, o que confiesa que “me ha emocionado” el ver una agresión a un policía, o que felicita su cumpleaños a Fidel Castro, o que pide la amnistía de los presos de ETA. ¿Ha dicho o hecho Trump cosas mucho más desrazonadas o extremistas que estas? ¿Se puede defender la candidatura de Otegui y cuestionar a Trump? Ser un extremista o alguien que viene a regenerar la vida política parece ser a veces cuestión de punto de vista.

¿Cómo se ha llegado a tener que elegir entre dos candidatos tan malos?

EEUU es la primera potencia mundial, un país de 300 millones de habitantes, el lugar en que se encuentran las mejores universidades del planeta y del que sale el mayor número de premios Nobel, el sitio en el que están las principales empresas, la tierra donde van a triunfar las mentes más brillantes del planeta. ¿Cómo es posible que habiendo tanto donde elegir haya una oferta de dos candidatos tan flojos?

Entre los candidatos a ocupar la Casa Blanca en los últimos años, de hecho, estamos viendo movimientos bastante extraños y llamativos. Hillary Clinton es la mujer de un ex presidente. George W. Bush fue hijo de George H. W. Bush, otro expresidente. Jeb Bush, hijo de George H. W. Bush y hermano de George W. Bush ha sido otro de los posibles candidatos en las primarias republicanas. Ya se nos está anunciando que Michelle Obama puede ser la próxima candidata demócrata. Parece que el presidente de los EEUU no se elige entre 300 millones, sino entre un grupito de 30 personas. Esto puede explicar la falta de calidad de la oferta. Evidentemente hay que ser mucho más brillante para ser el mejor de 300 millones que para ser el mejor de 30.

La respuesta a la pregunta de cómo entre tantos y tan buenos sólo hay unos candidatos tan malos y tan repetitivos sin duda tiene mucho que ver con el estancamiento del sistema. Es evidente que en la partitocracia no hay circulación de personas, ni competencia, ni selección de los mejores y más inteligentes y cualificados. El sistema ya no se basa en el mérito sino en el parentesco. EEUU se acerca al nepotismo. Es probable que la situación no sea mucho mejor en el resto del mundo.

Esto seguramente tiene mucho que ver con el ascenso de Trump, el de Pablo Iglesias o el de la extrema derecha y la extrema izquierda en otros países de nuestro entorno. Entre la casta y cualquier otra cosa, o la corrupción y cualquier otra cosa, hay mucha gente dispuesta a elegir cualquier otra cosa.


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En realidad, da la impresión de que cuanto más cerrada es la casta y más corrupción existe en la partitocracia, hay que poner como alternativa una cosa más chabacana. Si la alternativa es lo suficientemente pavorosa, la casta, en vez de regenerarse, se asegura la continuidad. Trump, en el fondo, era el mejor candidato para tratar de asegurar la victoria de la casta, a la que sin duda representa Hillary Clinton. En España, también podría pensarse que Pablo Iglesias es el mejor candidato para poder perpetuar a Rajoy en el poder sin que Rajoy tenga que cambiar nada. Lo que pasa es que apostar por esta forma de mantenerse en el poder es jugar con fuego. Con esta forma de utilizar espantajos para perpetuarse sin regenerarse, los espantajos empiezan a cosechar un respaldo que bajo otras circunstancias jamás podrían soñar.

Para combatir esos espantajos sin duda hay que utilizar la razón y el discernimiento, pero también hay que regenerar el sistema por completo. No será posible lo uno sin lo otro. Si a la pedagogía y el razonamiento no lo acompaña la regeneración, será la era de los espantajos. Sin duda hay soluciones fuera del sistema, pero no sólo hay soluciones fuera del sistema.

Obviamente llega un punto en que el espantajo no es mucho más espantajo que su alternativa. La abortista, keynesiana, demagógica, homomatriarca e intervencionista candidata demócrata puede que sólo sea mejor que Trump en las formas, y tampoco demasiado. Los estadounidenses, el resto de la humanidad, hubiéramos merecido hoy algo mucho mejor. No sólo hubiéramos merecido un mejor ganador sino también y mucho antes mejores candidatos. O quizá tenemos lo que merecemos, según juzguen ustedes todo lo que han leído. El problema con este par de productos defectuosos a cuya elección nos han abocado es que no han surgido de la nada, sino que son el resultado toda una larga serie de errores de montaje en la cadena de producción, prolongados en el tiempo. No tiene sentido quedarse mirando los dos muñecos defectuosos, hay que revisar todo el proceso de fabricación.

Al margen de todo lo anteriormente dicho, como cuando nos enfrentamos al Brexit, vuelve a ponerse de manifiesto un cambio en los centros de poder. Estamos ante una derrota en toda línea del pensamiento progre políticamente correcto, incapaz de mantener en el redil al rebaño. Los estadounidenses han votado su hartazgo contra algo, incluyendo el poder mediático situado casi unánimemente contra Trump, a ambos lados del Atlántico. En un día como hoy hay que preguntarse cuánto hay de verdad en toda la información que nos llega, ¿no estaban encantados los americanos con este simpático personaje de la Casa Blanca que cantaba tan bien y contaba unos chistes tan graciosos? ¿Cómo es posible entonces que surja de pronto semejante reacción contra el Partido Demócrata? Y si Clinton contaba con el respaldo de todo el poder mediático y financiero mundial, ¿como puede haber llegado Trump tan lejos contra todo ese poder si ese poder no se estuviera resquebrajando?

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5 respuestas

  1. Creo que es el mejor análisis que he leido hasta la fecha. Solamente habría que añadir una cosa y es que Trump ha contado con la mayoría silenciosa.

    ¿Qué pasaba en los Estados Unidos?, por un lado escuchábamos una y otra vez las bondades de la candidata demócrata y lo malo y retrogrado que es Trump. Es el discurso de lo políticamente correcto. Si te sales de ese discurso oficial progre, eres un malvado fascista (En España, le añadirían la coletilla de ‘franquista’).

    Por lo tanto, las personas que tienen otra opinión callan en legítima defensa (como aquí). Por eso los podemitas se sorprenden de que no haya ganado Hillary y de que el PP gane las elecciones.

  2. Hace un año y medio me habría sorprendido la victoria de Trump, pero hace un par de semanas oyendo la radio me acordé que Trump era el candidato a la presidencia.

    Hubo un determinado momento en que la maquinaria electoral del partido republicano tomo el control de la candidatura de Trump. moldeó su discurso, dejó de meterse en temas pantanosos y simplificó al máximo sus lemas electorales, resumidos en un «Let’s make America great again»

    Aquí ha ganado la estrategia electoral. Pero espero que Le Pen se pegué el batacazo en año que viene porque Trump no es un antisistema, ni es un racista aunque los racistas le apoyaron al principio

  3. Si no somos capaces de prestigiar nuestro sistema político se establecerán tiranías con careta de democracia. Es lo que pasa en Venezuela, por ejemplo. Le Pen, Trump, Iglesias… Todos son la misma cosa.

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