En los últimos días, muchos navarros han encontrado en su buzón un panfleto narrando, desde el punto de vista del nacionalismo vasco, la incorporación de Navarra a España en 1512. He aquí algunos de los errores más repetidos y significativos, implícitos o explícitos.
Errores de bulto
El panfleto preparado por los nacionalistas contiene ostensibles errores de bulto hasta en la portada. Así, se junta en la misma tumba con el escudo de dos lebreles a Carlos III y a Blanca de Navarra. En realidad, se confunde a Blanca de Navarra (hija de Carlos III) con Leonor de Trastámara. No se trata de un simple lapsus puesto que el mismo error, además de en la portada, se repite en el punto siete de la página cinco. Salta a la vista que el panfleto, cuya difusión por lo demás implica notables recursos económicos, no ha sido revisado por nadie con unos mínimos conocimientos históricos.
La destrucción de los castillos
Es uno de los mitos recurrentes del nacionalismo vasco, como prueba de la opresión castellana. Los castellanos habrían ordenado derruir los castillos para evitar que sirvieran de plaza fuerte a posibles insurrecciones. Lo cierto es que, aunque en algunos escritos se jacten de ella algunos jerarcas castellanos, esa misma destrucción de castillos también tuvo lugar en la propia Castilla y tiene más que ver con un cambio de paradigma que con la represión a los navarros. Conforme crece el poder real, decrece el de los señores feudales. Este no es un fenómeno específico navarro y de hecho fue percibido en la época más como una liberación que como un gesto de opresión. En realidad, debido a los avances en el campo de la artillería, desde el punto de vista militar casi todos los castillos navarros habían quedado desfasados. En todo caso, el nacionalismo vasco utiliza a capricho el argumento de las fortalezas y los castillos. Por un lado dice que los castellanos destruyeron las fortalezas navarras para que no se sublevaran, pero al mismo tiempo asegura que tuvieron que construir fortalezas como la propia Ciudadela de Pamplona para “sujetar a los naturales”. Si se destruyen fortalezas es para sujetar a los naturales. Pero si se construyen fortalezas es también para sujetar a los naturales. Da igual cuáles sean los hechos, el nacionalismo puede utilizar al mismo tiempo para demostrar sus tesis igual una cosa que la contraria, aunque por lo visto espera que no lo notemos.
La Navarra pre-ocupada por los franceses
Aunque suele ponerse mucho énfasis en la presencia (a veces testimonial y sólo enfocada a los ataques desde Francia) de tropas castellanas en Navarra, antes y después de 1512, en cambio se oculta sistemáticamente la presencia de tropas bearnesas y gasconas. La presencia de tropas francesas en Navarra como fuerza de ocupación se remonta a la usurpación del legítimo heredero de la corona navarra, el Príncipe Carlos de Viana y los inicios de la represión contra los beaumonteses. Tras la eliminación del príncipe Carlos y su hermana Blanca, secuestrada y asesinada, la corona recae injustamente sobre los usurpadores Leonor y Gastón de Foix. Los legitimistas beaumonteses, representando a la mayoría de los navarros, son aplastados con la colaboración de las tropas bearnesas y gasconas traídas desde Francia. De esta forma se oprime la mayoritaria resistencia beaumontesa (que pervivirá a pesar de todo) y se consigue el reconocimiento forzado de las Cortes a la nueva monarquía por la fuerza de las armas. Lógicamente los beaumonteses también buscaron apoyo exterior, en este caso en Castilla, para su causa.
Los Fueros demuestran que hubo pacto, no conquista
Aunque por una parte tratan de presentar un total rechazo de los navarros a la unión de coronas, los nacionalistas vascos necesitan justificar la integración pacífica y hasta entusiasta de Navarra en España durante 500 años. La forma de hacerlo es presentar a Navarra como una tierra totalmente ocupada por inmensos ejércitos y erizada de fortalezas (contradictoriamente, como hemos visto). Lo cierto es que la propia existencia de los Fueros desmonta semejante patraña. Si Navarra no hubiera podido levantar un dedo durante siglos por la presencia abrumadora y aplastante de tropas castellanas actuando a sangre y fuego, no hubiera hecho falta para nada reconocer a Navarra sus Fueros, que simplemente hubieran sido aplastados. Los Fueros se respetaban porque así se garantizaba la lealtad de la mayoría de los navarros, con los que se había pactado la incorporación de Navarra. Para la mayoría de navarros se derrocaba a unos reyes ilegítimos y opresores para reconocer como rey a un aliado, que a cambio reconocía la identidad del Reino y el respeto a sus Fueros.
Fue el ejército franco-agramontés el que violó y arrasó Navarra a su paso
La colaboración de la población navarra determinó que el paso del ejército castellano-beaumontés por Navarra en el verano de 1512 no desencadenara particulares estragos ni episodios sangrientos. Por el contrario el contraataque de invierno, lanzado desde Francia y dirigido por el general La Palice, dio lugar a todo tipo de saqueos y violencias en los alrededores de Pamplona ese mismo año, minando posibles apoyos a la tropa franco-agramontesa.
La Batalla de Noáin fue cruenta, pero formó parte de una guerra hispano-francesa
Uno de los problemas del nacionalismo vasco es la aceptación popular ya en la propia época de la unión dinástica. Los dos únicos episodios que apenas se pueden contraponer son Amaiur y la Batalla de Noáin. Respecto al primer episodio resulta poco representativo (aunque valeroso), al ser protagonizado por un puñado de agramonteses. Respecto al segundo, sí que constituye por una batalla importante y cruenta, salvo el pequeño detalle de que, aunque se librara en Noáin, forma parte de una guerra hispano francesa. El ejército invasor fue enviado por Francisco I de Francia, se hallaba comandado por el general André de Foix, el grueso de sus tropas eran franceses y mercenarios de otros países europeos (así como las bajas en la batalla) y el objeto del ataque no era liberar Navarra sino atacar a Castilla aprovechando la revuelta de los comuneros, al punto de que siguió avanzando hasta que fue detenido tras poner sitio a Logroño. Significativamente, el derrotado André de Foix capituló entregando su espada al líder navarro beaumontés, Francés de Beaumont. Paradójicamente, los nacionalistas lamentan la derrota francesa en Noáin en la misma medida en que celebran entusiásticamente el Alarde de Irún, lo que nos lleva al siguiente punto de reflexión.
Hay que situar correctamente la Ikurriña
Realmente no tiene sentido pretende colocar la ikurriña en ningún en ningún ejército de 1512 ó 1521, puesto que es una invención de Sabino Arana en 1894. No obstante, puesto que la ikurriña representa a los vecinos de la CAV, los editores del panfleto al que nos referimos unen constantemente a Navarra con la CAV y la ikurriña aparece insistentemente en todas las celebraciones de 1512, se podría afrontar el reto anacrónico de situar la ikurriña en cada uno de estos eventos en el bando adecuado. El resultado sería que ya se trate de 1512, de la Batalla de Velate o de Noáin y Amaiur, en todos y cada uno de los casos los guipuzcoanos, vizcaínos y alaveses pelearon con los castellanos y contra los navarros. Aunque como hemos visto esto no es del todo cierto, siendo así que en realidad combatieron junto a unos navarros y contra otros navarros. No obstante, es precisamente desde el punto de vista nacionalista desde el que habría que colocar siempre la ikurriña con el ejército “invasor”. Por lo demás todos sabemos que es la ikurriña la bandera que los nacionalistas tratan de implantar en los ayuntamientos y festejos populares navarros y no la bandera de Navarra la que intentan implantar en los pueblos vizcaínos, alaveses y guipuzcoanos.
No hubo aplastamiento del vascuence
En la Baja Edad Media, como ahora, en Navarra se hablaba vascuence, pero no en vascuence. El vascuence era una más de las lenguas que se hablaban incluyendo el provenzal, el latín, el romance, el árabe y hasta el hebreo. Un texto de 1.167 en latín refleja la expresión “lingua navarrorum” aparentemente referida al vascuence, aunque el alcance de la cita resulta muy controvertido puesto que se denominaba “navarri” más a un segmento social (como los habitantes de la Navarrería) que al conjunto de los navarros. Lo que no admite discusión es que el romance era el “idiomate navarre terre”, el idioma de la tierra navarra, el que se oía hablar vulgarmente (la lengua culta era el latín) en las calles, el que comunicaba transversalmente a todos los navarros, el que hablaban nuestros reyes, el que figura en sus tumbas, el que utilizaba la administración y aquel en el que desde su origen en 1238, mucho antes de 1512, se redactaron los Fueros. De hecho es probable que el uso del vascuence y su zonificación no fuera muy diferente entonces que en nuestros tiempos.
Ni incorporación, ni conquista, ni anexión
No todos los navarros tuvieron la misma percepción de los hechos en aquel momento. Lo que para algunos fue liberación para otros fue conquista. La realidad navarra era poliédrica y venía determinada por antecedentes complejos. Es fácil, por otro lado, incurrir en constantes presentismos analizando a través de categorías actuales que entonces no existían (estado, nación, pueblo, soberanía popular, etc) los acontecimientos pasados de aquella época. Ni siquiera las categorías beaumontés-agramontés se corresponden con las de nacionalistas-no nacionalistas o castellanoparlantes-euskaldunes de la nuestra. Baste citar que La Ribera era mayoritariamente agramontesa y la Montaña mayoritariamente beaumontesa. Por otra parte, los vaivenes de ambas facciones pueden resultar desconcertantes para quien trate de ceñirse a categorías presentistas. Hay quienes tratan de vivir como si lo que pasó hace 500 años hubiera pasado ayer, el mundo entonces fuera igual que ahora y además nada hubiera sucedido en los 500 años entremedio. Al mismo tiempo, las mismas personas tratan de autoengañarse pensando que hace 500 años nadie tenía en cuenta ni recordaba lo que había sucedido en los anteriores 50. Lo cierto es que ni siquiera la unión de Pamplona fue pacífica, dividida en como estaba en “burgos” amurallados y enfrentados hasta 1.423, cuando Carlos III los juntó por orden real mediante el Privilegio de la Unión (sin referendum). Afortunadamente nadie plantea revivir hoy en día guerras fratricidas entre los barrios de Pamplona, algo que no tendría menos sentido que alimentar ahora las diferencias fratricidas entre el resto de españoles y los navarros o entre los propios navarros. Algo que además ni siquiera se intenta alimentar en nombre de un inexistente nacionalismo navarro, sino desde un nacionalismo vicario e interpuesto que trata de utilizar este aniversario exclusivamente en provecho propio: el nacionalismo vasco.
16 respuestas
Me sorprenden ustedes. Mucho.
¿De verdad han sido capaces de leerse todo eso?.
Habiendo tantas cosas buenas que leer perder el tiempo con eso realmente es un delito.
Los «malos» no son ellos por escribirlo, son ustedes por leerlo.