La vieja crisis de la Sanidad


 

La asistencia médica de financiación pública, sin aportación económica del paciente en el momento de recibir los servicios requeridos, está en crisis en todos los sistemas sanitarios de los países de Europa y Canadá que han apostado por un “Estado de Bienestar”. La crisis de la Sanidad, tan acuciante en España en estos momentos es, sin embargo, ya conocida desde los años 90. En España, esta crisis de la Sanidad, se ha agudizado más, no sólo por la crisis económica actual, sino por decisiones políticas adoptadas en la década de los ochenta y noventa; entre ellas, fundamentalmente, por haber abandonado la garantía de prestaciones sanitaras por el Sistema de la Seguridad Social, sustituido por un Sistema Nacional de Salud de derecho universal, no vinculado a la producción sino a los impuestos; y, a su vez, el haber transferido a las comunidades autónomas, y en la nuestra a la Comunidad foral, un Sistema asistencial troceado, de gestión políticamente intervenida en progresiva despersonalización y desmotivación de los profesionales.

Esta compleja situación no se resuelve con propuestas simples, fáciles o parciales además de injustas y engañosas, como el copago de los servicios, o el pago de medicamentos según renta, o los recortes a ciegas del presupuesto  anual, sin ahondar en las causas de la crisis que la Sanidad Pública viene arrastrando desde los años noventa. Sin entrar en el análisis de la necesidad de trasformar la utopía del “Estado de Bienestar” por el posibilismo de la “Sociedad de Bienestar”, (en la línea que apunta el soslayado “Informe Everis 2010”), para empezar a opinar hay que tener en cuenta que los sistemas de enfermedad y de salud en el momento de aplicarlos para uso de los ciudadanos, están condicionados por los parámetros que los alimentan como son: la ciencia o conocimientos médicos; la organización o regulación de los servicios; la ética médica y social que definen las prestaciones; y la financiación tanto en cantidad como por el modo de obtenerla.

Antes de aportar soluciones con visiones parciales de lo que hay que hacer, ya que cualquier pieza que toques puede afectar a las demás y desmoronar el sólido edifico construido entre todos en varios lustros, es necesario asegurar los valores que sustentan el derecho a la asistencia médica en nuestra sociedad: la universalidad, la equidad en la prestación de servicios, la solidaridad y la progresividad en las cargas garantizada por las cuotas o por el IRPF. Definidos estos principios se puede analizar cómo corregir las crisis en la Sanidad Pública, a poder ser entre todos por ser bandera única y común a servir.

El margen es estrecho tanto en la financiación, en la ética social, como en la ciencia médica; solo nos queda las soluciones por el camino de la regulación u ordenación de los servicios, siempre que desde la política se renuncie al excesivo poder en las decisiones y se de entrada a los otros actores del Sistema Sanitario: los profesionales, los directivos y gestores formados, no “habilitados” desde el poder político, y los sectores económicos implicados en la asistencia sanitaria. Así habremos dado un paso hacia la corresponsabilidad sin la que no es posible resolver el reto  de la Sanidad

Hay que dedicar muchas horas a pensar juntos evitando soluciones ocurrentes e inútiles, como el copago, y aunque sé por experiencia de lustros que dialogar juntos es una utopía desechada por la partidocracia y por la soberbia de los “decisores”, al menos queda dicho.

 

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