Hoy, durante mi paseo habitual, en una tertulia también habitual, he oído que los partidos mayoritarios estaban preocupados por los resultados que la encuesta política del CIS, recién publicada, auguran a PODEMOS. Me ha causado sorpresa que el comentarista refiriera la preocupación a los partidos políticos y no a los ciudadanos y al sistema democrático español, como si la acción de los partidos políticos, entre ellos PODEMOS fueran cuestiones ajenas a los ciudadanos y a sus intereses. Como si la política fuera cuestión exclusiva de los partidos, como lo son los asuntos de los clubes y sociedades privadas.
Quizá, por comodidad o interés, hemos consentido durante muchos años de abundancia de recursos para todos y para todo de que así fuera y nos hemos acostumbrado y aborregado. Incluso hemos aceptado como normal una actitud complaciente con la opaca y, en ocasiones, antidemocrática gestión de los partidos, unas de las primeras instituciones de un sistema democrático moderno. En ocasiones, hasta nos han divertido los chascarrillos de sus líderes en lo que deberían haber sido importantes debates parlamentarios para diagnosticar, plantear y resolver adecuadamente los problemas sociales. Hemos consentido, con demasiada frecuencia, la mediocridad de los líderes, la ínfima calidad de sus discursos, la escasa preparación de alguno de ellos (no sé si debería decir la mayoría). No nos ha preocupado la falta de profesión civil, como no sea la política, de que adolecen ni el consecuente alejamiento de la realidad social. No nos ha preocupado que, por tal razón, una gran parte de ellos no tenga otro interés que el personal y el de perpetuarse en el cargo, el de seguir en el machito. No nos ha inquietado la descapitalización ideológica de los partidos, ni su transformación en instrumentos de alcanzar y mantener el poder como sea. Hemos soportado que, como dijo un ilustre líder socialista, los programas políticos están para no cumplirse. Tampoco nos hemos alertado por el chantaje constante que al conjunto de los ciudadanos han efectuado los partidos nacionalistas amparados por una inadecuada ley electoral que les concede gratuitamente una sobrerepresentación. En fin, hemos dado la espalda al funcionamiento del sistema democrático hasta que repentinamente nos ha sorprendido la corrupción mientras una grave crisis económica nos sofoca.
A quien debe preocupar, a mi modesto entender, este augurio es a los ciudadanos sensatos, moderados, que buscan un funcionamiento ordenado de las instituciones sin ensayos políticos que no tiene ningún aval histórico que no sea el de sus fracasos. El resultado de esta encuesta debe interesar a los ciudadanos que, paradójicamente, son los que están encumbrando a PODEMOS no por el conocimiento que tienen de él, ni de sus propuestas políticas, sino por la desidia política que encierran, por la sinvergonzonería que expresan y por el desencanto que producen los partidos llamados a dirigir sus destinos. No creo que para una democracia moderna sean buenos los partidos oportunistas, coyunturales, demagógicos y populistas. No creo que las democracias modernas europeas tengan mucho que aprender de regímenes autoritarios latino-americanos o de los comunistas cuyas vergüenzas quedaron al descubierto con la caída del muro de Berlín en 1989.
Así pues, los ciudadanos deberían tomar buena nota de estos resultados del CIS y empezar a interesarse de las propuestas programáticas de PODEMOS, de las miserias sociales de aquellos regímenes donde se aplicaron sus recetas o se están aplicando. Deberían interesarse por el funcionamiento de los partidos para exigirles transparencia, democracia interna, abandono de sus actitudes endogámicas en la conformación de las listas electorales, en la elección de los líderes, preparación y madurez en sus dirigentes, abandono de los intereses clientelares internos y búsqueda del general de la sociedad.
Los ciudadanos deberíamos mostrarnos políticamente activos y, como hacía el boyero en mi pueblo con la yunta, aguijonear sin compasión a los partidos y sus dirigentes hasta que comprendan su sentido constitucional, su naturaleza instrumental al servicio del ciudadano y abandonen la idea de que son un fin en sí mismos al servicio de la casta (coincido con PODEMOS, espero que sea la única vez) que los dirige.
Un comentario
Podemos no es la solución, sino una fase avanzada y maligna de la enfermedad, provocada por el estatismo y la corrupción, valga la redundancia.