¿Quién es el tal Arnaldo Otegui?

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Un poco de memoria ante la inminente salida de la cárcel de Arnaldo Otegui

Hay quien respondería a la pregunta del titular diciendo que Otegui ha sido una persona clave en el proceso de paz. Pero no. Quienes han sido claves en el fin de la violencia de ETA han sido la Guardia Civil y la Policía Nacional. No la Ertzaintza, por ejemplo. Y desde luego no Otegui.

Clave en el fin de ETA ha sido también la Ley de Partidos. El fin de ETA ha venido dato tanto por el acoso policial como por someter de una vez a la izquierda abertzale a tener que elegir entre los votos y las pistolas. Mientras ETA ha podido estar a la vez en las instituciones y matando a quien les hacía frente en las instituciones no ha sentido ninguna necesidad de dejar de matar. En este sentido poco se debe también a quienes se han opuesto sistemáticamente a la ilegalización de Batasuna y sus siglas sucesoras. Nada que agradecer en este sentido tampoco a Otegui, obviamente. Otegui ha sido clave, en todo caso, en el proceso de intentar exterminar al contrario mediante la violencia durante décadas.

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Otegui el secuestrador

Es posible que se nos intente vender ahora a Otegui como un político que ha sido encarcelado por sus ideas, no por haber ejercido la violencia. Sin embargo, el perfil de Arnaldo Otegui tiene un poco de todo lo malo de lo que se le puede acusar, como veremos. Téngase en cuenta además que no hay ninguna idea de Otegui que no tenga por ejemplo un independentista de ERC, y no hay nadie en la cárcel de ERC. Por algo más que sus ideas se encuentra por tanto en la cárcel Otegui.

Si hacemos memoria, Otegui pasó a formar parte de ETA político-militar en 1977, para ingresar en ETA militar en 1981. Fue uno de los miembros del llamado «comando Kalimotxo» y su apodo era «el gordo». En febrero de 1978 participó en el secuestro del director de Michelín en Vitoria, Luis Abaitua. Otegui fue detenido en Francia y entregado a España en 1987, donde cumplió condena por dicho secuestro. Pero no ha sido el único secuestro con el que ha sido relacionado Otegui, aunque sí el único por le que ha sido condenado.

En 1979 se encarga al comando “Kalimotxo”, escondido en un piso franco en Madrid, que secuestre a Gabriel Cisneros, político de la UCD considerado como uno de los padres de la Constitución. Cisneros es introducido en un coche (se acuso a Otegui de conducirlo) del que huyó tras un forcejeo recibiendo un disparo en la espalda, que le dejó secuelas de por vida.

Otegui, el «hombre de paz», también fue acusado de participar en noviembre de 1979 en el secuestro de otro político de la UCD, Javier Rupérez. El historial de Otegui comprende por tanto tres acusaciones de secuestro, por una de las cuales, la del director de Michelin, fue condenado a 6 años de cárcel. Terminó de cumplir su pena en 1993.

La caída de la Mesa Nacional de Herri Batasuna en 1997 supuso el ascenso de Otegui en el relevo de la dirección. Como líder y portavoz batasuno todas las personas que vivieron aquellos años recordarán que nunca condenó ningún atentado de ETA incluyendo los más atroces y descarnados. Cuando ETA asesinó al columnista del diario El Mundo José Luis López de Lacalle, en el año 2000, Otegui, el preso político, el hombre de paz, declara que «con esto, ETA pone sobre la mesa el papel de los medios de comunicación y de determinados profesionales que plantean una estrategia de manipulación».

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Otegui formaba parte de una organización que mataba a los que no pensaban como Otegui

Es preciso recordar, para los olvidadizos, que el entramado ETA-Batasuna, y así ha quedado probado en los tribunales, es una organización con dos filiales, una cabeza con dos cuerpos. El propio Otegui, en el juicio por el caso Beteragune, se atribuyó el “cambio de estrategia” de la izquierda abertzale para “pasar de una estrategia que combinaba la violencia armada con la lucha política a una estrategia de corte sólo pacífico y democrático”. Sin embargo, al mismo tiempo que se intentaba atribuir ese mérito estaba reconociendo la existencia de la estrategia anterior y su participación en ella durante décadas. Por lo demás, el cambio de estrategia vino dado, como se  ha dicho al principio, por la Ley de Partidos y la tesitura en que esta puso a la izquierda abertzale de tener que elegir entre votos y pistolas.

Otegui es por consiguiente alguien que se metió en una organización con dos vertientes. Una parte de los miembros de esa organización eran los que, como él, se dedicaban a ir a las instituciones a popularizar su discurso, mientras que otra parte de los miembros de la organización se dedicaban a matar a los que llevaban la contraria a Otegui. ¿Qué clase de personas decidían hacer política desde esa organización? Las que pensaban que era justo que recibiera un tiro en la nuca quien les llevaba la contraria. No existe el pobrecito Otegui; pobrecitos todos los que han sido víctimas por llevar la contraria al discurso de Otegui. Este es el sujeto a quienes algunos van a homenajear, al que bastantes van a convertir en una víctima y al que se aspira, incluso, a convertirlo en lehendakari. El resto, simplemente, tenemos conciencia y memoria.