En estos momentos en los que las aguas del Ebro están volviendo a su cauce, las inundaciones han dejado de ser portada del periódico y se están evaluando los daños producidos en cultivos, viviendas, enseres e infraestructuras, es preciso hacer algunas reflexiones sobre lo sucedido para tratar de evitar o al menos paliar en el futuro los efectos de unas crecidas tan duras como las que acabamos de padecer.
Primera. En la gran riada de 2003 en la que, como demagógicamente ha dicho alguien hace unos días, “pisé el barro”, el caudal del Ebro fue de 3.320 m3/segundo y sus aguas alcanzaron los 7,54 metros de altura. Ahora, con 1.100 m3/segundo menos se han llegado a los 7,74 metros y se ha padecido la riada más devastadora de los últimos sesenta años. A la vista de estas cifras, y sin ser muy ducho en la materia, cualquiera se da cuenta de que en doce años el río se ha achicado de forma notable debido a los sedimentos que en su cauce se han depositado. Por eso, lo que el sentido común nos dice es que, cuanto antes, hay que limpiarlo o dragarlo en esos 64 puntos que la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) parece ser que tiene localizados en su tramo navarro, que es lo que demandan nuestros municipios ribereños. Pero, ya se sabe, el sentido común es el menos común de los sentidos y, cuando se quiere pasar de las palabras a los hechos; es decir, cuando la Confederación pretende retirar esos sedimentos, se topa con que en los en los últimos diez años, en la etapa de Zapatero, se ha blindado totalmente nuestra legislación y se ha establecido una protección medioambiental extra que no permite realizar extracciones de más de 20.000 metros cúbicos de tierra en esos puntos donde sufren las inundaciones, porque se trata de tramos del cauce que están protegidos. Y, como nos recordaba el presidente de la CHE, el incumplimiento de la legislación ambiental es considerado delito.
Segunda. Gracias a los embalses de Itoiz y de Yesa se ha evitado que llegara al río del orden de 800 m3/segundo. Sin ellos, la riada hubiese sido un 30% mayor, con lo que las aguas habrían alcanzado varios metros más de altura en zonas habitadas, por lo que sus efectos habrían sido todavía más destructores. Por eso, ante esta acción benéfica de nuestros embalses, es preciso recordar lo que los catastrofistas de entonces nos decían cuando se estaba construyendo Itoiz, momento en el que predecían que una vez que estuviese lleno de agua sus laderas se iban a reblandecer y el agua movilizada, bajo el efecto “Tsunami” iba a arrasar, aguas arriba y aguas abajo, todo lo que se pusiera en su camino. Y no podemos pasar por alto ese bulo que ahora han hecho circular vía WhatsApp, con el que han pretendido crear la alarma entre los vecinos del entorno de Yesa. Pues bien, a pesar de los agoreros, una vez más se ha demostrado que nuestros embalses son útiles no sólo para el abastecimiento urbano y/o industrial, para generar regadíos y producir electricidad sino, también, para algo tan fundamental como es laminar las avenidas de nuestros ríos, como ahora ha sucedido. Por eso, cuando el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, nos habla de “situación caótica” y de “falta de prevención” es preciso recordarle que fue el gobierno socialista de Zapatero el que, atendiendo a esa tesis de la “Nueva cultura del agua”, paralizó las obras de Yesa y decidió rebajar considerablemente el crecimiento de su presa muy por debajo de lo previsto en un principio. Si hoy Yesa estuviera ya recrecido, las riadas hubiesen sido menores.
Tercera. Entre el 16 de febrero y el 9 de marzo el Ebro ha vertido al Mediterráneo 2.592 hectómetros cúbicos de agua, un caudal suficiente como para poder dar de beber a toda España durante un año. Al ver este dato tenemos que recordar una vez más a Zapatero, que fue el que frenó y a aparcó sin disimulo la construcción de los embalses previstos en el Pacto del Agua de 1992. La carencia de estos ha impedido que se pudieran administrar las crecidas y aprovechar los caudales, por lo que solamente una parte pequeña de sus aguas se han podido retener en Aragón, por lo que los únicos que se van a poder aprovechar de esta gran crecida son los catalanes que, gracias a los embalses de Mequinenza, Ribagorza y Flix, tienen garantizadas unas reservas hídricas de casi 2.000 hectómetros cúbicos de agua. El resto, cuando llegue el estío, volverán a pasar sed.
Siempre se ha dicho que los incendios forestales se apagan en invierno, gracias a las tareas de limpieza y prevención. En el caso de las crecidas de nuestros ríos sucede algo similar. Por eso, nos tenemos que olvidar de las declaraciones más o menos altisonantes que se realizan durante las riadas y tenemos que actuar en las etapas de normalidad en las que, con calma y con sosiego, tenemos que decidir de una vez por todas qué río queremos. Es entonces cuando tenemos que revisar la legislación estatal y autonómica que pesa sobre el Ebro desde hace diez años, para eliminar la sobreprotección ambiental del cauce y las trabas de todo tipo y para que en él se puedan acometer las obras necesarias de limpieza y dragado. Y es entonces cuando tenemos que impulsar la construcción de los embalses pendientes y cuando, de una vez por todas, tenemos que hacer oídos sordos a los agoreros y catastrofistas. Sí, este es el momento de actuar y si no lo hacemos lo único que nos queda es esperar a la próxima riada cuyos efectos devastadores serán todavía mayores.
2 respuestas
Curioso. Lo digo porque ahí es nada tres embalses construidos en la epoca del dictador Franco : Mequinenza ,Ribagorza ( si se refiere a Les Escales) y Flix . Seguro que se quejarán los catalanes , ya se sabe lo bien que les ha venido el ser los favorecidos por el gobierno central de España, digo del Estado, , ese tan denostado por ellos al que llaman mesetario y otras lindezas , a los demas en España que nos apliquen las leyes. Por cierto , el gobierno del sr.Rodriguez siempre tan acertado.
Son habas contadas, Senador.
Y si las matemáticas no engañan, me da a mi que el PSOE y sus dirigentes nada diligentes, se ha querido poner de medio lado para no ser señalados como cooperadores necesarios en este desastre hídrico.
Además, romper una lanza por Valencia y Murcia, a las que se priva intencionadamente de ese agua tan necesaria y que les haría mejorar económicamente tanto, que otros quedarían en pasmosa evidencia. Para mi, es una traición en toda regla a los españoles, el haber aniquilado el Plan Hídrico que era financiado por la Unión Europea.