Permítasenos llamarlo así, aunque en realidad Koldo Martínez, flamante portavoz parlamentario de Geroa Bai, no sea joven, sino más bien añoso y tirando ya pa viejuno. Pero Koldo es, eso sí, juvenil y estiloso, y no cabe duda de que da a su partido ese plus de charme del que tan clamorosamente carecen otros de sus miembros. Koldo exhibe, en efecto, una tersura facial, un desparpajo, una frescura no estragada por las cargas de la paternidad, que según se sabe sientan fatal al cutis. Pero es que Koldo, además, es juvenil no solo por su aspecto, sino también y sobre todo por su espíritu, por su alma, digamos, cosa que manifiesta cada vez que nos la enseña, es decir muy a menudo, porque Martínez es amigo del candelabro y se prodiga mediáticamente. El otro día, por ejemplo, lo vimos en Navarra Televisión, deleitándonos con su antes ponderada tersura en un debate tertulia a siete bandas, cuatro de las cuales en realidad eran solo una (los del gobierno), hasta el punto de que la cosa tomaba visos de todos contra uno, es decir, contra…. no hace ni falta decirlo. Decía pues allí nuestro parlamentari, hablando del polígono de tiro de las Bardenas, al tiempo que reconocía que en el tema no había nada que hacer (nada, quiero decir, de lo que ellos prometieron en su día sabiendo perfectamente que no podían prometerlo), decía que sin embargo él, Koldo The Kid, no renunciaba a la utopía antimilitarista y abrigaba todavía en el corazón, como en su lejana juventud, el sueño de un mundo sin ejércitos y que ese era el objetivo que debían tener todos, por más difícil, por más lejano que fuera.
Se hizo una luz intensa, estallaron los coros celestiales y una bandada de querubines casi tan juveniles como Koldo cubrió el plató de pétalos de rosa sacándoselos del kolko; después, los asistentes (que, como hemos dicho, eran en su mayoría de lo mismo) empezaron a dar cabezadas de asentimiento, tan recias, que daba miedo que alguno se crujiera las cervicales en uno de los viajes. Todo el mundo (salvo el representante de UPN, que sonreía con sorna) asentía, incluída, tiene tela, nuestra buena amiga Solita de La Rotxa, también presente en el debate, convertida reciente al pacifismo y, como neófita, entusiasta. Y es que, ¿cómo decir que no? ¿Cómo nadie podría decir que le gustan los ejércitos y que quiere que sigan existiendo por los siglos de los siglos, y que nunca cese la matanza? Todos queremos, claro, un mundo sin ejércitos: y una de calamares, y, ya que estamos, dos de rabas. Entonces, ¿por qué la mueca de sorna con que lo miraba el representante de UPN, único que controlaba la bisagra del pescuezo y no emulaba a perrito de salpicadero? Voy a atreverme a explicarlo sin pedirle permiso.
Para poner las cosas en su sitio, recordemos en primer lugar que el Joven Koldo, aunque se esfuerce en parecerlo, no es un boy escaut adolescente enamorado de todas las utopías, sino un miembro del partido gobernante y que, como tal, tiene en su mano dar muchos pasos y hacer muchas cosas, si quiere, en el noble camino de la utopía, aunque no sea exactamente en el campo en que predica. El Gobierno de Navarra, naturalmente, no tiene ejército, y en ese terreno sus brindis y sus proclamas son libres y sin coste: eliminar los ejercitos ni está a su alcance ni nadie le va a pedir nunca su opinión al respecto. Pero la otra gran faceta de la gestión de la violencia institucional, la que de hecho más se refleja en la vida diaria de los ciudadanos, mucho más que el ejército, esa sí está en manos de Gobierno, a saber, la policía; y ahí, si Koldo quiere hacernos creer que lo que dice es algo más que filfa, tendrá que arremangarse, echarle valor y, sin detenerse en tan buen camino, atacar lo que tiene al alcance de su mano: puede empezar por el desmantelamiento de la policía.
Y si no, si resulta que uno es utópico y rupturista en lo que no está en su mano, pero práctico y convencional, en cambio, en lo que sí podría cambiar o eliminar, entonces su credibilidad como apostol de la utopía baja hasta llegar a cero.
Y si recordamos, además, que el Joven Koldo, o sea, su partido, tiene firmado un acuerdo programático con Solita de La Rotxa y sus amigos, partido que hasta hace poco disponía, o usufructuaba o jaleaba a un ejército privado (por decirlo suavemente) o banda de pistoleros (por llamarla por su nombre), que durante muchos años ha decidido aquí quién vivía y quién moría, según su particular humor o conveniencia; entonces, si recordamos eso, su credibilidad no solo baja a cero sino que sigue descendiendo por la parte negativa de la escala. Y si recordamos, además, que esa banda de pistoleros sigue agazapada al acecho de la vida ajena para tomarla cuando le parezca, y si recordamos (pero en realidad esto no hace falta recordarlo, porque lo vemos todos los días) que en esa faceta concreta de la guerra contra los ejércitos no se han conocido grandes esfuerzos por parte del Joven Koldo, sino que, antes bien, el joven Koldo hace gran gasto de piruetas verbales, circunloquios y silencios vergonzosos para evitar mencionar por su nombre a la banda de las pistolillas, no sea que se le irriten Solita y sus amigos, grandes valedores, aplaudidores y homenajeadores de ese ejército particular, pues si recordamos todo eso, entonces la cotización como utopista del joven Koldo sale ya por las Antípodas.
Y tras todas estas recordaciones es inevitable concluir que el amor del Joven Koldo por la utopía pacifista es más de maribistaco que de otra cosa, y que el único contenido real de sus proclamas, su único mensaje efectivo, lo único que en realidad trata de comunicar el joven Koldo con estas cosas, es lo que ha sido el lema de su vida: “Qué guay soy, qué guay soy, Dios mío qué guay que soy.” Porque quien lo conoce sabe que Koldo, además de joven, es, y ha sido siempre, muy guay, extremadamente guay, inmensamente guay, guay a más no poder, guay hasta la extenuación y el hartazgo. En resumen: una estafa.
2 respuestas
¡¡Claro que sí, Koldo!! Yo tampoco renuncio a la utopía antimedicalista, y abrigo en mi corazón el sueño de un mundo sin ejércitos de médicos. Ese ha de ser el objetivo que debían tener todos, por más difícil, por más lejano que fuera. Yo también me he convertido al pacifismo sanitario ¡Viva la salud! ¡Abajo las enfermedades! ¡Fuera médicos! ¡Cerremos hospitales y farmacias!
No sé que pensarían de ese sueño, los peneuvistas Irujo,Monzón y Lasarte , y el estratega Aguirre , iniciadores del que denominaron pomposamente el derrotadisimo Euzco Gudarostea , o teniendo en cuenta que hace unos años los diputados del PNV votaron en el Congreso con otros partidos la participación bélica de España en Libia secundando a otras naciones europeas y a la estadounidense.
Será por sueños.