La Veda de los políticos

Con la recesión y la crisis económica se ha levantado la veda de los políticos. Todos estamos bajo sospecha, somos vagos e incompetentes, cuando no ladrones y corruptos.

 

La realidad es que los políticos no somos extraterrestres, ni seres angelicales, ni descendemos de la pata del Cid, sino que salimos de la sociedad a la que representamos y el hecho es que en estos momentos, cuando se están acometiendo las reformas estructurales y se empieza a investigar, están aflorando a la superficie bolsas de corrupción que afectan a cientos de miles de personas, bien en el absentismo laboral, bien en el fraude a Hacienda o a la Seguridad Social, bien en las becas o en el cobro de las pensiones, o en tantos campos como se mire. Este es un país de pícaros en el que una parte de la sociedad cuando puede defraudar, defrauda, y en el que se tiene a gala sacar las medicinas “gratis” para toda la familia con la tarjeta del abuelo o pagar las facturas sin IVA. ¿No es todo un síntoma que en el Transporte Público de Pamplona hayan tenido que poner revisores para evitar el fraude estimado en 360.000 viajes al año? Y todas esas acciones suponen detraer dinero público que tenía que ir destinado a sanidad, educación, prestaciones sociales, etc. Por eso, cuando para una parte de nuestra sociedad esta conducta está generalizada no nos puede sorprender que los políticos, que salen de ella, sigan haciendo lo que ya hacían en menor o igual escala cuando eran ciudadanos de a pie.

 

El día que tomé posesión por primera vez como consejero del Gobierno de Navarra, después de jurar el cargo me fui a comer con los míos. Al término del almuerzo pedí la cuenta y me preguntaron: ¿va a pagar o va a firmar? Y, para sorpresa de mi interlocutora, respondí: voy a pagar. Así lo hice, rompí la factura y la dejé encima de la mesa. Ese día me encontré con el dilema: pagar o firmar. Esto último hubiese sido fácil, sencillo y ¡rentable para mi bolsillo!, pero era algo que mi conciencia no me lo permitía. Pues bien, a ese dilema nos enfrentamos todos los días los políticos y, también, los contribuyentes y los ciudadanos. Yo he seguido rompiendo las facturas porque sé distinguir entre lo público y lo privado, entre lo mío y lo de los demás. Me da la impresión de que no todos tienen las ideas tan claras. Por eso, algunos, cuando son elegidos o nombrados para un cargo político o sindical se deslumbran con él e inmediatamente cambian de casa, coche, compañera, amigos y estilo de vida, dejando atrás su vida anterior y empezando una nueva en la que se rodean de unas personas que “casualmente” aparecen en su entorno con grandes deseos de halagarles e invitarles, que son esos “amigos” del cargo que cuando cesen en él seguirán siendo “amigos” de su sucesor.

 

Es cierto que la clase política actual deja bastante que desear, pero no es de recibo que algunos dirigentes que algo han tenido que ver con la actual situación apunten como única solución para resolver la crisis a la supresión del Senado. Yo creo que la solución a nuestros males no es tan sencilla. Para lograrla, hay que acabar con el déficit público, con la deuda y las duplicidades, hay que poner fin al despilfarro y la corrupción, y hay que  tomar las medidas necesarias para que haya un mercado único, seamos competitivos y podamos exportar. Y para ello creo que hay que acabar con ese sinsentido de que en este país entre las Cortes Generales y los parlamentos autonómicos se pongan en marcha 3.500 leyes al año y se generen 700.000 páginas del BOE. Por eso, habrá que hablar del papel del Senado, sí, pero habrá que hacerlo junto a otras cuestiones, como la profesionalización de los 1.268 parlamentarios autonómicos y de los concejales, a la que se ha llegado en los últimos años y en la que tanto han tenido que ver esos que ahora piden la supresión de la Cámara Alta pues, cuando yo fui concejal o parlamentario foral, solamente cobraba dietas por asistencia y ahora la mayoría de ellos están liberados y a sueldo, y cuentan con asesores para que les ayuden. Habrá que reducir el número de parlamentarios y concejales y habrá que acortar sus sueldos, haciéndolos homologables y públicos, como plantea el presidente Rajoy, con lo que se podrá lograr un ahorro de 3.500 M€. frente a los 54 M€ que supone el Senado. Y habrá que acabar con esa corruptela que se ha puesto de manifiesto en la reciente crisis del Gobierno de Navarra como es que la mayoría de los cargos de segundo nivel sean cubiertos por personas de carnet en vez de por técnicos en la materia, como ha sucedido tanto entre los salientes como entre los entrantes. Estas, y muchas más, son las medidas que hay que adoptar y que el actual Gobierno de España está implementando ya.

 

A los que se dedican a hacer propuestas de cara a la galería, les sugiero que pasen de las palabras a los hechos y tomen las medidas que están al alcance de su mano y no las que requieren reformar la Constitución. Una de ellas puede ser que si cuentan con varios representantes en el Senado, que no son determinantes para conformar ninguna mayoría, se queden solamente con uno, para hacer oír su voz, y renuncien al resto de sus escaños. De esta forma lograrían poner su granito de arena en ese ahorro que pretenden en la Cámara Alta. ¡Háganlo!

 

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CLAVES EN OPINIÓN

4 respuestas

  1. Sr. Palacios. Admiro su trayectoria y es notoria y conocida su integridad.

    Efectivamente, dada la disciplina de voto y la producción masiva de leyes en muchos casos «absurdas e irrelevantes» y en casi todos planteadas de forma zafia y sin eliminar las normativas previas generando contradicciones y vericuetos legales intransitables, con un parlamentario por partido nos sobra. Que vaya llamando a la sede para que le digan que votar.

    Por otra parte, las listas abiertas pueden ofrecer mayor transparencia y profesionalización. Dudo que el sistema de partidos acepte cambiar esto.
    Tal vez baremos d cualificación mínima para servir al bien común de los representados sí se puedan implantar. Aunque se queden fuera el 90% de los que están ( por ser suave, como se exija inglés la liamos parda).

    Me quedo con la duda, espero que razonable, de por qué se expresa con esta soltura ahora Vd. defendiendo el Senado y no lo ha hecho con tanta nitided anteriormente. El problema no son sólo los 54M, el problema es la utilidad y eficiencia de los mismos para los que pagamos religiosamente impuestos, que como supongo sabe, somos muchos más que los que defraudan.

    Tal vez explicar qué hace y para qué sirve el Senado ayude.

  2. Opino como usted que no se puede alegremente arremeter contra todos los políticos. Es facilón e infantil. Sin embargo, creo que en estos momentos hay un caso que reúne muchos ingrediente por los cuales la ciudadanía repudia a ciertos personajes. Angel Carromero trabaja de asesor en el Ayto de Madrid y, por más evidencia sobre su poquísima idoneidad para el cargo que está aflorando, no veo el menor rastro de autocrítica en su entorno.

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