Ha terminado con la semana que acaba la más extraña y frustrante legislatura de nuestra historia. Las urnas exigían un acuerdo que constitucionalmente y aritméticamente era posible. Los tres partidos leales a la Carta Magna sumaban una mayoría suficiente para haber llegado a un compromiso. Pero han primado los vetos, los cordones sanitarios y la falta de flexibilidad. La foto del pasado sábado día 23 en la entrega del Cervantes, con un Mariano Rajoy y un Pedro Sánchez incapaces de saludarse, quizás sea el retrato más doloroso de dónde hemos acabado.
Esperemos que estos últimos meses sean un paréntesis, y que a partir de junio cambien las actitudes. España necesita ejemplaridad en el diálogo.