¿Cuáles deben ser los nuevos retos de Viktor Orbán?

Este pasado domingo 8 de abril, día de San Perpetuo según el santoral católico, la ciudadanía de Hungría fue llamada a las urnas, con motivo de los comicios legislativos, que se celebran cada cuatro años. La cita electoral, que contado con uno de los niveles de participación más elevados, ha terminado con una victoria consecutiva más del actual Primer Ministro, el nacionalista-conservador Viktor Orbán.

Afortunadamente, ha recuperado los 2/3 parlamentarios necesarios para reformar la Constitución. Pero el mero hecho de conservar la mayoría absoluta librará a Hungría de una extraña coalición entre el establishment europeísta y la extrema derecha, o de un gobierno en minoría continuamente torpedeado por el único propósito del “antiorbanismo”.

Recordemos que el partido neonazi previamente mencionado impidió que, tras el referéndum de octubre de 2016, se pudiera emprender una reforma constitucional que impidiera la imposición de cuotas de inmigración por parte de entes extranjeros. Y es que se niegan a alcanzar cualquier clase de acuerdo con el líder de FIDESZ, igual que los leftists.

Dicho esto, “torpedear” al ejecutivo de Orbán no se traduciría en una estrategia para reducir el tamaño del Estado o liberalizar más la economía, sino para trastocar sus políticas de control migratorio, defensa frente a “la mano de Soros” y férrea resistencia a injerencias “progres” bruselenses (en esto, especialmente, junto a Polonia).

Ahora bien, una nueva legislatura de Orbán no debería quedar exenta de ciertos retos que debería plantearse. Uno de ellos es la reducción de la estructura del Estado, liberalizando a su vez más la economía y fortaleciendo la sociedad civil. El “big government” es un problema, independientemente de la perspectiva del gobernante en cuestiones morales y sociales.

Pero no me voy a extender de nuevo en algo que ya he comentado con anterioridad, cosa que sí haré con la segunda propuesta que me atrevo a trasladar poniendo de manifiesto: la salida de la Unión Europea (UE) y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ambos entes supranacionales y globalistas.

En relación a la ONU, la cuestión es que dicho organismo, con sede en la ciudad de Nueva York, no tiene a día de hoy ningún propósito diferente a la imposición de la ideología de género y de políticas abortistas y eutanásicas en todo el planeta (también son partidarios de incentivar los flujos migratorios de musulmanes hacia Europa).

De hecho, cabe recordar que el organismo en cuestión tiene, en importantes puestos, a representantes de países donde no hay respeto por las libertades, la isonomía y los derechos humanos. Por poner un ejemplo, la islamista Arabia Saudí y dictaduras comunistas. Es más, tienden a ir contra el Estado de Israel favoreciendo a Palestina.

Mientras tanto, en relación a la UE, básicamente hay que decir que, aparte de estar dominada por políticos nihilistas, los entes supranacionales como la misma tienden a degenerar en organismos demasiado intervencionistas aparte de proteccionistas, que anulan la soberanía de unidades político-geográficas de orden inferior.

De hecho, aunque una legión de social-conservadores (férreamente defensora de la vida, la familia y los valores cristianos) dominara la eurocracia, los cristianos no necesitan ningún ente superior para la defensa de sus valores. Eso atentaría contra el principio de subsidiariedad, que es un elemento clave del legado y fundamentos culturales de Europa (el continente).

El único ente en el que Hungría podría y debería acabar ingresando es la Asociación Europea de Libre Comercio, que tan solo se limita a garantizar libertad comercial entre los países miembro, aparte de que todos los países deben liberalizar unilateralmente el comercio, ya que los acuerdos bilaterales son estrategias para armonizar aranceles y regulaciones.

Dicho esto, podemos concluir que casi el cincuenta por ciento de la población húngara que ha ejercido su derecho al voto no piensa ser tan ingenua como para creer en la manipuladora propaganda promovida por Soros, sino para premiar una gestión valiente y leal, que podría ser mejor, pero no peor que otras cosas, como la traición del Partido Popular (Rajoy, Monago,…).

En conclusión, los nuevos retos se tratan de combatir mejor ciertos problemas y de defender más consistentemente ciertas cuestiones. Salir de la UE y la ONU emitiría cierto mensaje de valores mientras que reducir el Estado, enemigo de las familias, va acorde con la subsidiariedad.

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