Todos los partidos del Parlamento de Navarra, a excepción de UPN, apoyaron ayer una iniciativa de Nafarroa Bai para que se regule la “muerte digna”, forma generalmente eufemística de llamar a la eutanasia. Según explicó el PSN, el modelo de esta ley debería ser la “Ley de muerte digna” aprobada en Andalucía. Esta ley no sólo rechaza de plano la objeción de conciencia en cualquier supuesto, sino que amplía el concepto de “muerte digna” desde los enfermos en situación terminal o de agonía hasta las personas con «enfermedades graves e irreversibles». El supuesto paradigmático sería el de Ramón Sampedro, cuyo caso defendía la película Mar Adentro.
Nadie defiende la crueldad con los enfermos terminales
Generalmente se justifican normas de este tipo como necesarias para evitar situaciones de encarnizamiento terapéutico. Se trata sin embargo de una falsa respuesta a un debate inexistente puesto que nadie lo defiende. De hecho, a algunas personas les podrá sorprender el texto del testamento vital que puede encontrarse incluso en la mismísima web de la Conferencia Episcopal, que tal vez interese reproducir para evitar malentendidos respecto a que la Iglesia apoye el sufrimiento gratuito o el encarnizamiento terapeútico:
Si no es para la eutanasia, la ley será innecesaria
El tenor literal del testamento vital que acabamos de reproducir pone de manifiesto que la ley que se pretende impulsar no aporta nada ni siquiera al punto de vista más estrictamente católico. Como decíamos, absolutamente nadie defiende el encarnizamiento terapéutico. Por otro lado, como recordó el diputado de UPN Javier Marcotegui, Navarra ya cuenta con una ley foral sobre voluntades anticipadas e información clínica que, salvo que lo que se busque sea directamente la eutanasia, convertiría una ley sobre “muerte digna” en un texto redundante e innecesario.
Muerte digna y vida indigna
La introducción del concepto “muerte digna”, por otra parte, necesariamente implica la introducción paralela del concepto “vida indigna”. Es de temer que, como en el caso de la vida humana respecto al aborto, para diversos partidos el concepto de vida digna o indigna resulte oscuro, opinable, relativo, precientífico y filosóficamente difuso. ¿Quién debe morir por llevar una vida indigna? ¿Es indigno estar enfermo? ¿No es más indigno ser un criminal? ¿Por qué parece razonable terminar con la vida de un enfermo y no con aplicar la pena de muerte a un criminal que así lo pidiera como en el caso de Gary Gilmore? ¿Sería coherente aprobar una cosa y rechazar la otra? ¿Podemos señalar como indigna la vida de personas ancianas, dependientes, enfermas, deprimidas, desatendidas, marcadas o fracasadas para luego abrirles la puerta de la eutanasia? ¿En eso consiste ser progresista y de izquierdas? Se trata de cuestiones que tendrían que aclarar quienes, hablando de la muerte digna, empiezan a crear la figura siniestra de la vida indigna.
6 respuestas
La vida no es un valor absoluto. Por encima de este está la vida digna.
El concepto de dignidad (como en el uso del voluntario del burka, como en los adictos). Pues depende de la valoración caso por caso.
Preguntan Uds. si es indigno estar enfermo. Depende de muchas cosas, evidentemente: de qué enfermedad, en qué grado (curable, tratable), la edad del enfermo (no es lo mismo en la flor de la vida que en la mayor ancianidad), de la CALIDAD de vida que le va a quedar al enfermo durante ese periodo de vida, de OTROS FACTORES PERSONALES que pueden llevar a una persona a tener una mayor voluntad de vivir que otra, del grado de aceptación de su situación, de sus creencias religiosas (o descreencia).
Miren, cualquiera que haya pasado por el trance de la muerte de un familiar en una larga enfermedad, sabe que la situación final puede ser verdaderamente muy dura, para el enfermo su familia., (que puede ser otra persona muy mayor, o enferma). Esas últimas semanas, o esos últimos días, creo que deben estar a disposición de la autonomía personal d enfermo. Pero el personal médico ha de tener un amparo legal para asistir al enfermo si manifiesta claramente voluntad de poner fin a una situación tan difícil, y ahora no tienen ese amparo legal. Solo hay que recordar el movidón que hubo en el Hospital de Madrid de Puerta del Hierro, con médicos procesados (aunque finalmente se sobreseyó el proceso, sin juicio, durante ese tiempo se pintó a honrados médicos poco menos que como mengeles que usaban a los pacientes para experimentar.
Creo que es de conocimiento general que hoy día se está acabando con la vida de moribundos por el procedimiento de aumentar las dosis de fármacos (normalmente opiáceos). Se busca que no sufra, pero sabiendo que se va a relajar tanto que va a entrar en parada. Es conocida la doctrina moral de la iglesia que autoriza esta eutanasia (porque eso es acabar la vida en unas determinadas circunstancias). Es lo que se pretende, porque no tiene sentido prorrogar esa vida con fallos multiorgánicos, sepsis, tumores diseminados, o fuertes dolores que obligan a una sedación total.
La eutanasia se vincula además estrictamente al trance de muerte. Obviamente, no cabe ni depresión, ni porque se haya experimentado un revés vital (como ser autor de crímenes, como haber sufrido la pérdida de familiares, como estar en paro, como estar inválido).
El articulo nos alerta del peligro de la libertad y de la autonomía: en efecto, la libertad es peligrosa, pero somos irremediablemente libres. Lo que se opine desde la fe valdrá para algunos, pero ¿y para otros? ¿donde creen Uds que está la fuente de su conciencia: en normas morales de una religión ajena?
Todo lo que nos enfrenta con la muerte, nos asusta y nos angustia. La eutanasia llevará en algunos casos a abusos. No es la panacea ni va a convertir el último tramo en agradable. Pero es absolutamente razonable, y es una realidad que el derecho debe regular. Luego: Ud y yo decidimos en conciencia.
Queda claro que se habla aquí de enfermos terminales que requieren cuidados paliativos más o menos prolongados, con su coste para la Seguridad Social, pero conforme al juramento hipocrático: un médico es un profesional que se dedica a velar siempre por la vida de sus pacientes, al margen de creencias o increencias en el ámbito religioso y de su conciencia cierta o insalvablemente errónea. Lo que no se suele subrayar es un hecho tremendo: quien muere clínicamente no deja de pasar un tiempo (segundos, minutos, horas) en el que su inteligencia y voluntad aún son capaces de actuar. Esos instantes pueden ser cruelísimos y hasta infernales: tal vez (pienso personalmente que sí) terriblemente más dolorosos, despiadados, y odiosos que los que el enfermo terminal estuviera pasando en vida.
Completamente de acuerdo Carithiem… porque además es un sufrimiento inútil, que es contrario a la dignidad humana.
Cuesta mucho hablar sobre estos temas porque no conocemos donde está la finísima linea que separa la muerte digna de la que no lo es.
Yo hablaría de lo que yo quisiera en un hipotético caso que a mi me ocurriese.
Si yo estoy tirado en una cama, sin consciencia, sin probabilidades de salir adelante en condiciones aceptables, sin esperanza, sufriendo y haciendo sufrir a los míos, !!!por favor!!! desenchufen todos los aparatos que me mantengan aquí.
El problema es quién dictamina el estado de los enfermos. En principio los médicos, pero habrá casos claros y otros no tan claros. Por ello es importante que manifiesta la voluntad del paciente, él médico deberá hablar con los familiares antes de ninguna decisión, entre otras cosas para que no tenga que asumir él toda la responsabilidad. y quien dice un médico está diciendo un tribunal médico.
La dignidad de cómo vivir y cómo morir la tiene que decidir cada cuál,creo que es un derecho fundamental de todos.Ante la decisión de una persona por «una muerte digna»,nadie somos quién para juzgar o imponer nuestra voluntad.Eso sí,hay que regular este proceso legalmente,para quien toma la decisión y para quien ayuda a llevarla a cabo.La cultura de la muerte en occidente no está muy desarrollada,lo que hace que sea un tema poco agradable de tratar y de aceptar…yo la primera!.
Animo a la gente que vota su disgusto a que ordene sus ideas y las exprese de la manera más objetiva y lógica posible: sin adjetivar y sin acudir al catecismo (como si solo pudieran acudir al argumento de autoridad: a ver que dice papá). Estoy seguro que de sus reflexiones, aprenderemos todos.