Nos lo han vendido como una forma inevitable de alcanzar el éxito. Una sociedad moderna sin especialistas no progresa. De acuerdo. Pero si la cosa se exagera se puede morir de éxito. Y eso es lo que pasa cuando vas al hospital y tienes que contar tu rollo a doce médicos. Cuando te atracan la tienda y tienes que vértelas con siete policías diversos para aguantar siete consejos y rellenar siete formularios. Cuando intentas aprender inglés y tienes treinta profesores a lo largo de tu vida. Cuando el profe de matemáticas es distinto que el de física y ambos explican algunas cosas iguales de forma distinta. Aquel concepto utópico de la administración única, ¿se acuerdan?… ¿no sería maravilloso que un único funcionario fuera el responsable de tratar con Vd. de sus asuntos con la Administración a lo largo de toda su vida? Ni siquiera los párrocos son lo que eran. Los cambian demasiado a menudo y con cada cambio es como que hay que empezar de nuevo. En todos los campos de la vida el paso de un presunto especialista a otro provoca miles de pequeñas o no tan pequeñas pérdidas de tiempo que, sumadas a la deslocalización y la movilidad laboral crecientes, resultan frustrantes y de hecho entorpecen el aprovechamiento pleno de una vida personal o profesional. Si no hubieramos de perder tanto tiempo en el trato con inspectores, censores, asesores, jefes y presuntos servidores cambiantes podríamos ocuparnos más y mejor de nuestras cosas. La variedad enriquece hasta cierto punto llegado el cual todo se empobrece por falta de profundidad. Si no hubieramos de soportar a tanto especialista superficial y cambiante a lo mejor hasta teníamos tiempo para especializarnos cada uno en lo nuestro.