La lucha de clases, el más deleznable clasismo

El pasado viernes, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunció una serie de medidas orientadas a la contención y reducción de la propagación del coronavirus codificado como COVID-19.

Entre estas medidas figura la limitación de la movilidad en unas 37 áreas sanitarias a nivel regional (con la salvedad de las necesidades laborales, académicas, sanitarias o de fuerza mayor), que afectan a distritos y municipios de la «mitad sur» de Madrid como Vallecas, Carabanchel, Parla y Alcobendas.

De acuerdo con los datos oficiales, es en esas áreas donde hay una mayor proporción de contagiados de COVID-19, con la casualidad de un poder adquisitivo mucho más bajo y de una mayor proporción de inmuebles con reducidas dimensiones y considerable densidad residencial.

En otras palabras, puede hablarse de un «confinamiento selectivo». No obstante, no es la finalidad de este artículo analizar en profundidad cada una de las medidas que se han ido adoptando. Más bien vamos a centrarnos en determinadas reacciones políticas contra esta medida.

Curiosamente, la izquierda montaraz, la primera en pie de guerra

Cualquiera sabe que el PSOE y PODEMOS eran y han sido partidarios de prorrogar los secuestros políticos justificados bajo el prorrogable Estado de Alarma. También consta que, sin algaradas, ha habido, este verano, confinamientos o retrocesos a «fase 2» en municipios pertenecientes a áreas como la Campiña Sur Extremeña y El Segriá leridano.

Pero, curiosamente, quienes han reaccionado con más fuerza contra las últimas medidas han sido esas formaciones izquierdistas como el PSOE, PODEMOS y Más Madrid, junto a sus adláteres asociativos y sindicalistas (por ejemplo, las «mareas verdes» y el Sindicato de Estudiantes) y sus brazos de artillería mediática (servicios prestados por Antonio Maestre, García Ferreras e Ignacio Escolar principalmente).

Ahora bien, ¿resulta que han abierto los ojos y van a empezar a enmendar su abogacía pro Estado Policial (a lo que soy contrario)? No, eso no les importa. De hecho, si alguien echa un ojo a sus argumentos, no encontrará líneas en defensa de las libertades (tampoco de la privacidad). Todo lo que dicen viene a querer ser relacionado con una «inexistente segregación» en detrimento de los barrios más desfavorecidos.

Y bueno, ya de paso, el monotema manifestero de determinadas «algaradas», hablando de falta de inversión en la «sanidad pública» (cuando el problema de la Atención Primaria también se da en Extremadura y algunos profesionales sanitarios de PODEMOS compaginan su horario laboral con mítines ante cámaras de televisión, muy a pesar de sus pacientes desgraciadamente).

Los «barrios obreros», áreas de rehenes de causa colectivista

Sin discutir que la mayor parte de este revuelo forma parte del linchamiento mediático y político contra Isabel Díaz Ayuso (por tan solo representar al Partido Popular), conviene señalar que, en realidad, la izquierda más radical busca su enésimo momento de gloria al intentar comunicar su compasión con los «pobres» frente a los «ricos» de La Moraleja o del Distrito de Salamanca.

Ciertamente, las principales opciones de la «derecha sociológica madrileña» obtienen mayores porcentajes de voto (en algunas ocasiones, abrumadores) en zonas en las que hay un poder adquisitivo alto o medio-alto (aunque entre estas también figuren áreas donde la asistencia religiosa de culto es mucho mayor, aparte de haber un «estado de opinión» más alejado de la izquierda).

En cambio, en zonas como Vallecas, no solo hay mayores proporciones de votantes socialistas y comunistas, sino que es más fácil encontrarse anuncios de propaganda revolucionaria o de «talleres feministas» que, por el contrario, en puntos como la avenida de Europa de Pozuelo de Alarcón o cualquiera de las avenidas con nombre monástico del barrio de Montecarmelo.

Pero no hace falta entrar en esas áreas para saber que ni el PP, ni VOX ni prelaturas católicas como el Opus Dei se dedican constantemente a instigar contra aquellos que no tienen determinados umbrales de renta alcanzados. No buscan divisiones basadas en la clase y el nivel de renta, a decir verdad.

Son las facciones más radicales de la izquierda las que con la dialéctica obrerista pretenden menoscabar esa igualdad en dignidad que viene a ser un don divino. Ellos son los que buscan enfrentarles con «los ricos» y con «los empresarios». Pero al mismo tiempo, no desean para nada que tengan una buena y clara oportunidad de prosperidad económica.

Dejando aparte esas retóricas dialécticas y discursivas a las que previamente se ha hecho alusión, por algo existe tanto interés en potenciar el asistencialismo del Bienestar del Estado, mediante lo que podemos considerar como «nuevos conceptos de paguitas». Con esto se crea también un efecto llamada para no pocos inmigrantes a los que se intenta «engatusar» con la «no xenofobia».

Algunos musulmanes (no conviene generalizar pues el problema está en los «efectos llamada» y los conflictos de integración y religión, no en la persona en sí) son un importante caladero de votos para las hordas marxistas, pero no solo por el asistencialismo y los absurdos «planes de integración». También se les advierte de que «la derecha está muy radicalizada» e «instiga al odio contra ellos» (ya saben…).

Por lo tanto, no hay mayor actitud clasista, en este caso, que la que promueve el izquierdismo en general, no solo al arremeter contra quienes tienen un mayor poder adquisitivo, sino al considerar indirectamente al resto como personas incapaces e incompetentes (también decir que el asistencialismo anula esa positiva libertad de oportunidades de prosperidad que todos merecemos).

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