Parece que el PSN ya le ha tomado la medida a Sanz, lo mismo que en su momento a Zabaleta. La debilidad permanente de Sanz es la causa de que el PSN le inflija una humillación diaria. Sanz se equivocó desde el principio al anunciar que se conformaba con el mínimo:
“no me da ningún miedo asumir un gobierno con una mayoría relativa, un gobierno minoritario sin respaldo mayoritario en el Parlamento”. La falta de valor ha llevado a UPN a echarse en brazos del PSN renunciando a todas sus bazas negociadoras: anunciando que se conformaban con la abstención del PSN en la investidura en vez de exigir un pacto de gobierno, renunciando a utilizar la amenaza de unas nuevas elecciones, dejando al PSN la inciativa de poner y alargar los plazos e incluso aceptando fiar la estabilidad del gobierno en acuerdos verbales con Puras (
"no tengo por qué exigir nada escrito"). Lo malo es que se trata de una posición perdedora incluso aunque consiga su objetivo máximo: la abstención del PSN en la votación de investidura.
Los problemas de Yolanda Barcina al frente de la alcaldía son un claro ejemplo de la precariedad de un gobierno minoritario frente a PSN y Nafarroa Bai. Hace unas semanas, la alcaldesa se quedó sóla tratando de impulsar un acuerdo que evitara el acceso de ANV a los cargos en empresas municipales. PSN y Nafarroa Bai votaron juntos rechazando la propuesta, lo que facilitará a ANV el acceso a los órganos rectores de sociedades como Pamplona Centro Histórico o Comiruña. Un anticipo de lo que le sucedería a Sanz teniendo enfrente una mayoría parlamentaria de PSN y Nafarroa Bai. Los socialistas podrían obstaculizar al gobierno a placer y tampoco afrontarían el desgaste de haber alcanzado un pacto de gobierno con Nafarroa Bai. Al final, hasta las bases más levantiscas del PSN se darían cuenta de que Zapatero no había hecho una mala jugada.