Javier Mª Pérez-Roldán y Suanzes-Carpegna es abogado especializado en Derecho de Familia, titular del Bufete Pérez- Roldán y académico de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades. Además es colaborador de numerosas publicaciones y revistas, contertulio en numerosos medios de comunicación social e impulsor o colaborador de numerosas iniciativas de la sociedad civil para fomentar la participación ciudadana real en la vida política y social, así es Presidente del Centro Jurídico Tomás Moro y de la Asociación Europea de Abogados de Familia. También es Secretario General de la Comunión Tradicionalista Carlista.
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Ha comenzado en el Tribunal Supremo, el juicio contra los políticos nacional-catalanistas encarcelados por delitos de sedición y rebelión. ¿Cree que un indulto sería probable?
Un indulto sería más que probable, y no sólo si sigue gobernando Pedro Sánchez. Debemos tener en cuenta que la política española, desde hace más de cuarta años, se desentendió de la Verdad y la Justicia en cualquier esfera del conocimiento y del obrar práctico; y por tanto huye del debate, de la polémica y de la discusión, que son tres medios de llegar a la Verdad y a la Justicia. Y sustituye los mismos por «el diálogo» que no es más que la manera de deslizarse desde la Verdad (tenida por dogmática e intolerante) hacia el error, siendo el deslizamiento cada vez más acelerado. Por tanto, antes o después, incluso los partidos políticos hoy por hoy más alejados del indulto lo acabarán proponiendo como una solución para alcanzar por el diálogo el resultado último pretendido: el consenso.
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Aquellas formaciones que se encuentran a la derecha del PSOE, tales como el PP, C’s y VOX, se están movilizando para las elecciones. Ahora bien, hay gente que está harta tanto del Frente Popular como de la partitocracia en general. Por lo tanto, ¿cree que sería razonable promover una abstención considerable, al menos, dentro de la derecha pro libertatem?
Esta es la gran cuestión que se plantean muchos católicos que quieren ser coherentes con su fe, así como muchas personas de «orden» no necesariamente católicas. Creo, no obstante, que es un grave error entrar en estas disquisiciones que solo llevan a la división entre lo políticamente más sano. Y es un grave error porque parte de la premisa de valorar en exceso el peso de nuestros votos. Es verdad que en el siglo XIX y a principios del XX fue muy importante el debate sobre el mal menor, pero es que entonces todavía las fuerzas políticas, incluso las muy pequeñas, tenían una capacidad real de influir en la marcha de los asuntos públicos. Hoy no es así: la política partidista está férreamente controlada por organismos institucionales internacionales que actúan en connivencia con poderosísimos grupos económicos e ideológicos. Por tanto, hoy el problema no debería ser sí voto o no o a quién voto, sino que hago, además de votar, para volver a una sociedad política fundada en lo natural y lo verdadero, y no en lo ideológico.
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El marxismo cultural es una de las múltiples amenazas a la libertad que sufre Occidente. La ideología de género y el multiculturalismo son algunos de sus caballos de batalla. ¿Cree que el surgimiento del Estado moderno ha propiciado estos avances de ingeniería social y destrucción cultural? ¿O se trataba de algo inevitable?
Se índice mucho en el marxismo cultural olvidando que el liberalismo cultural (que también existe) lleva al mismo punto final: el aniquilamiento de la persona humana y de su entorno natural (familiar, cultural, político). En efecto en la raíz de todo esto está el proceso revolucionario en el que nos encontramos inmersos, cuyo prolegómeno encontramos en el pensamiento de Guillermo de Ockham. Para el estado moderno no existe una Verdad al que el hombre pueda acceder, ni existe la Justicia, por eso al final, para el estado moderno todo se reduce no a buscar lo justo, lo verdadero, lo bello, sino imponer lo útil: lo útil para el poder mismo. Y esta imposición solo puede realizarla por la fuerza, destruyendo todo lo que le imponga un freno.
Benedicto XVI, en sus obras, viene a descubrir como el cristianismo está atravesado por una disyuntiva trágica: defender lo útil o defender lo Verdadero; y como muchas veces (y ahora mismo) se pronunció por defender lo útil. Nos corresponde a nosotros devolver al catolicismo su auténtico rostro y lanzarnos a la defensa de lo Verdadero.
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Hay quienes sostienen que las competencias estatales en derecho de familia han sido perjudiciales para esta institución natural, clave para una sociedad floreciente. ¿Comparte ese juicio, en base al cual, se cree que mejor que cuestiones sobre la custodia, el matrimonio y la adopción dejasen de depender de un Estado impregnado de “progrez”?
En efecto, la familia no debía depender del Estado… ni del progresista, ni del «regresista». La familia pertenece a aquel ámbito propio de la Soberanía Social, es decir, un ámbito que debería quedar siempre al margen de las decisiones del poder, sea este ortodoxo o no. El poder solo debe respetar lo que la familia y el matrimonio es naturalmente (y a lo que fue elevado sobrenaturalmente) sin poder regular más que aspectos muy accesorios.
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Como secretario general de la Comunión Tradicionalista Carlista, nos gustaría saber qué ejes de actuación en base al activismo social tienen fijados para este presente año 2019. También nos gustaría saber si tenéis iniciativas sobre la mesa para promover la difusión del mensaje tradicionalista por Hispanoamérica (hay que reforzar nexos con nuestros hermanos) y el trabajo conjunto con entidades afines foráneas (tanto hispanoamericanas como europeas).
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En efecto, estamos todavía definiendo las líneas estratégicas, si bien no para este año, sino para los próximos años. En principio tenemos claro que debemos reconstruir todo aquello que la revolución destruyó, y por tanto, entendemos que, efectivamente, debemos centrarnos en el fortalecimiento de la sociedad, lo que por otra parte nos atraerá el concurso de una mayoría social más amplia. Y es que parece evidente es que antes de afrontar cualquier gran lucha política, debemos contra previamente con una sociedad que quiera reivindicar que el único límite a la tiranía del poder no es más que distinguir y deslindar la soberanía social y la soberanía política.
Muchas fuerzas políticas de nuestro entorno se empeñaron en reconstrucción la sociedad pretendiendo la conquista de la soberanía política, y eso se ha manifestado un gran error, pues tras años de trabajo constante no se ha conseguido ningún avance. Sin embargo, casi todos dejaron abandonado la lucha por que la sociedad recupere el poder que el Estado y las Administraciones les arrebataron… y en esas estamos nosotros.
En cuanto a la Hispanidad, en efecto estamos desarrollando diversos contactos en este sentido, y es que nos parece igualmente evidente que si queremos reconstruir la antigua cristiandad, solo la Hispanidad unidad tendrá fuerzas para ello.
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