El de Artica no es sino un caso entre muchos, en el que el ayuntamiento se ha ido cargando de propiedades sin tener previsto para ellas ningún uso previamente definido. A tal punto que los vecinos han recibido en sus buzones un cuestionario planteándoles la utilidad de estos inmuebles. Por un lado, un par de pisos. Por otro, una oficina de 60 metros cuadrados en una segunda planta. Además, una bajera de 171 metros. La papeleta incluye un casillero para marcar la opción elegida para cada inmueble: como centro social, centro cultural, peña o sociedad de actividades culturales. Síntoma del cambio de ciclo y del sino de los tiempos, el franqueo de la respuesta corre a cargo de cada vecino.
La opción que no incluye el cuestionario es la de alquilar los inmuebles para generar un ingreso municipal que, por ejemplo, redundara para los vecinos de Artica en la eliminación o al menos la disminución de la contribución urbana.