Una vez transcurrido el próximo sábado día 21 de julio, el Partido Popular (PP) tendrá un nuevo presidente, bien el diputado por Ávila Pablo Casado o la ex vicepresidenta del Gobierno de España, Soraya Sáenz de Santamaría. Nosotros ya nos atrevimos a apostar que ganaría la política pucelana y que perdería ese partido que a día de hoy es una opción más dentro de la izquierda moderada.
Eso sí, como también señalamos en su momento, tampoco consideramos como un tipo fiable al político palentino, que aparte de ejercer otrora como «limpiabotas» de Mariano y Soraya, valora positivamente la figura de la versión norteamericana de Zapatero (el ex presidente Barack Obama) y reivindica para España el modelo económico californiano, de una de las economías más intervenidas e inviables de Norteamérica.
Hay quienes nos dan la razón y quienes pecan de bastante ingenuidad (en especial, en relación a Pablo Casado). Pero en base al buen deber ético periodístico del análisis crítico, consideramos oportuno hacer un análisis sobre las candidaturas de dos figuras que, en su momento, ni por activa ni por pasiva intentaron que el PP siguiera defendiendo los valores liberal-conservadoras. Empezaremos hablando de la vallisoletana.
Sáenz de Santamaría ha confiado para su equipo en el ex ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, cuyo único reconocimiento puede ser el de haber disparado la presión fiscal a niveles que poco distan de los propios de un sistema comunista, y en su amigo Álvaro Nadal, que estuvo apunto de poner muy sobre la mesa, en la pasada legislatura, la idea de nacionalizar las centrales eléctricas españolas.
En realidad, cuenta con el apoyo de buena parte de ministros de la Administración Rajoy. Entre ellos, también podemos encontrar a Rafael Catalá, ese que está a favor de la revisionista y conflictiva Ley de Memoria Histórica e interfirió en el poder judicial al hacer un comentario sobre el juez que emitió un voto particular en relación a la sentencia de La Manada.
Luego, cuenta con apoyos tan singulares como los de la «política pop» del PP en las Vascongadas (Javier Maroto no, pero sí Alfonso Alonso, Iñaki Oyarzábal y Borja Semper; este último es ese mismo que dijo que el futuro de esa región tenía que construirse con un partido que no es nada más que el brazo político de la banda terrorista ETA).
Además, en Extremadura, parece que el ex presidente José Antonio Monago, el «barón rojo» del PP, responsable de una legislatura a considerar como pérdida de tiempo, apoya a Sáenz de Santamaría. Igual con la alcaldesa de Cáceres, Elena Nevado, que peatonalizando calles al «estilo Carmena» y oponiéndose a la mina de litio, denota tener un nivel propio de una formación como PODEMOS.
Sí, de esa formación con la que en 2014 Monago quería pactar (mientras que el partido de Santiago Abascal «le asustaba»), esa misma a la que Soraya «hinchó» para incentivar el «voto del miedo». Por lo tanto, no nos sorprenden los apoyos, y nos da igual que, de manera enfurruñada, haya quienes intenten hacernos creer que el bombero es conservador, e indirectamente sugieran que es el Orbán extremeño.
Mientras tanto, Pablo Casado, a pesar de hablar a estas alturas sobre leyes de aborto y de eutanasia que sean «inclusivas» (cuando alguien que dice ser pro-vida) debe luchar hasta el final por su abolición, sigue intentando vender que el PP debe de volver a ser el partido que defiende la libertad, la vida, la familia, el libre mercado, los bajos impuestos y el concepto de España.
Insiste últimamente en emitir cosas propias del discurso de VOX, un partido que, con sus más y sus menos, resultó de la deriva izquieridsta del PP. Incluso se reunió recientemente, en un acto público, con María San Gil, la ex presidenta del PP en Vascongadas, así como una elocuente y honrada política, vilipendiada por ese mismo que mandó a los liberales al Partido Liberal y a los conservadores al Partido Conservador (en 2008).
Pero, a su vez, intenta quedar bien con todo el partido, y con el aparato. Cuando estuvo en Extremadura, ensalzó al socialista Monago; en Galicia, apoyó al «progre» y nacional-galleguista Feijóo; y en su equipo cuenta con Javier Maroto, otro de la «política pop», y con la escudera cifuentina Isabel Díaz Ayuso, que arremetió contra Hazte Oír cuando sacó a la calle su autobús de denuncia del totalitarismo de género.
Así pues, vemos que la disputa está entre un «agradaor» que se preocupa más de la complacencia y la ida al sol que más calienta que de las causas liberal-conservadoras, y una política cuyos discursos de campaña parecen más propios del plató del programa televisivo Sálvame aparte de evidenciar la pura indefinición ideológica (dice ser «Soraya la del PP» y que el hecho de «ser mujer» es una razón para que la apoyen).
Finalmente, cabe reafirmarse en que no ha de preocuparnos el rumbo en sí de un partido que a día de hoy compone la hegemonía política de la izquierda, sino el futuro de España, y cuán defendidas sean la libertad, la dignidad humana, la unidad nacional, la propiedad privada y la familia. También sería mejor que se abriera una mayor oportunidad para otras formaciones totalmente dispuestas a combatir al socialismo en todas sus facetas.
2 respuestas
El artículo no puede estar mas acertado. Ambos son dos fraudes. Pablo Casado es un inutil. en términos profesionales y académicos, y su traido y llevado master le acabará costando caro. Soraya puede exhibir haber sacado una dura oposición… y nada más. Ideológicamente representa una derecha totalmente traidora a principio alguno , feliz en su papel de perro faldero de la socialdemocracia.
El problema es que el PP se ha empeñado en perder credibilidad y eso ya no hay quien lo arregle a corto plazo