Tras años de sabotajes y amenazas, los ataques de ETA contra el AVE vasco se cobraron ayer su primera víctima mortal. Los terroristas asesinaron en la localidad de Azpeitia (Guipúzcoa) al empresario Ignacio Uría, propietario de la Altuna y Uría, una de las empresas concesionarias del Tren de Alta Velocidad vasco (TAV). Uría, de 71 años, recibió dos disparos a bocajarro, uno en la frente y otro en el pecho, cuando se dirigía desde su empresa al restaurante al que acudía todos los días a jugar a las cartas.
El caso es que, recientemente, miles de cartas fueron buzoneadas en toda Pamplona mediante una carta que, sibilinamente, pretendía aparentar a primera vista corresponderse con un misiva de la hacienda foral. En aquella ocasión, hubo quien señaló que se trataba de un mal augurio. Que dicha campaña podía ser casual, o bien suponer la preparación del caldo de cultivo para la justificación de un asesinato en relación con el AVE. No sabemos si es el caso, pero el hecho es que tenemos la carta y tenemos el asesinato. Entre medio, sólo dos semanas han pasado.