Mariano Rajoy suele caracterizarse en los debates sobre el estado de la nación por preparar unos discursos excelentes. Las primeras líneas del discurso de este año constituyen tanto una declaración de principios sobre la acción de gobierno, como un diagnóstico de la situación en España, como un extracto de todo el resto del discurso:
Desde hace ya demasiado tiempo encabezamos el ranking del desempleo en la Unión Europea.
La frialdad de las cifras, señorías, no puede ocultarnos el drama que en ellas subyace: seres humanos que sufren.
Señorías, he querido destacar, desde el principio, este duro aspecto de la realidad para reafirmar el primer y más esencial objetivo que el gobierno tiene para toda la legislatura: darle la vuelta a esta situación.
Ahora, cuando algunas cuestiones comienzan a encauzarse, y en otras se notan sensibles mejoras, conviene siempre volver a la cuestión principal: el empleo y el paro. Si estos dos aspectos no cambian, lo demás no puede servirnos de consuelo.
Nuestras relaciones económicas con el exterior, cuyo mejor indicador es la balanza de pagos por cuenta corriente, van mucho mejor que hace un año. Pero no es suficiente.
Nuestro sector financiero, tras una profunda reforma, comienza a estar en disposición de cumplir con su función de trasladar el crédito a empresas y familias. Pero no es suficiente.
El déficit del sector público se reduce e inicia la búsqueda del equilibrio. Pero no es suficiente.
El clima de opinión sobre nuestra economía mejora ostensiblemente en las instituciones y los mercados internacionales. Pero no es suficiente.
No es suficiente, señorías. Por lo tanto, nada de “brotes verdes”, ni “nubes pasajeras”, ni “anticipos primaverales”. La realidad económica y social de nuestro país es terriblemente dura y, sobre esa base, hemos de cimentar nuestras actuaciones.
Para los que piden una cierta relajación porque el proceso de cambio ya está en marcha, mi respuesta es: ni un minuto. Ni un solo minuto de relajación o sosiego. Tensión permanente y esfuerzo continuo, porque esto no ha hecho más que empezar y el camino que nos queda para alcanzar el gran objetivo de esta legislatura –la creación de empleo- es, todavía, largo y difícil. Insisto, ni un minuto de sosiego.
Si repasamos alguno de los aspectos positivos que Rajoy señala como puntales iniciales de su discurso, vemos que algunos son ciertos. Por ejemplo el relativo al clima de opinión sobre nuestra economía, reflejado en la famosa prima de riesgo. Ya lo hemos olvidado un poco, pero España ha estado este verano al borde de tener que pedir oficialmente un rescate para opinar la quiebra del estado. Había de hecho quien reclamaba a Rajoy que pidiera de una vez el rescate. Lo cierto es que Rajoy ha conseguido levantar el match-ball, evitar el rescate y conseguir un apreciable relajamiento de la prima de riesgo, que actualmente se encuentra por debajo de los niveles en que la dejó Zapatero. Rubalcaba pedía ayer un dato que fuera mejor que hace un año y este, que no es menor, es el que primero reconocemos al gobierno. Nos gustaría pensar que aquí no hay sólo una tregua sino que nos encontramos ante un verdadero cambio de tendencia. Eso no va a depender del destino sino de nuestros actos.
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Otro elemento de mejora importante, también citado por Rajoy, es nuestra balanza de pagos. Es decir, la diferencia entre lo que importamos y lo que exportamos. Sin embargo, en este caso hay un pero a las palabras del presidente. Es cierto que en los últimos meses nuestras exportaciones son mayores que nuestras importaciones, por lo que nuestra balanza de pagos por cuenta corriente, tradicionalmente deficitaria, efectivamente se está equilibrando. El problema es que se está equilibrando a pesar de que, según el último dato disponible, nuestras exportaciones no aumentan, sino que disminuyen. Es decir, que el desequilibrio disminuye no porque exportemos más, sino porque nuestras importaciones todavía bajan más que nuestras exportaciones. Eso sí: sea como sea se equilibra la balanza de pagos.
A partir de aquí hace bien don Mariano Rajoy en no querer hablar de “brotes verdes”, ni “nubes pasajeras”, ni “anticipos primaverales” porque efectivamente seguimos teniendo muchos problemas no sólo graves, sino del tipo que o nosotros acabamos con ellos o ellos acaban con nosotros.
Déficit fuera de control
Mariano Rajoy ha anunciado que el déficit de España el año pasado llegó al 7%. De algún modo, seguramente porque se nos ha preparado para algo peor, hemos aceptado este dato como si fuera bueno. Lo cierto es que es un dato catastrófico. No sólo es que excede el objetivo impuesto por Bruselas después de que Bruselas ya revisara un objetivo anterior que previamente nos declaramos incapaces de cumplir, es que en sí mismo un 7% de déficit resulta desastrófico para el pago de la deuda (por tanto para seguir teniendo acceso al crédito) así como para la sostenibilidad de las prestaciones y los servicios públicos. Las cuentas públicas, si bien han mejorado algo, siguen desajustadas y fuera de control.
Tenemos un problema moral de base
El gobierno se presentó a las elecciones después de haber esgrimido un discurso totalmente contrario a las subidas de impuestos. Mariano Rajoy presumía de que el PP era un partido previsible. Hacer lo contrario de lo pactado con los electores, aparte de sentar las bases de un futuro varapalo electoral, es un gran paso hacia la degradación de las instituciones. Es más, subir los impuestos ni siquiera ha sido útil para conseguir lo pretendido con esa subida. Hacer lo contrario de lo que se predica también es corrupción. Y para combatir la corrupción resulta imprescindible además una justicia independiente hacia la que el gobierno de Rajoy tampoco ha avanzado nada sino más bien todo lo contrario. Que según el color de cada juez o de cada persona juzgada se interpreten las leyes de un modo o el opuesto sienta las bases de la corrupción moral de un sistema. La corrupción moral de un sistema no sólo lleva a su quiebra, sino que hace además que el sistema merezca totalmente esa quiebra cuando llega.
Falta de reformas estructurales
Que el déficit siga siendo del 7%, que por tanto sea insostenible, que por tanto sea una amenaza para la viabilidad del estado a corto plazo, tiene mucho que ver con que el PP apenas se haya atrevido a plantear ni una sola reforma estructural, mucho menos la eliminación generalizada de algunas estructuras. Subir los impuestos, lo que ha gripado la economía, no ha sido el último recurso del gobierno sino el primero. Antes no se ha cerrado ni una televisión pública. Ni el Senado. Ni se ha estudiado implantar el cheque escolar, que además de garantizar la libertad de enseñanza podía abaratarla sin bajar la calidad. Ni se ha afrontado ninguna simplificación del mapa burocrático. Ni se ha cerrado ni una estación pública de esquí. Ni casi ninguna de las miles de empresas y sociedades públicas perfectamente prescindibles que siguen ocupando un espacio o bien innecesario o bien susceptible de ser ocupado por la iniciativa privada, sin coste para el sector público. No se finiquitado el odioso modelo es estado subvencionador que todo lo impregna y adormece, desde el cine hasta los cursos municipales de tai-chí, pasando por los sucesivos planes renove para los coches. Ni se han abierto y desbloqueado las listas. Ni se ha establecido la autofinanciación de partidos y sindicatos. No se ha abordado la reforma energética a pesar de que las primas a las renovables nos costarán en los próximos años más que el rescate a los bancos. Y ni siquiera se ha conseguido que todas las CCAA cumplan con el objetivo de déficit. Sólo Cataluña ha excedido este déficit en 1.500 millones (más dinero que el leve aumento nacional de recaudación por subir el IVA) y su paradójico gobierno ya pide al estado, a la par que la independencia, rescates de 9.000 en 9.000 millones de euros.
Crisis política
Todo lo anterior, incluyendo el auge del independentismo, se encuentra directamente relacionado con la existencia de una crisis política que no es coyuntural, que seguramente proviene de un fallo constitucional en el diseño del estado autonómico, que ha desembocado en un estado que no es económicamente sostenible, pero tampoco políticamente sostenible. Que por tanto se trata de un fallo que tampoco se va a resolver por sí solo sino que se agravará con el tiempo e incluso se extenderá como un cáncer maligno. Es hora de repensar todo lo que no podamos repagar. Es hora de eliminar toda estructura que mantengamos por duplicado. Es hora de reconsiderar si todas las autonomías son económicamente viables. A lo mejor la solución es fueros para todos y responsabilizarse cada uno de su gestión. A lo mejor tiene que haber una relación entre la autonomía que tienen las partes respecto al todo y la lealtad de esas partes al todo. A lo mejor hay competencias que tienen que ser comunes para evitar la disolución de la nación y ahora no lo son. Lo que seguro que no funciona es seguir como estamos. Antes lo reconocemos, antes podemos empezar a arreglarlo.
4 respuestas
Tenemos claras mejoras respecto a hace año y medio. El actua presidente ni «a veces ve brotes verdes» ni se los fuma en cuanto los pilla.
Yo soy de los primeros en preferir las soluciones liberales que detalla NC pero también soy consciente que la situación real de la economía era mucho PEOR de lo que se contaba al público, y tras un año de limpieza y de buscar dónde estaban las cosas queda otro año de pintar y reparar muebles antes de dar la primera fiesta. El anterior inquilino dejó el inmueble para el derribo…seamos cautos que algunos es lo que buscan, el derribo de este edificio llamado España.
Efectivamente, la situación es mejor que hace un año pero todavía estamos en la UVI. En cuanto al déficit público, simplemente recordar tres premisas:
a) El objetivo inicial era del 5,3%
b) El objetivo revisado con Bruselas pasó al 6,3%
c) Ahora resulta que hemos bajado del 7% (o sea el 6,9%)
d) En este cálculo no se han tenido en cuenta las ayudas a la banca (en torno al 4% del PIB) cuando todos sabemos que son préstamos que no se van a devolver.
e) El Estado se endeuda en 71.000 millones de euros para 2013; evidentemente, lejos de las cifras de ZP que iba a un ritmo de 100.000 millones año.
f) Por lo demás es evidente que hay que proseguir con las reformas estructurales, que, en el sector público faltan por acometer.
Lo importante, como casi siempre, es lo que se silencia. En el año 1977, teníamos 700.000 servidores públicos; ahora, tras de la solapación de las cuatro administraciones existentes creadas para apesebrar políticos: la central, la autonómica, la provincial y municipal, se han parido 3.200.000 apesebrados cuyos vicios pagamos todos nosotros con nuestros impuestos.
La cleptocracia alternante que nos roba a mansalva y que no va a dejar de hacerlo (para eso están en política) ha creado 4.000 empresas deficitarias e innecesarias para apesebrar a los ladrones cuando descansen de su tarea de robar (para eso, únicamente, está demostrado que están en la política). Porqué no se han hecho públicas las listas Falci de las cuentas suizas???? porque están todos los políticos además de los que los manejan. Y el Bourbon de facilitador de los negocios de Urtamanguín el empalmado, y la princesita modosa sin ser imputada; y Forbes y New York Times concretando la fortuna opaca del rey de vasallos, súbditos, genuflexos, cabecadores sumisos y resto de degollaos. Estáis pidiendo a gritos que os den por el toisón, bourbon y babosas políticas trinconas…!!!
Mariano Rajoy, solo decirte una cosa » TU SI QUE VALES»