Este domingo 14 de febrero, Día de San Valentín, nuestros hermanos catalanes fueron llamados a las urnas, para renovar la composición parlamentaria de su cámara autonómica, de la cual saldrá la nueva configuración política de la Generalidad de Cataluña, con una serie de problemas que aún siguen rondando en general.
La participación electoral ha sido, aproximadamente, veinte puntos menor con respecto al año 2017, lo cual se puede achacar, sin negar que pueda haber un hartazgo mayor, a la situación sanitaria y no tan sanitaria (miedo a contagiarse, estar «confinado» por tener un positivo en una PCR o test de antígenos).
En cualquier caso, parece que se han confirmado (a medida que avanzaban los recuentos del escrutinio) algunos hechos y resultados que vaticinábamos sin aferrarnos en la absoluta totalidad a una demoscopia cuya fiabilidad no ha ido a más en los últimos años. Estos son los siguientes:
- Entrada de VOX con fuerza en el hemiciclo, posicionándose como cuarta fuerza política (por delante de las CUP, PODEMOS, C’s y el PP) y debiendo dos de sus escaños a Lérida y Gerona, provincias donde hay un mayor respaldo sociológico al catalanismo.
- Dos escenarios de gobierno, ante un empate entre el PSC-PSOE (no sería de extrañar que los resultados hubiesen sido inflados por un fraude electoral, tal y como insinuó Sánchez hace poco) y ERC: reedición del bloque independentista (JxCAT+ERC+CUP) o Frente Popular a la catalana (esto pondría a Illa como presidente, teniendo que co-gobernar con ERC y, si acaso, con PODEMOS, a quien necesitarían para esa investidura, salvo que C’s decidiera actuar de nuevo como salvavidas del PSOE).
Una vez dicho esto, quisiera desarrollar más dos afirmaciones que vertiré en conversaciones más escuetas, a continuación.
La necedad parcial no es responsabilidad de todo el anti-catalanismo
Dos de los partidos considerados como «unionistas» se han llevado un batacazo: uno se ha desplomado en escaños mientras que otro en vez de levantar cabeza, ha seguido perdiendo votos. Hablo de un C’s en caída libre y de un PP que, incapaz de librar la batalla de las ideas, solo es capaz de bajarse más al barro tras los ataques ad hominem de este otoño a Abascal (por parte de Casado).
Que en una Cataluña cada vez más hostigada por la ingeniería social catalanista y las habituales intimidaciones «progres», VOX haya conseguido coronarse como la primera fuerza no favorable al catalanismo ni en teoría, ni en práctica ni en estrategia, tiene su mérito.
Ciertamente, la formación liderada a nivel regional por Garriga no solo es la única que convence a conservadores y otros derechistas que premian cierta incorrección política y apertura de debates otrora tabú. También se ha coronado, con razón, como un «voto útil» por distintas facciones de la derecha.
Puesto a participar en el sistema electoral y no abstenerme, sigo pensando, y no solo en Cataluña, que lo más práctico es votar a VOX. Podré no estar de acuerdo con su línea y estrategia de manera íntegra, pero si bien muchas cosas son discutibles, queda claro que el purismo no ayuda (cerrazón a colaborar). De hecho, creo que, en líneas generales, Garriga es un buen candidato conservador.
Eso sí, sin entrar a discutir sobre la proporción, creo que hay una parte del electorado de VOX algo ajena a principios de «derechas» en sentido amplio, con más razón en Cataluña. Puede que hayan apostado por ellos trabajadores de barrios obreros indignados con la situación económica y preocupados por el caos delictivo de la inmigración musulmana.
También es cierto que la conflictividad constante de un nacional-catalanismo que ha abierto una brecha en la sociedad catalana desespera a muchos en mayor medida, con independencia de su ideología. Estos pueden entender que hay que poner coto y que, por tanto, hay que darle un voto de confianza a una fuerza que no solo defiende con fervor la unidad de España, sino que actúa con elocuencia.
El estatismo, el socialismo y el catalanismo han sido frutos mayores de la democracia catalana
No me refiero al programa económico de VOX, que por el momento, sobre el papel, es uno de los más favorables a la libertad económica (otra cosa es que haya discrepancias internas no ajenas a organizaciones humanas cualesquiera). De hecho, de por sí, siendo justo y sabiendo sumar, no sería hoy el mejor día para hacer esta discusión.
Existen dos bloques con mayoría absoluta que no solo adolecen de uno u otro grado de simpatía y complicidad con el nacional-catalanismo (el PSC no es menos desleal a la patria española que el PSOE, sino al contrario, comportándose como una filial más del nacionalismo catalanista o nacional-catalanismo).
De una u otra forma, los componentes de las dos posibilidades de coalición gubernamental aceleran la conflictividad y el caos en Cataluña (en lo que Arran-CUP y Tsunami Democràtic son pioneros en cierto modo), dando, en el menos malo de los casos, la callada por respuesta.
Entendiendo el socialismo como un problema moral también, quizá sea atinado que nada bueno se puede esperar en sí de ambas coaliciones por cuanto colaboran en la hegemonía cultural «progre» (aborto, eutanasia, totalitarismo LGTBI, multiculturalismo…).
Tampoco esperemos nada loable en materia económica. Pese a no ser Cataluña una región líder en desempleo, lo cierto es que cada vez es menos atractiva para emprendedores e inversores (no solo para jóvenes estudiantes y trabajadores que están cansados de la conflictividad nacional-catalanista).
Muchas empresas están trasladando su sede fiscal a Madrid mientras que la okupación está a la cabeza en una Cataluña cuya capital tiene una alcaldesa otrora dedicada a esas cosas y cuya fiscalidad roza la infernalidad absoluta (diferenciándose más de Madrid que de Extremadura).
Ante ello, en cualquier caso, hay que decir que no hay que tirar la toalla y esperar equis años más a que «cambie la cosa» tras votar. Como sociedad, nuestros hermanos catalanes deben de fortalecerse para blindarse frente al estatismo, y sí, también en pro de la Hispanidad Católica.
Finalizando, asumiendo que no hay que doblegarse, hay que ser consciente, sin conveniencia alguna de perder esperanza, de que habrá que asumir que imperará un escenario catalanista, socialista, estatista y antihispano (aunque bien hagamos en celebrar la irrupción de VOX y confiemos en su canalización).
¡Vixca Catalunya! ¡Viva España! ¡Viva Cristo Rey!