El debate entre autopistas y autovías separó tradicionalmente a la derecha de la izquierda, siendo la derecha generalmente partidaria de las autopistas y la izquierda de las autovías. La razón era que las autopistas tenía que pagarlas el conductor y las autovías eran gratis. Gratis en el sentido en que también tradicionalmente entiende la izquierda esta palabra; es decir, que la pagaba el contribuyente en vez del usuario. De esta manera, se evitara que hubiera un camino para ricos y otro para pobres.
El coste privado de las autopistas.
Una de las grandes ventajas del sistema de autopistas era que, como cualquier otra iniciativa privada, todos los costes corrían a cargo de la empresa que decidiera construirla. El coste para el contribuyente, por tanto, era cero. Los gastos los asumía la empresa con la expectativa de recuperar la inversión a través del cobro del servicio a los usuarios.
La autopista como vía alternativa.
Otra de las ventajas de las autopistas era que no sustituía a las carreteras, sino que se construía de forma paralela. Existían, por tanto, dos vías alternativas para efectuar un desplazamiento. La autovía, sin embargo, era una vía única y pública que, simplemente, sustituía a las carreteras nacionales existentes.
El fraude al contribuyente.
En cualquier caso, más allá del debate entre autopistas y autovías allí donde la iniciativa privada hubiera podido sustituir a la pública, la medida que conceptualmente no tiene ningún sentido es cobrar peaje en las autovías. Porque no tiene ningún sentido que el contribuyente pague una vez por construir y mantener la autovía y otra vez por usarla. Si la Administración paga la construcción y el mantenimiento de la autovía con el dinero de los contribuyentes, el dinero que luego les cobra por su uso meramente un expolio recaudatorio. Si el problema de las autopistas era el peaje, la construcción de autovías deja de tener ninguna ventaja sobre la de autopistas, que por lo menos las construye el sector privado, por lo que la medida es absurda. La medida resulta especialmente gravosa cuando la construcción de autopistas ofrecía como alternativa una red pública paralela y gratuita. Ahora habrá que pagar obligatoriamente la única vía existente. Si la autopista, finalmente, suponía que hubiera un camino para ricos y otro para pobres, la filosofía “de progreso” riza el rizo una vez más convirtiendo las autovías en autopistas y consiguiendo que al final sólo exista el camino para los ricos, pagado por todos. Todos los contras de las autopistas y ninguno de los pros de las autovías.
La hacienda vasca no tiene dinero.
Es posible que la medida de cobrar peaje en las autovías, traicionando su filosofía originaria, responda a la desesperada necesidad de fondos de la hacienda vasca. Lamentablemente, la sumisión del contribuyente parece hacer implanteable a los políticos la posibilidad alternativa de desinflar la Administración y con ello sus costes astronómicos. Una medida podía ser privatizar la ETB. Si así y todo aún faltara dinero, el gobierno vasco también podría ahorrarse todos los millones de euros que dedica a subvencionar ikastolas en Navarra. Imaginación.
El PP y UPN.
Al grito de “quien usa, contamina y paga”, desde Aralar hasta el PNV se han abrazado a la descarada excusa verde para condenar al contribuyente, como paso previo a su expoliación sumaria. En la CAE, únicamente el PP se ha opuesto a la medida de aplicar el peaje. En Navarra, el Ejecutivo foral también se ha posicionado en contra.