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Lleno total en el Civican de Pío XII para escuchar la conferencia titulada “En libertad, las regiones mejoran”, pronunciada por Esperanza Aguirre. Resumen de seis palabras: “Hay que entrar en el debate”.
Para quienes seis palabras les sepan a poco, sin embargo, tenemos la transcripción íntegra del discurso.
INTERVENCIÓN DE ESPERANZA AGUIRRE EN EL ACTO ORGANIZADO POR EL THINK TANK “CIVISMO”
(Pamplona, 18 de noviembre de 2013)
Señor Presidente del Think Tank “Civismo”, querido Julio Pomés, señoras y señores:
Es para mí un honor y un motivo de satisfacción estar en Pamplona y tener la oportunidad de tomar la palabra en esta prestigiosa tribuna que me brinda el Think Tank “Civismo” para exponer ante un selecto auditorio pamplonés algunas de mis opiniones y puntos de vista sobre la situación política y económica de España. Por eso, mis primeras palabras quiero que sean para agradecer a Julio Pomés, presidente del Think Tank “Civismo” su amable invitación, que me permite intervenir delante de ustedes.
Además me alegra venir a Pamplona, la capital del antiguo reino de Navarra, en este año 2013, en el que se conmemora el quinto centenario de la jura de los fueros navarros por parte de Fernando el Católico. Un acto, esa jura, que podría considerarse como el momento simbólico de la incorporación de Navarra al Reino de España, que ya entonces era la Nación-Estado que ha llegado hasta nuestros días. Pero, señoras y señores, como se pueden imaginar, no he venido a hablar de Historia. Mi objetivo, como les he dicho, es exponerles algunos de mis análisis acerca de la situación política y económica de España.
Crisis económica
Hoy, como ocurre desde hace ya seis años, la vida de los españoles está marcada, en primer lugar, por la profunda crisis económica en que estamos metidos. Una crisis que tiene que estar presente en todos los análisis políticos que se quieran hacer.
Y a la crisis económica quiero dedicar la primera parte de mi intervención. Desde que se desencadenó la actual crisis económica, que, aunque muchos quieren fecharla en la quiebra de Lehman Brothers en agosto de 2008, yo creo ya estaba identificada por lo menos un año antes, he repetido muchas veces que las vías para salir de la crisis requieren más de coraje político que de ciencia económica.
Y afirmo esto porque creo que el análisis de las causas meramente económicas de esta profunda crisis es relativamente sencillo, y que lo que resulta mucho más complicado es tener el necesario coraje político para tomar las medidas adecuadas para salir de ella.
Analizar las causas económicas de la crisis es relativamente sencillo porque creo que existe un consenso generalizado en que hemos llegado a donde hemos llegado sencillamente porque hemos gastado mucho más de lo que podíamos gastar. Los gobiernos, los bancos, las empresas, las familias y los ciudadanos.
Durante demasiado tiempo todos hemos gastado mucho más de lo que podíamos y debíamos haber gastado. Cuando se ve tan claramente que la causa del problema es haber gastado de más, la primera solución que se le ocurre a cualquiera es la de dejar de gastar, apretarse el cinturón hasta donde sea necesario, y fastidiarse. Además, esa solución es la mejor y, probablemente, la única verdaderamente eficaz.
Eso es lo que han hecho todos los afectados por la crisis desde que empezaron a sufrir sus efectos: gastar menos, ser más austeros, apretarse el cinturón. Eso es lo que hicieron, y siguen haciendo, las familias, las empresas y todos aquellos que estaban gastando por encima de sus posibilidades. Todos, menos los gobiernos. Y singularmente, el gobierno de España con Rodríguez Zapatero.
Hay que recordar que Zapatero se presentó a las Elecciones Generales de 2008 con la solemne promesa de alcanzar el pleno empleo. Y que Solbes, que creo que ahora dice que él fue siempre consciente de la profundidad de la crisis, mantuvo en su famoso debate con Manuel Pizarro que la crisis no existía.
Creo que en todos los centros de estudios de política económica se debería estudiar en el futuro lo que pasó en España con el famoso Plan E de Zapatero, que es la mejor demostración práctica de la inutilidad de determinadas políticas keynesianas a la hora de promover la actividad económica y de crear empleo.
Les recuerdo que en 2009 el Estado inyectó con este Plan más de 12.000 millones de euros para, según el Gobierno, activar la economía. En realidad, lo único que se hizo fue, literalmente, abrir zanjas y cerrarlas, con el único resultado evidente de aumentar el déficit y endeudar a los españoles.
Hoy nadie pone en duda que Zapatero cometió todos los errores que se pueden cometer ante la crisis. Por eso, llama la atención que los socialistas, en su Conferencia Política de hace una semana, no hayan hecho autocrítica de todos esos errores y sigan proponiendo las mismas recetas de siempre: más impuestos y más intervención del Estado que ya han demostrado su ineficacia. Y sorprende que sigan sin aceptar que la principal causa de la crisis contra la que no supieron luchar era y es el endeudamiento. Sorprende que no hayan sido capaces de asimilar lo que le pasó a Zapatero el famoso fin de semana de mayo de 2010, cuando le llamaron los grandes del mundo para decirle de forma tajante que “the party is over”, que “la fiesta se ha terminado”.
Entonces intentó cambiar algo (y algo cambió) pero ya no era creíble ni para los suyos, ni para los ciudadanos, ni para los empresarios, ni para los financieros, ni para nadie. Y fue dando tumbos hasta llevar al PSOE al peor resultado electoral de su historia. Pero eso es otro asunto. Lo que me interesa señalar aquí es que la solución a la crisis siempre debería haber tenido como eje central la lucha contra el déficit. Y en España hemos perdido mucho tiempo hasta que lo reconoció Zapatero. Pero, en el fondo, lo que esta monumental crisis, que ha sacudido a todos los países desarrollados de Occidente, ha puesto de manifiesto es, en realidad, la crisis del Estado del Bienestar tal y como lo hemos venido entendiendo en estos países desde el final de la II Guerra Mundial.
Fue muy interesante el discurso del nuevo Rey Guillermo Alejandro de Holanda en la apertura del Parlamento de los Países Bajos el pasado 19 de septiembre. Un discurso que le escribió el actual gobierno de centro-izquierda y en el que proclamó que hay que sustituir el clásico Estado de Bienestar por otro tipo de sociedad, que llamó “participativa”. Con esas palabras, el gobierno de Holanda quería decir que hay que conseguir que los ciudadanos se hagan más responsables a la hora de ocuparse de sus propios asuntos, y que no dejen descuidadamente en manos del Estado la solución de sus problemas y la satisfacción de sus aspiraciones.
(Entre paréntesis hay que añadir que la señal de alarma que más ha preocupado a los políticos holandeses de centro-izquierda para hacer ese discurso ha sido el vaticinio de que el año próximo, 2014, el paro en los Países Bajos puede legar al ¡7,5%! ¡Si estuvieran en España!).
O sea, que la crisis económica ha tenido como otro de sus efectos el de destapar la crisis de un Estado de Bienestar, que, lleno de buenas intenciones, puede llegar a colapsar .
De repente, hemos caído en la cuenta de que, a lo mejor, no podemos sostener un Estado que se ha hecho responsable de ofrecer cada vez más servicios a los ciudadanos. Porque eso es lo que, en gran parte, ha pasado.
Que los políticos occidentales –de izquierdas y también de derechas- estamos instalados, desde el final de la II Guerra Mundial, en el paradigma socialdemócrata de ir ofreciendo cada vez más servicios a los ciudadanos: en educación, en sanidad, en cultura, en servicios sociales, en polideportivos, en piscinas, etc, etc. Unos servicios que los políticos dicen que son gratis y que los ciudadanos también consideran que son gratis. Pero como nada es gratis, pues resulta que ahora estamos descubriendo que no tenemos dinero suficiente para poderlos pagar. Por eso, ahora hay que decir a los ciudadanos lo mismo que le dijeron aquellos días los dirigentes mundiales a Zapatero: que “the party is over”, que “la fiesta se ha acabado”. Hay que decirles que, para conservar lo fundamental de todos esos servicios, hay que reducir de lo que no es tan fundamental.
Porque también hay que explicar a los ciudadanos que el peor enemigo que tiene el Estado del Bienestar son, sin duda, los que pretenden extenderlo mucho más de lo que, entre todos, podemos sostener .Y para decir esto a los ciudadanos, para explicarles, por ejemplo, que hay que cambiar la forma de gestionar los servicios públicos, como hemos hecho y siguen haciendo en la Comunidad de Madrid, hay que tener mucho coraje político.
Si no nos convencemos de que el paradigma socialdemócrata en que nos movemos en todo lo referente a Sanidad, Educación, Pensiones, Desempleo o Servicio Asistenciales tiene que cambiar , si no nos convencemos de que es imposible salir de la crisis a base de endeudarnos cada vez más para sostener un Estado hipertrofiado, no acabaremos de salir.
Y he hablado de estado hipertrofiado porque, además, esta crisis nos ha pillado en España con un modelo de Estado, el Autonómico, que está demostrando que es muy costoso. A nadie se le escapa que reducir en competencias, en personal y en gastos este estado autonómico también es un problema cuya solución también exige un monumental coraje político. Reducir el tamaño del Estado y mejorar la gestión de los servicios que presta a los ciudadanos son dos deberes ineludibles de cualquier gobernante responsable de hoy. En esa línea hemos trabajado en la Comunidad de Madrid los años en que he tenido el honor de presidirla y en esa línea sigue trabajando su actual Presidente, dentro de las posibilidades y los límites en que se mueve una Comunidad Autónoma.
Firmemente convencidos de que el dinero donde mejor está es en el bolsillo de los ciudadanos, hemos hecho todo lo posible por bajar los impuestos. Movidos por la también firme convicción de que los ciudadanos son los que mejor conocen sus problemas y la forma de solucionarlos, hemos hecho todo lo posible por ampliar el margen de libertad de los ciudadanos. Libertad para elegir médico, enfermera y hospital, libertad para elegir el colegio que quieren para sus hijos, libertad de los comercios para abrir cuando creen que les conviene. Libertad, libertad, libertad, esa palabra que pone tan nerviosos a los intervencionistas que quieren tratar a los ciudadanos como niños pequeños, y que lo único que consiguen es hacerles irresponsables.
El resultado de estas políticas ha sido y está siendo positivo. Y la demostración es que Madrid está capeando la crisis mejor que el resto de España. Como lo prueban todos los análisis que se publican. Entre otros el Informe sobre “Libertad Económica en España 2013” que edita este Think Tank “Civismo”, que hoy me ha invitado.
Crisis política
Por si fuera poco difícil hacer frente a la peliaguda crisis económica actual, los españoles, con nuestro gobierno a la cabeza, tenemos que dar respuesta a las tensiones que provocan los nacionalistas, que ya, de una manera abierta, propugnan la secesión.
Y aquí, en Pamplona, capital de la Comunidad Foral de Navarra, que a nadie se le escapa que es el objetivo fundamental de las aspiraciones expansionistas de los secesionistas vascos, me gustaría hacer algunas reflexiones sobre este asunto tan importante.
Para empezar, creo que los deseos que algunos tienen de separarse de España se sustentan en una serie de historias, de mitos y de leyendas, que les han contado desde pequeños. Es lo que ahora algunos llaman un relato. Un relato en el que España (que no se explica muy bien quién es) lleva siglos oprimiendo a esos pueblos (que heroicamente han resistido), que ya no pueden aguantar más y que, por tanto, tienen que rebelarse y, cueste lo que cueste, acabar con la presencia de esa potencia opresora. Ceo que este relato, por muy simple que parezca, es el que está en la base de los movimientos secesionistas.
Y, a este respecto, permítanme que les cuente una historia triste pero verídica. El 27 de septiembre de 1915, en una de las sangrientas batallas que tuvieron lugar en las tierras de Flandes entre los alemanes y los aliados durante la I Guerra Mundial-, moría en combate John Kipling, el único hijo varón del ya entonces Premio Nobel de Literatura, Rudyard Kipling. John Kipling sólo tenía 18 años y 40 días. El dolor inmenso del gran escritor le hizo preguntarse, como seguimos haciéndolo nosotros, por la sinrazón y la inutilidad de aquella Guerra terrible en la que los europeos –los pueblos más cultos y civilizados del mundo- se mataron de forma inmisericorde en las trincheras del Este y del Oeste. Y ese dolor y esa angustia las condensó en unos versos que sirvieron de epitafio para el joven muerto, cuyo cuerpo no se encontró jamás. Kipling escribe:
“If any question why we died,tell them because our fathers lied” (que podríamos traducir como: “si alguien pregunta por qué hemos muerto, decidles, porque nuestros padres mintieron” ).
Ante la sinrazón de aquella guerra que, en las trincheras de Europa, acabó con las vidas de millones de jóvenes, Kipling no encuentra más explicación que las mentiras que se les han contado a los jóvenes para que fueran a luchar y a morir.
En los versos de Kipling se inspiró Jon Juaristi, uno de los pensadores que más y mejor ha luchado y lucha contra las mentiras de los nacionalistas, cuando en 1987 escribió: “¿Te preguntas, viajero, por qué hemos muerto jóvenes y por qué hemos matado tan estúpidamente? Nuestros padres mintieron: eso es todo”
En efecto. Todos los estudiosos de la Historia de España y todos a los que nos gusta conocer nuestra Historia contemplamos cómo algunos llevan años falsificando la Historia de España y de sus regiones, al servicio de sus objetivos políticos. Y lo más triste es que esas mentiras, por muy burdas que les parezcan a los historiadores serios, tienen éxito y consiguen inocular en algunos el deseo de acabar con España, que, aunque ellos no lo quieran saber, es, en realidad, la más sólida garantía de su libertad. Y es obligación de todos, pero en primer lugar de los políticos con ayuda de los historiadores serios, rebatir y desmontar las mentiras y las medias verdades que han puesto en circulación los nacionalistas. Y que están siendo administradas en dosis propagandísticas inaguantables a los escolares de sus regiones.
En el debate con los nacionalistas nunca debemos tener miedo a la verdad. Al contrario, la verdad es el arma que más temen los nacionalistas. Por eso hay que entrar en el debate historiográfico para acabar con mitos y leyendas. Porque se puede ser independentista, por supuesto, pero no se puede mentir con historias inventadas. Y ahora las reivindicaciones de independencia o de secesión se nos presentan siempre envueltas en unas justificaciones históricas que no resisten la confrontación con la verdad. Porque, por ejemplo y ya que estamos en Pamplona, ¿qué eran, sino españoles, Elcano, Oquendo, Legazpi, Blas de Lezo, Urdaneta, Ercilla, Lope de Aguirre y el larguísimo etcétera de marinos y conquistadores vascos que fueron a América? ¿O es que ahora el navarro don Rodrigo Ximénez de Rada, autor en 1243 de la primera gran Historia de España, el “De rebus Hispaniae” , va a dejar de ser español?
Y hecha esta reivindicación de la verdad como el primer argumento para oponerse a las reivindicaciones secesionistas, también aquí hay que dedicar unas palabras a Zapatero. Su insensato e irresponsable compromiso de aceptar cualquier texto de Estatuto que saliera del Parlamento de Cataluña, unido a sus maniobras con Mas para sacar adelante ese Estatuto como fuera, le convierten en máximo responsable de haber agitado unas aguas que estaban más o menos tranquilas. Fue responsabilidad suya sacar la pasta de dientes del tubo, y ya se sabe que sacarla es muy fácil pero volver a meterla es muy difícil. No olviden ustedes que Jordi Pujol había gobernado 23 años y en ningún momento expresó el menor deseo de cambiar el Estatuto del 79. Hoy el “problema” catalán es otra de los elementos fundamentales de la crisis política que vivimos.
En una conferencia que pronuncié hace dos meses en Barcelona ya fijé mi análisis y propuse algunas líneas de actuación para afrontar ese “problema”. Allí me preguntaba qué ha pasado para que en Cataluña, que fue la región de España que con más entusiasmo votó “sí” a la Constitución Española de 1978, ahora haya tantos políticos que propugnan romper España. Allí enumeré las causas que yo veía para esa desafección.
La primera tiene que ver con las mentiras históricas de las que les he hablado antes. Los escolares catalanes llevan 35 años escuchando una Historia maniquea, en la que los malvados españoles llevan siglos oprimiendo a los catalanes.
La segunda es la inexistencia de una prensa mínimamente crítica con el nacionalismo.
La tercera es la actitud de los partidos de izquierda, que han competido de forma incomprensible con los nacionalistas a ver quién lo era más. Y aquí hay que recordar el caso de Zapatero.
La cuarta es la actitud timorata y defensiva de los partidos del centro y la derecha, que no han sabido ofrecer un proyecto liberal y atractivo a los ciudadanos de Cataluña.
La quinta, la opacidad de la financiación autonómica, que les permite repetir eslóganes como el “España ens roba”, que no se sostienen con las cifras en la mano.
Y la sexta causa importante del crecimiento de los sentimientos separatistas es, sin duda, el silencio de los no separatistas respecto a todas las cuestiones conflictivas. Durante muchos años no se ha escuchado la voz que defiende la Constitución en las regiones en las que hay gobiernos nacionalistas. De manera que los ciudadanos que no están por la secesión se han encontrado en cierto modo huérfanos, se han sentido abandonados por el Estado y por los políticos que teníamos que haberles defendido y que teníamos que haberles dado argumentos sólidos para enfrentarse al pensamiento único del nacionalismo.
Añadiré que una de las pocas consecuencias positivas que está teniendo el órdago de Artur Mas es que ha obligado a reaccionar a muchos políticos socialistas que estaban callados y que han expresado ya claramente su rechazo frontal. Es el caso de los Felipe González, Leguina, Corcuera, Ibarra o Almunia. Esa amenaza de saltarse la Ley para intentar romper España ha hecho reaccionar también a algunos intelectuales catalanes que se están colocando claramente en contra de esa independencia (Ramón de España, Félix de Azúa, Valentí Puig, Miquel Porta Perales, Xavier Pericay, Félix Ovejero, Francesc de Carreras, Jordi Llovet, Arcadi Espada, Javier Cercas, etc ).
Yo había señalado en algunas ocasiones que, así como los intelectuales vascos en su casi totalidad, son críticos con el nacionalismo, la inmensa mayoría de los intelectuales catalanes no levantaba la voz para criticar nada de lo que hacían los gobiernos nacionalistas. Les daba igual que hubiera un editorial conjunto de todos los periódicos (ejemplo evidente de sumisión de la prensa al poder) o que muchos alumnos tengan que escolarizarse en una lengua distinta de la que sus padres elegirían, si les dejaran.
Los llamados intelectuales catalanes, casi en su totalidad, no levantaban la voz contra los distintos gobiernos nacionalistas. Y ahora está empezando a haber, entre escritores, periodistas y profesores, un movimiento de rechazo de esas pretensiones nacionalistas.
Con todo y con la evidencia de que Mas tendrá que entrar en razón, porque saltarse la Ley a la torera puede llevarle a una situación inimaginable pero muy negativa para Cataluña, las tensiones que ha creado con su desafío es hoy un elemento central de la vida política española.
Crisis de confianza en los partidos
Para hacer frente a las enormes dificultades que presentan las dos crisis de las que les he hablado son más necesarios que nunca unos partidos políticos nacionales fuertes, cohesionados y cercanos a los ciudadanos. Sin embargo, tenemos la mala suerte de que a esas dos graves crisis hay que unir hoy una crisis de confianza que afecta a toda la clase política.
Lo señalan las encuestas: la clase política está considerada hoy por los ciudadanos como un problema y no como lo que debería ser: un instrumento para resolver sus problemas. Las causas de esa desafección son, sin duda, varias, pero la fundamental es que en los últimos años se ha ampliado hasta unos niveles muy preocupantes la distancia que separa a los políticos de los ciudadanos. Y hablo de distancia por no utilizar alguna palabra más fuerte porque, en muchos casos, empieza a haber rechazo e, incluso, desprecio.
En este distanciamiento influye, desde luego, la Ley Electoral. Fíjense, por ejemplo, que en las últimas Elecciones Autonómicas de Madrid cada partido tuvo que presentar una lista con 121 nombres. Es evidente que los electores, de los 121 nombre que figuraban en la lista, apenas conocían a los que las encabezaban. Así, es imposible que el elector y el elegido se sientan unidos.
Esta manera de votar en listas cerradas y bloqueadas hace que los políticos y los aprendices de políticos sólo se preocupen por caerle bien al único “elector” que les importa, es decir, al que les pone o les quita de las listas. Y que no se preocupen en absoluto por ganarse el favor de los ciudadanos, que son los que votan. Otra causa del distanciamiento creciente entre políticos y ciudadanos la encontramos en el funcionamiento poco democrático de los partidos, donde se premia la sumisión y se recela del que quiere cambiar algo. Y, por tanto, existe mucha resistencia interna a que lleguen a las cúpulas de los partidos las opiniones críticas que circulan por la calle. Otra causa es la extracción de los políticos actuales, que, cada vez más, provienen de las organizaciones juveniles de los partidos. De manera que, con mucha frecuencia, no han demostrado que sean capaces de ganarse la vida con una actividad distinta de la política.
Estoy plenamente de acuerdo con Joaquín Leguina, cuando pide que todo el que va a acceder a un cargo público tenga que demostrar que ya se ha sabido ganar la vida de otra manera. Es decir, que haya cotizado a la Seguridad Social o que sea funcionario por oposición o que haya creado alguna empresa. Y por último, la causa más importante de esa desafección creciente es, sin duda, la corrupción.
Que, en un cierto sentido, es consecuencia de las otras causas. Pero que está haciendo muchísimo daño a la confianza que debe existir entre políticos y ciudadanos, acrecentado por el lentísimo funcionamiento de la Justicia que hace que se tarden lustros en sustanciarse las denuncias y en castigarse los actos corruptos. Es cierto que ningún partido político está a salvo de que en sus filas aparezca algún corrupto. Es decir, alguien que utiliza el poder político para su enriquecimiento personal. Pero lo que distingue a unos partidos de otros es la manera de reaccionar ante los presuntos casos de corrupción.
Porque no podemos dejar sólo en manos de la Justicia la reacción frente a esos corruptos. Los partidos tenemos la obligación moral y política de ser los primeros en exigir responsabilidades a los presuntos corruptos, cuando son de nuestro mismo partido.
Y la mejor manera de demostrar que se está activamente contra la corrupción la tenemos cuando es el propio partido el que toma medidas contra los corruptos. Y cuando se deja de utilizar el argumento del “y tú, más”
Una Ley Electoral que permita mayor control de los electores sobre los elegidos, un mayor rigor a la hora de seleccionar a los candidatos, y la seguridad de que el Partido va a fulminar al que cometa la menor irregularidad, pueden ser las mejores vacunas contra la corrupción, que es hoy la principal causa de la desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos.
Señoras y señores, Como ven, la vida nacional está atravesando un momento de serias y profundas crisis. Pero eso no nos debe desalentar. Las crisis son siempre oportunidades. Oportunidades para corregir todo lo que funciona mal y que, en los momentos de bonanza, da pereza cambiar. Si sabemos aprovechar estas crisis para acometer esos cambios, España saldrá fortalecida del periodo difícil que estamos viviendo.
Si cambiamos lo que hay que cambiar, nuestra economía volverá a crecer sobre bases más sólidas. Y ese crecimiento permitirá mantener un Estado de Bienestar más justo y más eficiente. Si corregimos lo que hay que corregir, mejoraremos el encaje de las Comunidades Autónomas que hoy plantean un desafío al Estado.
Si nos atrevemos a modificar algunos de los mecanismos de participación política, los ciudadanos recuperarán la confianza en los políticos y, en consecuencia, los políticos ganarán en legitimidad ante los ciudadanos. Y podrán abordar en mejores condiciones las reformas que España necesita en todos los demás campos.
Soy optimista. Creo que todos los políticos serios de España son hoy conscientes de la importancia del momento y de la importancia de estar a la altura de las circunstancias que este momento exige.
La tarea es difícil pero la importancia de los desafíos que tenemos por delante es muy grande y espero que salgamos triunfadores.
Muchas gracias.
5 respuestas
Chapó (chapeau para los entendidos), magnífico discurso, genial…¿ y quieren saber una cosa? No me ha dado tiempo ni a leerlo. Pero no me hace falta. Esperanza es una de las mejores dirigentes de este país, con rango de estadista, con las ideas claras y que las lleva a cabo. Déjense algunos de telarañas ideológicas, ha puesto a Madrid en órbita, pese a las trabas de otros tiempos y a las maniobras políticosindicalistas de siempre. Los palos en las ruedas se los zampa Espe «pa desayunar» con acento chulapo.
Después de leer todo esto siendo una intervención magistral e histórica llego a varias conclusiones:
1.- Tiramos del recurso del pensamiento nacional e histórico, para recordar algo que la mayoría de los Navarros ya sabemos que somos:Españole y otros que no lo quieren reconocer. Aunque en el D.N.I., ponga lo mismo para todos.
Conclusión:Somos Navarros, pero no paletos.
2.- Hablamos constantemente de España en Navarra, pero creo que no se habla de Navarra en España.
Cloncusión: Tenemos que volver a explicar a los nuestros lo que es Navarra, como en el 78.
3.-Los partidos nacionales gozan de buen pensamiento de unidad nacional, pero carecen de una gran capacidad autonómica.
Conclusión: Si no se entiende a Navarra, no se puede representar.
4.- La sociedad está hasta los eggs, de discursos faraónicos, promesas alentadoras que muestran el espejismo de gloria, y lo único que se ve, es la realidad cada día mas latente de la miseria.
Conclusión: Nuestros políticos pasan demasiado tiempo en su butacas y en sus círculos viciosos, y no aplican una política a pie de calle que muestra la realidad social.
5.- Estamos hasta los eggs de nuevo, de los gurús,políticos, organizaciones, consultoras y etc que invaden cada día nuestro espacio cotidiano en la vida.
Conclusión: Necesitamos un sistema nuevo a todos los niveles, social, político, económico, educativo. Con una buena limpieza a fondo de nuestra clase política.
6.- Me parece estupendo que la Sra. Esperanza Aguirre motive al personal con un estupendo discurso, pero estamos en Navarra y esto es Pamplona.
Queridos compañeros foreros, que paséis un buen día, porque yo ya estoy hasta los……
Concluye Esperanza Aguirre: «la principal causa de la crisis contra la que no supieron luchar era y es el endeudamiento».
Pero hay un dato gravísimo que se oculta: el endeudamiento público español, lejos de reducirse, se está acelerando.
Entre marzo de 2008 y finales de 2011, la deuda pública se duplicó, tras crecer en casi 359.000 millones de euros, a un ritmo medio de 256 millones diarios.
En el año y medio largo de gobierno de Mariano Rajoy,al término del 2º T de 2013, la deuda pública había aumentado en algo más de 206.000 millones, a un ritmo de 378 millones al día, casi un 50% más que bajo el segundo mandato de Zapatero.
El conjunto de las administraciones públicas adeudaba un total de 942.758 millones de euros al cierre del 2º T, equivalente al 99,2% del PIB. Cada español adeudaba 20.190 euros por razón de esta deuda pública. Al final de septiembre 2013 se situaba en 954.863 millones, más 52.000 millones de las empresas públicas, lo que supera el BILLÓN de euros.
A comienzos de 2011 el gobierno de Rodríguez Zapatero presentaba su Programa de Estabilidad para el período 2011-2014. En ese documento la previsión de deuda pública acumulada para finales de 2014 era del 68,9% del PIB. ¡Treinta puntos menos! que la que el Gobierno Rajoy ha presentado en los últimos PGE. Son más de 300.000 millones de diferencia. Y apenas han pasado dos años y medio. Los intereses de la deuda ya han superado en España en 2013 la media del área euro. Los Presupuestos Generales del Estado para 2014 han dispuesto una partida de 36.590 millones de euros para pagar los intereses de la deuda pública. De hecho, el coste por financiarse superará a los fondos de los que podrán disponer los Ministerios para financiar su actividad (34.584 millones).
«España; una economía asfixiada» http://www.lebrelblanco.com/articulos/
Por cierto, se me olvidó algo en mi anterior comentario. Esto ya parece la Comunidad de Blancanieves y los 7 Garrulitos.
Nada nuevo ha dicho doña Esperanza en Pamplona. Yo pensaba que podría escuchar algo mejor. De todas formas, coincido. Hay una cuestión, sin embargo, harto complicada de conseguir. Para hacer frente a las crisis económica y política –dice– «son más necesarios que nunca unos partidos políticos nacionales fuertes, cohesionados y cercanos a los ciudadanos. Sin embargo, tenemos la mala suerte de que a esas dos graves crisis hay que unir hoy una crisis de confianza que afecta a toda la clase política». La cuestión harto complicada, que digo, es cómo conseguir lo que pretende sí los propios partidos no son sino los políticos «electos» tan denostados por los ciudadanos, que copan sus órganos de decisión, mientras que los socios sólo aportan la cuota y un voto interno para la formación de capillas («sensibilidades»)