¿Y con el sistema que hacemos?

Si es que realmente podemos nosotros, ingenuo pueblo, hacer algo. O tal vez la solución sea no hacer nada. Porque sin hacer nada es lógico pensar que todo seguirá su curso natural, sin grandes altisonancias; con la posibilidad de que cambie la luna y todo se arregle por que sí, sin más ni más… Entonces, ¿Para que preocuparse? -teoría Zapatética.

Tal vez la pregunta que se hacen nuestros responsables, en la oscuridad de sus cónclaves, sea: ¿Cuál sera el nivel de abuso y de sufrimiento que active las desagradables respuestas del pueblo? ¿Realmente habrá una linea roja que al traspasarla nos sumamos en la caótica oscuridad? Esto nadie lo sabe; si bien intuyo que esa interesada clase de aprovechados que gestiona nuestras vidas desde hace años, piensa que la población puede aguantar “lo que no esta escrito”… ¡muchísimo!. Y es que el ciudadano lo aguanta casi todo, en determinados momentos. Véase, si no, nuestra reciente historia de guerras mundiales.

Resulta absolutamente inaudito como este “sagrado” sistema social, de despotismo cuatrienal y de beneficio de unos pocos es apoyado con su silencio por los portavoces de casi todos los estamentos sociales como mal menor :“Es que… la democracia es así. ¿Que le vamos hacer?”.

Hay que reconocer que lo “sacrosanto” se lleva bien en España; siempre que esté fuera de los altares y encaminado al bolsillo de los poderosos. Y es que son cada día más los Padres de La Patria que, siendo durante muchos años intocables y sacrosantos -desde el mismísimo Jefe del Estado-, se ven abandonados de esa gruesa capa de honorabilidad democrática, ante los ojos de una sorprendida población.

Pero vivimos ¡Gracias a Dios! tiempos de inusitadas formas sociales de disciplinado acatamiento -Pax Civicam. Ahora resulta que tras años de operar con este “sagrado” sistema, estamos peor que al principio; con un nivel de personas desempleadas como nunca en la historia de España. Nuestros hijos nos abandonan, forzados a una vergonzosa diáspora, en la que son muchos ya los países que les cierran sus puertas. Tememos quedarnos sin ningún tipo de cobertura social. Los bancos nos desatienden en nuestras necesidades monetarias -particulares o de negocio-; mientras son alimentados con nuestro escaso, y propio, sudor productivo. En esta situación, cada día hay mas ciudadanos que piensan que el dinero mas seguro es el de debajo del colchón.

Es este un país donde nadie puede montar un negocio decente sin ser familiar, o amiguete, del político o directivo de turno. Ni siquiera acceder a un digno puesto de trabajo -enchufismo endémico. Y con un sistema judicial absolutamente trasnochado en cuanto a medios; donde es muy fácil, para los poderosos, sortear la legalidad. Ademas, el nivel de burocracia es tal que el mismísimo Bill Gates, de haber empezado su negocio en España, lo habrían perseguido por ilegal, nada mas empezar y muy probablemente hubiese terminado en la cárcel.

Un país que ha sido capaz de dar entrada con las mejores coberturas a un verdadero ejército de indocumentados, mientras a sus jóvenes y preparados cerebros -que son muchísimos- les manda fuera a buscar un trabajo, tras haberles pagado una completa y costosísima formación -carretera y manta. Donde muchas de nuestros mejores mentes productivas han llegado a la triste conclusión de que la actividad mas rentable, hoy por hoy, en España sea la de cultivar una huerta de hortalizas -solo para casa.

Un país medio parado y de 46 millones de habitantes que posee una estructura como para gestionar las necesidades de una dinámica población de 300.000 millones -como la de EEUU. Y que soporta y da cobertura a una casta de “intocables” sobredimensionada para las necesidades actuales. Amén de un ejército de enchufados cobrando; sin un cometido específico; inoperantes, anónimos y no presenciales -en muchos casos. Casta social financiada por este humilde y empobrecido pueblo; sometido a una presión recaudatoria que tiene visos de llegar a ser asfixiante;

La verdad de esta España es que recuerda mucho a aquella otra del “Movimiento Nacional” -de inefable recuerdo-, solo que ahora se recolecta del pueblo, en impuestos, las asombrosas cifras de una potencia y se les devuelven paupérrimos servicios de subdesarrollo. Todo sin que ningún partido o gobierno de turno mueva un dedo encaminado a paliar esta nefasta situación.

Porque el sistema no se toca nunca -fuera de simbolismos estúpidos como el retraso de la extra, la supuesta ley de transparencia y otras sandeces encaminadas a acallar a una ingenua población acobardada y sobrepasada por los acontecimientos.

Y es que no cabe en la lógica natural el pensar que quien nos ha metido en esto, nos vaya a sacar -sabiduría popular. De momento, podemos seguir votando alternativas políticas -de entre lo que hay- que nos prometan otros fabulosos paraísos del “Bienestar”. Si es que todavía queda alguien que piense que el llamado “Bienestar” se compra y se vende, en una urna y cada cuatro años.

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