Según algunas estimaciones, dentro de 10 años nuestra sociedad habrá conseguido acabar con el Síndrome de Down. No se trata sin embargo de un avance que debamos celebrar, puesto que la manera de acabar con este trastorno no será acabar realmente con el trastorno, sino con los niños que presentan este trastorno. Es como si dijéramos que dentro de 10 años habremos acabado con el problema del paro, mediante el método de gasear a todos los parados. Obviamente nos preguntaríamos qué clase de sociedad acabaría con el paro, la miopía o la crisis de las pensiones matando a los parados, los miopes o los pensionistas, pero hemos asumido con normalidad, por la vía de los hechos y el silencio, que se acabe con el Síndrome de Down acabando con los niños que lo presentan.
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Qué maravillosa es nuestra sociedad
Podría parecer que exageramos, pero un artículo de Cinco Días, hace escasa fechas, exponía que más del 90% de las embarazadas con diagnóstico de Down decide interrumpir el embarazo de forma voluntaria, según la presidenta de la sección de ecografía de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) y jefa de servicio del Hospital de Torrejón, según un estudio hecho con datos de este hospital madrileño y del de Alcorcón. Una tasa que algunos especialistas como elevan al 95%.
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Frente a los datos anteriores, resulta un tanto extraña, por no decir un tanto hipócrita, la fastuosidad mediática con la que ayer se celebró el Día Mundial del Síndrome de Down.
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¿A qué responde tanta repercusión solidaria por un lado ante un genocidio eugenésico por otro?
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Si es por visibilizar y normalizar a los niños con Síndrome de Down y a sus familias, para ir sentando las bases para acabar con ese genocidio, estupendo.
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Pero a lo mejor se trata, como tantas veces, de una especie de mecanismo compensatorio. De un lavado de conciencia. Esta sociedad se carga al 95% de los niños con Síndrome de Down pero al mismo tiempo celebra lo solidaria y compasiva que es con los niños con limitaciones.
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¿Es lo uno o es lo otro? ¿O lo uno y lo otro?
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¿Queremos luchar para que sea lo uno o para que sea lo otro? ¿Hacia dónde avanzamos? ¿Qué opción va ganando?
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¿Es creíble que, aparte de este pequeño asuntillo insignificante de los niños con Síndrome de Down, en todo lo demás nuestra sociedad es maravillosa y estupendamente fraternal y solidaria?
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Dejamos las preguntas flotando.
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