Ainhoa Aznárez, aparte de ordinaria y soez, preside el Parlamento sin saberse el reglamento

La presidenta del Parlamento de Navarra, Ainhoa Aznárez, acumula ya muchas actuaciones inapropiadas tanto dentro como fuera de la cámara foral, en virtud del cargo que ocupa. En esta lista, sin ser exhaustivos, podemos incluir desde su asistencia a actos en los que comparte espacio y foto con el “carnicero de Mondragón”, autor de 17 asesinatos, hasta los exabruptos parlamentarios y momentos boca llena de chicle o “trío sexual”, pasando por el viajecito privado a Bilbao en coche oficial, para evitar alquilar un coche o pagar el parking como el resto de los mortales. A todo esto habría que añadir una actitud habitual prepotente, autoritaria, parcial y hasta hostil con los grupos de la oposición.

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En este capítulo puede recordarse el incidente con el socialista Santos Cerdán, al que se acercó en un receso para llamarle “cutre” por haberse negado a aceptar lecciones de ética del portavoz de Podemos aludiendo a que la número 3 de podemos es una desahuciadora y la número 1 una contratada ilegal en el concejo que preside su madre, cosas ambas que además son verdad.

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Otro incidente destacado tuvo lugar con el también socialista Guzmán Garmendia, al que Aznárez citó en su despacho, acompañada de la letrada mayor y el jefe de prensa del Parlamento, para recriminar y advertir al diputado por la publicación de un artículo de opinión en el que criticaba que Aznárez, en otro gesto autoritario más, prohibiera a los parlamentarios, el público y el personal de la cámara la toma de fotografías sin su expreso consentimiento.

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En el día de ayer Aznárez sumó una nueva expresión de autoritarismo en este caso contra la popular Ana Beltrán, la cual se quejaba del empeño de Aznárez, que ya sabemos que a veces habla euskera para joder, por leer en vascuence una iniciativa presentada por el PP. Aznárez expulsó en ese momento a Beltrán la cual se negó a abandonar su escaño alegando que hacen falta tres advertencias previas para expulsar a un diputado y demandando de Aznárez que “Cumpla el reglamento por una vez».

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El incidente se saldó con un receso tras el que Aznárez renunció a expulsar a Ana Beltrán declarando que “como es año nuevo y ha habido felices fiestas, este es mi regalo a la señora Beltrán y no la voy a expulsar».

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Lo cierto, sin embargo, es que la razón amparaba en este caso a Ana Beltrán, ya que el Artículo 120 determina que “Al orador que hubiese sido llamado al orden tres veces en una misma sesión, le será retirada la palabra y el Presidente, sin debate, le podrá sancionar con la expulsión de la sala en que se celebre la sesión y la prohibición de asistir al resto de la misma”. Por tanto, efectivamente, Aznárez no podía expulsar directamente a la líder popular sin haberla llamado antes tres veces al orden. En vez de reconocer su error, del que seguramente le advirtió algún asesor en el receso, la soberbia de Aznárez le lleva a decir que no expulsaba a Ana Beltrán por generosidad, cuando en realidad se había saltado el protocolo reglamentario para poder expulsarla. De este modo, lo que demuestra Aznárez aparte de prepotencia y soberbia es que no se sabe el reglamento del Parlamento, siendo ella la presidenta, la que modera las sesiones y la que tiene que aplicar el reglamento.

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A todo lo anterior se suma la incertidumbre de si Aznárez irá o no este sábado a la manifestación a favor de los presos de ETA en Bilbao. La verdad, sin embargo, es que Aznárez no desentona en absoluto en ese tipo de manifestaciones. Donde desentona es en el Parlamento. Es en el Parlamento donde resulta extraño verla y donde se aprecia no ya que no está a la altura, sino que no está en su elemento.

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Finalmente, hay quien piensa que para representar a “la gente”, siquiera a sus votantes, se requiere un cierto grado de mal gusto y zafiedad. No estamos de acuerdo con esa manera de pensar. Un representante político tiene que mantener unas formas mínimas y un decoro por respeto a toda la sociedad en general. Pero es que además tampoco puede tener un concepto tan bajo de sus propios votantes como para pensar que los representa y refleja mejor tirando de ordinariez y vulgaridad.