Delincuentes, gilipollas y una Cruz de Borgoña

Aparte de todas las cuestiones previsibles, el debate de investidura de ayer dio lugar a una serie de situaciones más o menos peculiares. Por otro lado, Rajoy no consiguió la presidencia en primera votación al cosechar sólo 170 votos a favor por 180 en contra. Sin embargo, si excluimos a los 19 separatistas catalanes y a Bildu, Rajoy obtuvo 170 votos frente a 161. No es que se puedan eliminar diputados a voluntad, pero no parece muy factible gobernar España con quienes quieren destruirla por lo que podrían calificarse de tóxicos esos 19 diputados, al menos para condicionar un gobierno.

Delincuentes

Defendiendo las movilizaciones contra la investidura de Rajoy, Pablo Iglesias consiguió dar la nota una vez más asegurando que «Hay más delincuentes potenciales en esta Cámara que fuera». La frase de Pablo Iglesias tiene su jugo porque delincuentes potenciales somos todos, es lo que tiene la libertad y nuestra naturaleza pecadora, en ese sentido hay tantos delincuentes potenciales fuera como dentro del Parlamento. De algún modo esto quiere decir dos cosas. Primero que Pablo Iglesias no tiene claro que los políticos son un reflejo de la sociedad, y segundo que hablar de delincuentes potenciales es decir nada. Decir algo hubiera sido señalar en el parlamento a una serie de delincuentes reales o actuales. Si el líder de Podemos dijo “potenciales” es por no poder señalar a ningún delincuente real concreto. Su frase es por tanto pura demagogia. Tampoco es que Pablo Iglesias sienta demasiada animadversión por los delincuentes reales si estos son del perfil de Otegui o “Alfon”.

Lo más preocupante es que de Podemos se puede decir lo peor que se puede decir de un partido político: que criminaliza al contrario, que siembra el odio entre españoles, que divide la sociedad entre los delincuentes y ellos, los que están con los delincuentes y ellos.

Gilipollas

Pablo Iglesias también acaparó titulares al señalar durante el debate que, a día de hoy, las dos instituciones a prueba de crisis son la Monarquía y el PNV, bien unidos por la Cruz de Borgoña: “Sonríe el sr. Aitor Esteban, que sabe lo que significó la Cruz de Borgoña para los viejos gudaris vizcaínos. El señor Rivera a lo mejor lo busca en Google… Muy importante la Cruz de Borgoña para este país”. La respuesta de Rivera, para los suyos y fuera de micro pero percibida a pesar de todo, fue del siguiente tenor: “Capullo… Vaya gilipollas”. Alguien podría concluir que la dialéctica de la vieja política era bastante superior a la de la nueva.

La Cruz de Borgoña

Ya que se mencionó la Cruz de Borgoña, hay que recordar una vez más que se trata de uno de los símbolos más antiguos de España. Antes de la rojigualda, la Cruz de Borgoña era la bandera del Imperio Español, la que los tercios enarbolaban por todo el mundo. La Cruz de Borgoña, por otra parte, es una representación de la Cruz de San Andrés, característica por su forma de equis. ¿Dónde está la relación con el PNV? Asumiendo que Pablo Iglesias sabía de lo que hablaba y no estaba teniendo un momento «House Water Watch Cooper», aparentemente sólo hay dos cabos mediante lo que establecer una relación.

La Cruz de Borgoña, además de todo lo mencionado, es también la bandera que adoptó el Carlismo el cual, como todo el mundo sabe, tenía una gran implantación en el País Vasco. Podría decirse con carácter general que los antecesores del PNV eran carlistas, como casi todos los vascos de la época, incluyendo la familia de los hermanos Luis y Sabino Arana. Tal vez por ello no resulte sorprendente que en la ikurriña aparezca la misma Cruz de San Andrés que en la Cruz de Borgoña. De hecho la ikurriña ante la que se emocionan por igual los comecuras batasunos y podemitas se encuentra presidida por una cruz blanca, representando la divinidad, y una cruz verde de San Andrés. Esto no es una interpretación, sino la descripción de su propio diseñador, Sabino Arana, en su prosa clara y luminosa, que a continuación reproducimos por si tuvieran el tiempo y las ganas.

La ilegitimidad de Rajoy

Podemos también fue protagonista de un hecho preocupante como es el cuestionamiento de la legitimidad de la presidencia de Rajoy. En España los ciudadanos no votamos directamente al presidente del gobierno. Votamos a unos partidos y a unos representantes que son los que eligen al presidente del gobierno. Una alternativa a este sistema sería un sistema más presidencialista y menos parlamentario, en el que se eligiera al presidente en segunda vuelta por el voto directo de los ciudadanos.

Esto tendría la ventaja de que al presidente no lo elegiría la militancia de tal o cual partido, ni el nombramiento sería fruto de una serie de pactos o cambalaches en los despachos, sino resultado de la elección de los ciudadanos. A nadie se le escapa que los partidos suelen presentarse a las elecciones sin aclarar con quién pactarían después, lo que no deja de ser un pequeño fraude a los electores. Otra ventaja de la segunda vuelta sería evitar bloqueos y repeticiones electorales sin sentido como el escenario en el que hemos estado todos los meses pasados. Llama la atención que si se cuestiona el sistema que tenemos no se proponga la segunda vuelta, porque eso significa que el sistema de pactos y cambalaches entre los partidos, al margen de los electores, nos parece bien si nos favorece e ilegítimo si no lo hace, que es lo que le pasa a Podemos.

Que no, que no nos representan

Es evidente que la partitocracia resulta manifiestamente mejorable. Ahora bien, las hordas decididas a rodear el Congreso también es evidente que no salen a calle por amor a la libertad. Como bien expuso Rajoy en un momento dado del debate, nadie puede rodear el Congreso diciendo que los diputados no le representan, salvo que acepte que tampoco le representa Podemos. Porque en caso contrario el problema es otro: que Podemos sólo representa al 21% de los votantes. El problema entonces no es que Podemos no represente a las hordas que rodean al Congreso, sino que hay un 79% de españoles que están en otro talante y otra visión del mundo. Si alguien no acepta eso es que no es un demócrata y no tiene un problema con el parlamento, sino con el 79% de los españoles, la inmensa mayoría de «la gente».

Los numeritos en el día de ayer de Podemos, por otra parte, pueden ser un anticipo de la legislatura que nos aguarda y el tono y la forma en que la formación de Pablo Iglesias va a ejercer el parlamentarismo. Siendo esto grave, más grave aún es el número de españoles que les pueden comprar las formas e incluso el fondo.