Este fin de semana se ha cumplido el aniversario del asesinato de Gregorio Ordoñez, al que han acudido Uxue Barcos, Laura Pérez o la presidenta del Parlamento. Estas presencias y su postura en relación con sus verdugos, o con otras víctimas, nos lleva una vez más a la reiterativa polémica en cuanto a si hay víctimas de distintas violencias y si todas son iguales y todas merecen el mismo reconocimiento. ¿Es posible intentar establecer un criterio respecto a quiénes son víctimas y quienes no o incluso si siendo víctimas todas lo son por lo mismo y merecen el mismo reconocimiento por parte del estado?
En este sentido, para empezar, habría que señalar que no todas las víctimas son lo mismo, lo que parece de simple sentido común.
No es lo mismo el concejal al que le ponen una bomba lapa que el que terrorista al que le explota la bomba lapa que le iba a colocar a un concejal. Ambas víctimas no son iguales ni merecen el mismo reconocimiento. Uno es una víctima y el otro un terrorista torpe, un verdugo al que le ha explotado su propia bomba. El gobierno, por consiguiente, no puede poner a ambos al mismo nivel y homenajear a ambos. El gobierno tampoco puede homenajear al terrorista y acudir luego al homenaje de la víctimas esperando que sus familiares le sonrían.
Pero si todas las víctimas no son iguales, ¿cómo podemos clasificar las víctimas y qué grado de reconocimiento puede tener la administración respecto a ellas? Si no todas las víctimas son iguales, ¿a cuáles hay que reconocer y a cuáles no y por qué? Tal vez podría resultar útil llevar a cabo una clasificación de este estilo, tratando de inspirarnos sólo en la lógica y el sentido común.
1-El terrorista caído en acción
Como señalábamos, es el terrorista al que le explota su propia bomba, el que muere en un tiroteo con la policía, el que se estrella con el coche en una persecución, el que resulta abatido por los escoltas de su víctima… Aunque sea una persona que ha fallecido a causa de la violencia, no deja de ser un verdugo y la violencia a causa de la que ha muerto es la fuerza legítima del estado, o incluso su propia violencia. El mero hecho de ser abatido por la policía no santifica ni legitima a ningún criminal. Su muerte se puede lamentar a nivel humano como cualquier muerte, pero no merece ningún tipo de reconocimiento oficial. Un yihadista que se inmola también entraría en esta clasificación.
2-Carrero Blanco
Cabe preguntarse su el mero hecho de ser asesinado por ETA convierte a todo el mundo en alguien merecedor de homenaje y reconocimiento público. El caso más ilustrativo podría ser el de Carrero Blanco. ¿Todas las víctimas de ETA son iguales en este sentido? Pues quizá no. Al mismo tiempo, cabe señalar que si ETA mató a Carrero Blanco no fue para defender la libertad, sino para sustituir una dictadura por otra. En este sentido no cabe tampoco una exculpación por la muerte de Carrero Blanco o no digamos un reconocimiento a sus autores.
3-El concejal asesinado por ETA
Hay un conjunto de personas cuyo reconocimiento público resulta indiscutible y obligado. Se trata por ejemplo de el concejal asesinado por ETA, o el policía o el militar ejecutados por la banda terrorista. Lo mismo se puede decir de todos los civiles asesinados por los etarras en sus acciones terroristas. Todas estas personas han caído en una lucha en la que por un lado estaban los terroristas y por otro la defensa de los derechos y libertades de la población y del propio estado. El estado de derecho les debe a estas personas su propia existencia y el conjunto de los ciudadanos la defensa de las libertades de todos. Es por tanto no sólo lógico, sino obligado, el reconocimiento público y oficial a todas las personas que han caído o han resultado heridas en esa lucha.
4-Las víctimas de la violencia policial
Una cuarta clasificación, más complicada, es la de las personas inocentes muertas por la policía. Tal pudiera ser el caso de Mikel Zabalza. O el de algunas víctimas del GAL. O el de una persona que, por conducir un coche idéntico a otro ocupado por unos terroristas fugados, es confundida y abatida en un control policial. Todas estas personas tendrían en común con las víctimas de ETA el haber sido víctimas de una violencia injusta, pero las diferenciaría el no haber caído en la lucha entre la libertad y el terrorismo. Todas estas víctimas sin duda merecen respeto, e incluso ser indemnizadas, pero no fueron asesinadas o secuestradas o heridas por los terroristas para doblegar las libertades y poner de rodillas al estado. Es lógico que el estado ofrezca especial reconocimiento u homenaje a quienes se sacrificaron en la defensa del estado y los derechos y libertades, sin que suponga menoscabo de otras víctimas de otras violencias.
En el capítulo anterior podría señalarse otro que sería el de las personas que, habiendo sido víctimas de una violencia injusta por parte del estado, sin embargo no eran víctimas inocentes. Es decir, igual que podría pensarse que Carrero Blanco no merece un homenaje del estado de derecho pese a haber sido víctima de una violencia terrorista, los terroristas muertos por una violencia injusta tampoco merecen por sólo este hecho ningún reconocimiento particular. Esa violencia injusta que recibieron no legitima su currículum criminal.
Naturalmente esta es sólo una clasificación posible, tal vez haya otras clasificaciones posibles, pero alguna clasificación es necesaria salvo que admitamos que no hay que clasificar a las víctimas y que entonces el etarra asesinado por el GAL, por haber sido asesinado por el GAL, deja de ser un terrorista y pasa a ser merecedor de un homenaje por parte del estado y que todas las víctimas de cualquier violencia son lo mismo. Meter a todas las víctimas en el mismo saco sí que sería injusto, porque no se puede tratar igual a lo que es distinto.
2 respuestas
En el recuerdo afectuoso a los que lo dieron todo por España y la libertad, valga la redundancia,
Decía Felipe Gonzalez que Carrero fue la primera persona del régimen que le envió a alguien no para detenerle o renegarle, sino para preguntarle qué creía que ocurriría al morir Franco, y cuales eran los planes del PSOE en tal circunstancia. Muchas veces se ha dicho (Gonzalez asi lo afirma) que el atentado, de una logistica compleja, tuvo que ser por fuerza «consentido» por sectores policiales y militares descontentos con la apertura de miras de Carrero.