La primera mujer asesinada de 2020

La primera víctima en 2020 de la llamada “violencia machista” se produjo el 6 de enero. Fue un un crimen particularmente horrible porque el autor, además de matar a su pareja, mató también a la hija de 3 años que tenían en común. El asesinato de niños por parte algún progenitor, por cierto, no tiene denominación singular ni consejería particular. Los hechos tenían lugar en la provincia de Barcelona, en la localidad de Esplugues de Llobregat.

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Más allá del horror propio de este doble crimen, nos encontramos con que además añade una cierta dosis de incomodidad que salta a la vista en cuanto nos encontramos con la imagen del asesino.

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Una vez más la realidad pasa por encima del negacionismo que cierra los ojos ante ciertos datos incómodos, cuando estos cuestionan el discurso políticamente correcto. Es un hecho innegable que existe una correlación entre inmigración y violencia de género. Para comprobarlo basta con consultar los propios datos oficiales del Ministerio de Igualdad. De los 1034 asesinatos computados como violencia de género desde que se registran de este modo los asesinatos de mujeres cometidos por sus parejas masculinas, sólo el 66% ha sido cometido por españoles. Aquí alguna presentadora diría que entonces la mayoría de los crímenes son cometidos por españoles, y ahí es cuando habría que indicarle que efectivamente es así, pero que como los extranjeros sólo son en torno al 10% de la población, si el 10% comete el 33% de los crímenes es que la tasa de crímenes en ese colectivo triplica la tasa de la población española autóctona.

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Todo esto una vez más no significa que todos los inmigrantes sean malos y de hecho sólo una pequeñísima fracción de los inmigrantes que hay en España se dedica a matar mujeres, pero no obstante la correlación es real. Se puede cuestionar la relevancia que tiene esta correlación, pero no se puede cuestionar que la correlación existe. Asimismo, si por un 0,0002% de hombres que matan a su mujer se pueden hablar de violencia machista estructural, habría que preguntarse si por la correlación entre inmigración y violencia contra la mujer podría hablarse de una subespecie de la violencia machista denominada violencia machista inmigrante estructural, a la que habría que prestar especial atención. Lo que queremos decir con todo esto es que el discurso de progreso toma o desecha datos según le convenga para levantar una bandera o no. Porque es que además nos están diciendo que el problema con la violencia de género en España es nuestra cultura y nuestra educación cuando estamos viendo que no.

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