La cólera de Alain

El filósofo francés Alain Finkielkraut, uno de los analistas galos más importantes de las últimas décadas, está enfadado. Muy enfadado. La confusión que reina en su país alrededor de lo que significa la “identidad francesa”, las cesiones que, en su opinión, se realizan a los movimientos islamistas más intransigentes y la demagogia existente sobre los movimientos migratorios que azotan a Europa, son algunas de las causas de su cólera. Pero hay más.

En una reciente entrevista que ha mantenido con el semanario francés “L’ Express”, el filósofo responde a una pregunta crucial: ¿Quién es nuestro enemigo?, ¿Contra quién estamos en guerra?”. Publicado en la Tribuna del País Vasco el 2 de noviembre de 2015

TENÍAMOS QUE HABER DICHO, ALTO Y FUERTE, QUE ALGUNAS TRADICIONES, VALORES Y COSTUMBRES NO ERAN NEGOCIABLES”

“El islamismo radical ha declarado la guerra a los ‘judíos y a los cruzados’. Es necesario tener esto en cuenta porque significa que el multiculturalismo, en el que un día creímos, era una ilusión. Con la idea de la ‘diversidad’ nos centramos en lo idílico; pero ahora nos encontramos con la realidad dura de la confrontación”, explica el autor de “La derrota del pensamiento”. Y añade: “La integración está en crisis. Francia abandonó en su momento el concepto de asimilación porque parecía demasiado unilateral y optó por la idea más abierta de la integración, pero ésta no funciona. Este repliegue sucesivo, esta progresiva renuncia a imponer a nuestros invitados una forma de vida conjunta, testimonia la extrema dificultad que conlleva hacer cohabitar, en el interior de una misma comunidad, a poblaciones que no comparten principios, tradiciones e ideales similares”.

Preguntado por el periodista Christian Makarian sobre las razones que le han llevado a escribir en su última obra “La Seule Exactitude” (todavía no traducida al español) que “la yihad ha establecido un muro entre el mundo árabe-musulmán y nosotros”, Alain Finkielkraut explica lo siguiente:

“No podemos olvidar el pasado mes de enero, cuando se produjo el atentado islamista contra la revista satírica ‘Charlie-Hebdo’, en el que fallecieron 11 personas y otras 11 resultaron heridas.  Dibujantes y periodistas fueron asesinados porque habían ofendido al profeta del Islam; y los judíos fueron asesinados por ser simplemente eso, judíos. Los ciudadanos bajaron a la calle para decir que la libertad de expresión, que el humor y la sátira eran constitutivos de la identidad nacional y que esto o se toma o se deja. Que no es negociable. El eslogan de “Je suis Charlie” surgió en ese momento. Pero, rápidamente, se produjo un nuevo choque y se constató que no todo el mundo era Charlie. Ciudadanos de ‘barrios populares’ se quedaron en sus casas. Porque, según ellos, estos dibujantes habían ido demasiado lejos. Una escisión apareció entonces en la sociedad francesa y no creo que las cosas vayan a mejorar. Tengo miedo de que se desarrolle en Francia una especie de secesionismo cultural y territorial. Cuando hoy hablamos de ‘barrios populares’  estamos haciendo referencia a zonas de nuestras ciudades vacías de habitantes ‘old school’, tomando la expresión de Michel Onfray. Quiere esto decir que habrá dos comunidades en Francia, y que no habrá forma de reconciliar a éstas.

Preguntado por los responsables políticos de esta situación, el autor de “Los latidos del mundo” explica que “frente a la revolución demográfica que conocemos, teníamos que haber reafirmado claramente las leyes de nuestra hospitalidad. Teníamos que haber dicho, alto y fuerte, que algunas tradiciones, valores y costumbres no eran negociables. Sobre todo, tendríamos que haber diseñado una política escolar digna de este nombre. Es en la escuela donde Francia se presenta a los niños, que son, como ha escrito Hannah Arendt, no solamente seres inacabados sino, especialmente, seres recién llegados a la Tierra. Tanto la derecha como la izquierda han abandonado toda ambición educativa. En lugar de cultivar a los alumnos enseñándoles toda la sabiduría de un mundo más viejo que ellos, se les empuja a que se construyan su propio saber, abdicando poco a poco de toda autoridad. La escuela, ahora, no juega ningún papel. Soy hijo de inmigrantes, y tuve la suerte de poder asimilar una parte importante de la cultura francesa; esta opción ya no se proporciona a los alumnos de las nuevas generaciones. La última reforma escolar no hace sino reforzar el ataúd educativo reduciendo aún más las disciplinas básicas en beneficio de enseñanzas inter disciplinares que solamente sirven para introducir en las cabezas de los más jóvenes, en lugar de cultura, una religión civil que consiste en ‘luchar contra la discriminación’. Francia, que se ha convertido en una sociedad post nacional, post literaria y post cultural, renuncia poco a poco a sí misma. Francia se desintegra».

Inmigrantes

“Francia es una nación intranquila. Marsella se ha convertido en la capital de la hiper violencia. Ciudades como Mulhouse, Roubaix, Tourcoing, Albi o Carpentras están desconocidas. Cada vez encontramos más calles en las que las mujeres con velo islámico son mayoritarias. Los franceses no ven bien estos cambios y no comprenden las razones por las que se califican de ‘racistas’ sus opiniones y sus reacciones. Si la integración no funciona, la actual ola migratoria solamente servirá para agravar las tensiones. Esto es lo que ocurre. Y esto no tiene nada que ver, como dicen algunos, con la xenofobia. Es puro sentido común”.

Hegemonía cultural de la izquierda

“Las personas de izquierdas, sean ‘rojos’, ‘rosas’ o ‘verdes’, creen que la desigualdad es la clave de todos los males que afectan al ser humano. Para ellos, todos los conflictos se reducen a una lucha entre los ‘poseedores’ y los ‘desposeídos’. Si la izquierda está viendo cómo pierde su hegemonía cultural es porque el choque de culturas no puede explicarse por la cuestión social. Los pensadores de izquierda prefieren cerrar los ojos a lo que sucede a su alrededor en lugar de pensar nuevas propuestas”.

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CLAVES EN OPINIÓN

Un comentario

  1. Hablar en pasado siempre es gratificante, porque así se justifica el «ya lo decía yo». No es que pueda tener lugar en Francia un secesionismo cultural, es que lo están viviendo ya no en los arrabales de las grandes ciudades, sino en las medianas, cuyo censo electoral es inmigrante de segunda generación con nacionalidad francesa y generalmente no integrado. Cambiando de país, recuerdo que un día se me presentó por cierto asunto un tal Gunter… Me hablaba en inglés y cuando le pedí el «spelling» de su apellido me contestó que era turco-alemán, no alemán de ascendencia turca.

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