El pasado 2 de febrero, el Parlamento de Navarra aprobó una declaración que indeclaración que instaba a dejar sin valor los reconocimientos públicos e institucionales que enaltecen a personas vinculadas con el franquismo. Propuesta por Izquierda-Ezkerra, esta declaración recibió los votos favorables de UPN, PSN, Bildu-Nafarroa y Aralar-NaBai. El PPN se abstuvo.

De izquierda a derecha, arriba: Orixe, Jean Elizalde, Severo Altube, Julio de Urquijo y Raimundo Olabide; abajo: Juan Bautista Eguzkitza Meabe, Bonifacio Etxegarai, Resurrección María de Azkue y Georges Lacombe. Foto: Wikipedia
Esta declaración institucional nos mueve a aclarar algunos aspectos y no pocas confusiones que están consolidadas en la opinión pública, gracias al quehacer histórico de los profesionales de la política.
En primer lugar, hay que decir que muchos combatientes de 1936-1939 lucharon con Franco, pero no “por Franco” o “a favor de Franco”. Este es el caso de muchos vascos y muchos “euskaltzales” (“vascófilos”: estudiosos o amantes del euskera). Podemos citar, entre muchos ejemplos, a Julio de Urquijo e Ibarra (1871-1950). Urquijo fue uno de los promotores de la Euskaltzaindia (Academia de la Lengua Vasca) y de Eusko Ikaskuntza (Sociedad de Estudios Vascos), además de fundador de la Revista Internacional de Estudios Vascos. En política era carlista y, en 1936, luchó voluntario con Franco. Después de la guerra, fue nombrado hijo adoptivo de Guipúzcoa. ¿Pedirán nuestros parlamentarios que se retire este nombramiento a uno de los más grandes figuras intelectuales que tiene la lengua vasca?
Por su parte, no está de más recordar a nuestros historiadores legos que, estos que con tanta ligereza se tilda de “franquistas”, fueron también víctimas de ese régimen que tanto pretenden condenar ahora. Baste citar, como botón de muestra, que ya durante la guerra, Franco condenó al Jefe Nacional del carlismo, Domingo Fal Conde, a la pena de muerte. Después de la guerra, Franco clausuró los “círculos”, las sedes sociales de los carlistas. Sin hablar de los enfrentamientos que empezaron desde 1939 hasta incluso llegar a la conspiración para dar un golpe de Estado y derrocar a Franco y la Falange (para abundar en este tema, recomendamos Retorno a la Lealtad de Manuel Martorell).
El ilustre vascólogo nacionalista Arturo Campion (1854-1937) también se posicionó a favor de los sublevados. Estando en San Sebastián, dijo aquello de “¿cuándo llegan los nuestros?”. “Los nuestros” eran, obviamente, las tropas sublevadas que avanzaban hacia el norte. Además, Don Arturo escribió una carta a Diario de Navarra, publicada el 14 de septiembre de 1936, en la cual manifestaba públicamente su adhesión a la Junta de Burgos. Pedirán sus señorías la prohibición del nombre o los reconocimientos públicos del insigne erúdito pamplonés?
Otro tanto podríamos decir del lehendakari José Antonio Aguirre (1904-1960). En 1937, Aguirre llegó a un acuerdo unilateral con Mussolini para abandonar la lucha del norte y traicionar al Frente Popular. De esta manera, la guerra de los gudaris (los soldados del PNV) se acabó dos años antes de que finalizara la contienda, cuando todavía no se habían librado las batallas más decisivas, facilitando así la victoria al General Franco. ¿Por qué se le ofrecen calles y plazas a José Antonio Aguirre? Podríamos citar multitud de ejemplos como este.
Por otra parte, a las izquierdas españolas nos gustaría preguntarles qué tipo de derechos humanos defendían Dolores Ibarruri, Santiago Carrillo o Indalecio Prieto. Los que se ponían en práctica en la Unión Soviética, precisamente. La “democracia” de Stalin asesinó a millones de personas y anuló todas las libertades. ¿Porque tienen que ser legales los nombres de los que luchaban para instaurar la más cruel de las tiranías? No podemos olvidar además que estos líderes comunistas y socialistas han tenido un reconocimiento público en el Congreso de los Diputados. ¿Acaso no eran también seres humanos los represaliados por el comunismo? Parece que no, para algunos.
Es evidente que nuestra historia no obedece a los esquemas cerrados y a los clichés simplistas e interesados de los políticos. Los hechos que acontecieron en aquel trágico período histórico son más complejos y no se pueden explicar recurriendo a un maniqueísmo reduccionista. Hay que hacer un gran esfuerzo para alcanzar una comprensión cabal de nuestra historia contemporánea. Es vital para fundamentar la convivencia sobre los pilares sólidos de la verdad y la justicia. La sociedad no debería dejar esta tarea en manos de los partidos políticos.
2 respuestas
A parte de las contradicciones y falsedades de los partidos abertzales y las izquierdas, lo del voto favorable de UPN es de antología, o surrealista, más bien. ¿De qué van? ¿De progres? El silencio y el complejo en estos temas es el gran pecado de eso que llaman «derecha». En el pecado llevan la penitencia.
¿Qué le pasa al Parlamento de Navarra? ¿Cómo pueden ocupar el tiempo en tantas estupideces? Dejen tranquila la historia y actúen bien ahora, hagan bien las cosas ahora, y que el pasado les sirva de ejemplo para no repetir errores y para valorar también todo lo que se hizo bien, ¡que también lo hubo y mucho!
Y puestos a absurdeces y estupideces, propongo al Parlamento de Navarra, que condenen -en una Declaración Institucional- a Caín, que mató a Abel por envidia. Así, empezando por Caín, si van revisando todo la historia tendrán trabajo para años y hasta se verán obligados a aumentar el número de parlamentarios.