Tras la unión de Navarra a Castilla, la monarquía Navarra sobrevivió en el territorio de Baja Navarra. Catalina de Foix continuó ejerciendo su reinado siendo sucedida por Enrique II, Juana III y Enrique III en 1572.
Enrique III: “París bien vale una misa”.
La figura de Enrique III resulta extraordinariamente relevante puesto que, siendo rey de la Baja Navarra, recayó también sobre su persona el trono de Francia. Todos hemos escuchado alguna vez la expresión “París bien vale una misa”. Pues bien, esta frase que ha pasado a la historia fue acuñada en 1593 por Enrique III, rey de la Baja Navarra. Sucedía que su madre y predecesora en el trono navarro, Juana III, se había convertido al calvinismo, imponiendo esta creencia como religión de estado a la Baja Navarra. Una imposición, por otra parte, contraria al sentimiento mayoritario de sus súbditos navarros y ejecutada a sangre y fuego. Una serie de circunstancias, sin embargo, convirtieron posteriormente a su hijo y rey de Navarra, Enrique III, en heredero al trono de Francia. En la tesitura de tener que renunciar al calvinismo y hacerse católico para acceder a la corona francesa, ante caramelo tan goloso fue cuando pronunció la famosa frase de que “París bien vale una misa”, se hizo católico y reinó en Francia. Se convirtió así simultáneamente en rey de Navarra y rey de Francia. La coronación de Enrique III de Navarra como Enrique IV de Francia, de facto, supuso la práctica incorporación de Navarra a la corona francesa. Aquí no cabe sino especular sobre qué hubiera pasado si Enrique IV hubiera sido rey de toda Navarra. En cualquier caso, la unión de la Baja Navarra y Francia es indiscutible a partir de 1620 cuando el hijo y heredero de Enrique IV, Luis XIII, interviene militarmente en el Bearn-Baja Navarra al negarse el Consejo de Bearn (calvinista) a restituir la libertad religiosa. Muy posteriormente, en 1790, la llegada de la Revolución supuso además la reorganización administrativa de Francia, la creación del Departamento de los Bajo Pirineos y, más recientemente, el de los Pirineos Atlánticos, con la consiguiente disolución administrativa del antiguo reino navarro de ultrapuertos.
Todo lo cual, muy simplificadamente, viene a explicar el sorprendente hecho de que no exista un reino independiente navarro al norte de los pirineos. La moraleja de esta historia poco conocida, por buscar alguna, acaso sea que la alternativa a la incorporación a Castilla no fue la independencia de Navarra, sino la anexión a Francia.