¿Para qué pagamos, bien pagado, al señor Consejero de Educación? Se supone que su cargo es político, es decir, que tiene la misión de poner en juego una voluntad política y no solo el puro reglamento. Es alguien que está ahí para supervisar, para coordinar, para garantizar. Para representar también, en cierto modo, las convicciones de las familias que le han aupado a él y a su gobierno al sillón. No es un portero de discoteca. No es un pitufo en prácticas. Ha de cumplir la ley, claro, como todos. Pero como cualquier otro cargo político, y más siendo la cabeza visible del sistema educativo, hay que exigirle coherencia, valentía y decisión. Hay que exigirle que no sea esclavo de la ley cuando la ley es injusta.
Pérez-Nievas reconoce que la ley educativa del PSOE está mal, que es injusta. ¿No incumpliría la ley si Zapatero obligara a poner salsa picante en todos los menús escolares? Pues este bodrio neocomunista de Educación para la Ziudadanía es mucho peor.
El problema es que Pérez-Nievas es un positivista radical. No concibe que uno, libremente, pueda levantar con dignidad su voz ante la inmoralidad legalizada. Si hubiera sido rey de Troya hubiera caído en la trampa del caballo hueco como un ceporro. Porque lo único que parece importarle es el cumplimiento estricto de los formalismos, aunque lo que esté en juego sea la conciencia moral de los niños o la patria potestad de sus progenitores.
Si fuera un señor portero de sala de fiestas le preguntaríamos ¿cómo se llama ese fruto seco que es como una uva arrugada?… y pasaríamos. Pero como no es mas que un humilde Consejero de Educación a lo mejor lo que tenemos que hacer es preguntarle: ¿cuál es el femenino de objeto?
Jerónimo Erro